Pasos en confrontación

Capitulo 4

Una joven de veinticinco años, de estatura mediana, con una figura esbelta y un rostro de rasgos delicadamente moldeados, ojos brillantes y expresivos, una boca pequeña y sonriente, y un cabello castaño oscuro que cae en suaves ondas.

Se encontraba frente al espejo admirando su vestido hecho a medida. Era de seda pura, de un color beige que realzaba la elegancia de su porte. El corsé acentuaba su figura, y unos guantes a juego con el vestido, que terminaban después de los codos, completaban su atuendo. La falda se extendía desde la cadera hasta el suelo, con un diseño sencillo adornado con toques dorados que no restaban a la elegancia natural de la joven.

Marianne dejo de verse en el espejo al escuchar que alguien tocaba a la puerta.

—Adelante—

—¿Estás lista, cariño?— dijo su papá cuando se adentro a la habitación.

—Si lo estoy... ¿Nos vamos?— la joven se volteo a ver a su padre, que vestía un traje de color negro, que para sus ojos era algo muy común pues siempre vestía así.

—Claro, pero antes quisiera hablar contigo— dijo mientras le ofrecía su brazo.

La joven lo tomo del brazo, y espero que su padre dijera lo que tenía para decirle.

—Quiero que sepas que solo quiero lo mejor para ti— la joven no dijo nada y lo dejo seguir hablando.—Y lo mejor para ti es que te cases con un buen hombre ¿Lo comprendes?—

— Padre, ¿Tu crees que casarme con un hombre que solo me apartará de lo que amo es lo mejor para mí?—Comento la joven con un tono de burla—se que tienes las mejores intenciones, pero si quieres que sea feliz, déjame seguir en el ballet y te prometo que yo escogeré a mi propio esposo.—

—Marianne, esto ya está decidido, no cambiaré de opinión, pero seré bueno y dejaré que se conoscan mejor, es el debut de tu hermana y la atención debe recaer en ella, no en ti y tu boda así que tendrás tiempo para ir asimilando las cosas.—Marianne solo lo volteo a ver algo desepcionada.

—¿Que hacen ahí parados? Minnie May está por bajar y quedó preciosa, no la reconocerán. Además tenemos que darnos prisa para alcanzar a tus demás hijas—Paso entre ambos separándolos mientras los acarreaba la señora Seymour.

Marianne se fue detrás de su mamá para esperar a Minnie May al final de las escaleras. Después de unos segundos, se esperaba que una niña saliera pero encontraron a una hermosa mujer.

Rubia de cabello recogido en un moño y unos pequeños mechones colgando, sus ojos avellanas destacaban al igual que su vestido color rosa palo, que demostraba un poco de su inocencia. Hermosa, sin duda iba captar la atención de todos los caballeros en el baile.

—No puede ser...¿Quién es ella?—Expreso Marianne elogiando a su hermana, la cual bajaba las escaleras con elegancia y emoción.

—¿Esa es mi pequeña? ¿La que lloraba por qué pisaban las hormigas?—La señora Seymour golpeó a ambos por sus ocurrencias.

—Se los dije, está encantadora! Muy bien todos al carruaje...Dejen de verla como si no la conocieran, vamos, vamos!—

Al llegar al lugar, Marianne pudo ver a sus tres hermanas faltantes.

Margarita, quien era la segunda hija de los Seymour, venía con su esposo, el Vizconde Wellington. Le seguía Marie, quien estaba casada con Alexander Montgomery, proveniente de una familia de estatus conocida por no tener escándalos a su alrededor. Por último, Miranda estaba casada con un marqués extranjero que la cautivó desde el primer momento. Por supuesto, todas habían logrado un matrimonio exitoso gracias a Marianne.

La familia Seymour destacaba al entrar al gran salón donde toda la alta sociedad de la ciudad se encontraba. El salón de baile se extendía a lo largo de una gran habitación, con hermosas columnas de mármol talladas en las esquinas que sostenían un techo con elegantes molduras de yeso. El suelo estaba pulido a la perfección y reflejaba la luz de los candelabros de araña que colgaban del cielo raso. Desde el centro se elevaba una plataforma circular, en donde yacían los invitados bailando mientras la música sonaba suave y alegre.

Marianne siempre sintió la presión de la alta sociedad no como algo a lo que adaptarse, sino como algo en lo que sobrevivir. Estos eventos la ponían alerta ante cualquier error, y planeaba todo en su cabeza sobre lo que podría pasar. Sin embargo, aterrizó cuando se sentó con toda su familia en una mesa, y el ambiente volvió a ser como a ella le gustaba: con su familia completa.

—Me alegra verlos a todos aquí; pensé que no vendrían, hermanas —comenzó Marianne a decir mientras sonreía ampliamente.

—Querida hermana, jamás nos perderíamos el debut de Minnie May —dijo Margarita pellizcando el brazo de la más pequeña.

—¡Oh cielos, no le arrugues el guante! —pronunció Miranda—. Minnie May, cariño, siéntate bien o tu pose arruinará el vestido—

—Vamos acaban de llegar y ya están exagerado—Marianne encontraba la situación un poco divertida, pues si, está era su familia.

—Tu hermana tiene razón, Minnie May. ¡Derecha! —Esta vez habló la madre de todas las jóvenes.

—¿Entonces? —preguntó entusiasmada Marie.

—¿Entonces qué..? —contestó Marianne.

—Ya sabes a lo que me refiero —hizo una pausa mirando a todos incrédula—. Quiero saber quiénes son los candidatos que Marianne tiene en mente para Minnie May.

—Ah, eso… Bueno, no hay candidatos aún. Esperaba esta noche poder conocer algunos y conocer la opinión de Minnie May y mamá… Ustedes pueden apoyarme también, hermanas. Miren a papá por allá; ya debe estar hablando de que tiene la hija más bella, así que todas ayudemos a Minnie May hoy.— Tadas dirigieron su mirada hacia su padre que se encontraba hablando con un gran grupo de caballeros, en el cual también se encontraban los respectivos esposos de sus hermanas.

—¿No es cierto, Minnie May?— La mayor puso nuevamente la atención en la menor.

—.....—

La pequeña guardó silencio, lo cual le pareció muy extraño a Marianne, ya que estaba emocionada hasta ahora.




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