El suelo de madera cruje bajo los pies de las bailarinas que, vestidas con tutús largos y corsés ajustados, siguen las órdenes de su profesor, un hombre en sus cincuenta con una postura imponente y una mirada exigente. La luz tenue del atardecer se filtra a través de las ventanas altas, proyectando sombras largas sobre el salón.
El señor Dupont, caminando lentamente entre las filas de bailarinas, da una orden firme, golpeando su bastón en el suelo para captar su atención:
— Mesdemoiselles, pliés en primera posición. Quiero ver la precisión en cada movimiento.—
Las jóvenes ajustan sus cuerpos al instante, bajando y subiendo con elegancia mientras él observa cada detalle.
— Relevé, continúa, levantando una mano— el profesor ordenó nuevamente—Mantengan el equilibrio. No se tambaleen, control absoluto del cuerpo.—
Su mirada recorre la sala y detiene a una bailarina que vacila en su postura.
— señorita Élise, sus puntas no están lo suficientemente estiradas. ¡Tendu, pero con perfección!—
Élise corrige de inmediato, mientras las demás avanzan hacia el siguiente movimiento.
—Bras bas, y ahora... ¡a segunda posición!—
Las bailarinas ejecutan el cambio con una elegancia meticulosa, sus brazos formando arcos suaves en el aire. El profesor Dupont, observa, luego golpea su bastón suavemente contra el suelo una vez más.
— Pas de bourrée, rápido, ¡no se queden atrás!—
Los pies de las bailarinas se mueven en una rápida sucesión, sus respiraciones ahora audibles en la sala silenciosa. Él se detiene frente a una de ellas.
— Arabesque. Alarguen las piernas, sientan el aire bajo sus pies.¡ ¡Vamos señoritas...la mirada hacia arriba, Elizabeth!—
Las jóvenes alzan una pierna hacia atrás, buscando una línea perfecta mientras el maestro pasa entre ellas, ajustando posturas con precisión militar.
— Port de bras— indica suavemente. —Elegancia, señoritas, no olviden la gracia.—
Finalmente, da un paso atrás y ordena el cierre de la secuencia.
— Grand jeté. —Su voz es firme, pero con un tono de anticipación. — Sin perder la energía, ¡salten como si estuvieran volando!—
Las bailarinas se lanzan al aire, sus cuerpos en perfecta sincronía. Dupont asiente con aprobación y, finalmente, levanta la mano para indicar el final.
— Finalicen con gracia, mesdemoiselles, y sostengan la posición.—
El salón se llena de una quietud expectante mientras las jóvenes detienen sus movimientos, congeladas en posturas perfectas, el sonido de sus respiraciones aún reverberando en el aire, esperando la crítica final de su estricto maestro.
— Estuvo bien señoritas, casi perfecto, pero no quiero un casi. ¡Así que de nuevo!—
—¡Noooo!— Isabela se quejo de una manera no muy discreta, estaba cansada, en realidad, todas aquellas jóvenes estaban exhaustas, llevaban horas practicando con solo pequeños descansos para tomar algo de agua.
— Escuche su queja, señorita Beverly— Dijo mientras volteaba hacia la dirección en donde se encontraba Isabela, a su lado estaba una ya muy cansada Marianne tomando un poco de agua.
— Señor Dupont…no cree ¿Que ya hemos practicado mucho?— Marianne sabía con exactitud que su amiga ya estaba exhausta y que lo más probable era que no dejara de quejarse por ello. Pero ¿Quién no estaba cansada?.
— Solo han sido unas pocas horas más señorita Seymour. Pero...—
— ¿Pocas…horas? ¡Ouch! No me pellizques Marianne.— Isabela susurro lo último mientras se sobaba el área afectada.
— No creo que quieras que te saquen de la presentación.— Marianne reprendió en voz baja a su amiga.
— Como decía, se que les exijo mucho el día de hoy. Pero mañana es la presentación y espero la perfección en ustedes.— el señor Dupont tomo un poco de aire para seguir hablando.— es por eso que haremos la coreografía una vez más y podrán retirarse.—
—¡Siiii!—El salón no tardo en llenarse de aplausos. Rápidamente todas se acomodaron, ya querían irse a descansar.
Después de una última práctica, todas salieron con prisa hacia sus abrigos para irse antes de que el profesor la volviera a llamar afirmando que se había arrepentido de su decisión de dejarlas ir.
La única que no tenía mucha prisa era Marianne, su pasión era el ballet y a pesar de estar cansada, prefería estar ahí, que en cualquier otro lado. Además el profesor le dijo que se quedara pues tenía algo que comentarle. Solo esperaba que no le quitará su solo en la próxima presentación.
—¿Quieres que te espere? Puedo llevarte en mi carruaje... — Isabela se detuvo a su lado mientras le preguntaba.
— No, adelántate, se que quieres llegar lo más rápido posible a tu casa para poder descansar. Igualmente iré por el vestido para la presentación, solo te retrasare. Aún así gracias.— Marianne le sonrió a Isabela, para después despedirse con un abrazo.
Isabela salió junto a lidia y Élise. Cuando Marianne estaba lista se acercó a su profesor y espero a que terminara de hablar con otras chicas.
— Hasta luego profesor.—
— Adiós señoritas, nos veremos mañana a primera luz del día.—
Marianne se despidió de sus compañeras, que anteriormente hablaban con el profesor, el realidad no quería que se fueran. Eso solo significaba que sería ella la siguiente en hablar con el señor Dupont.
— Ah señorita Seymour, lo hizo muy bien el día de hoy.—
— Gracias maestro.. ¿Quería decirme algo?— se limito a decir la joven.
—oh, si lo que tengo que decirte es sobre tu solo— esas palabras solo hicieron que Marianne se preocupara.— como sabes la presentación será en dos meses. Y al tener un solo debes practicar el doble. Así que después de la presentación de mañana, tendrás que llegar una o dos horas antes de lo que acostumbramos. Si se te llega a dificultar debes avisar con anticipación y lo cambiaremos para después de los ensayos.—
— Por supuesto profesor aquí estaré —
Marianne ya podía respirar, no se lo quitarían y eso la tenía contenta.