Unos instantes antes de que llegara la policía...
- Lis, por favor, despierta –mis lágrimas comenzaban a estar presentes. La veía a ella, sin vida en el frío suelo. Vi su fino rostro, lo acaricié. Su pálida piel, fría como el hielo. Su cuerpo, con la herida en su pecho por un impacto de bala. Su cabello, alborotado por el forcejeo que seguramente realizó.
- Oh mi pobre flor, ¿por qué te hicieron esto?
Observé un poco el lugar en busca de alguna señal que indicara qué había pasado. A lo lejos pude percibir un papel. Fui en busca de ese papel para ver que decía.
“Ven por mí, pero déjalo a él” Lis
- ¿Qué?...
Comencé a atar cabos. Hace un tiempo vi una de las notas que le habían llegado a Lis de una persona anónima. Pero no sabía que ella contestaba a éstas.
- ¿Él? ¿sabías que me tenían? ¿Por qué hiciste esto? No importaba lo que sucediera conmigo, pero tú debiste cuidarte. Ahora ya no te tengo más junto a mí.
Seguí buscando alrededor del lugar, para ver si podía encontrar alguna otra pista. Pude encontrar algo que llamó mi atención. Una manzana. Que extraña fruta, tenía unas escarchas muy raras. Todo encajaba de a poco.
- Te envenenaron y luego te dispararon. Pero... ¿quién haría algo así?
De pronto noté algo más (vaya, las personas que cometieron el asesinato aquí no fueron tan listos. Dejaron mucha evidencia en su contra) era una especie de peluca. Era un pelo gris, medio lacio. Que extraño. Dejé las cosas a un lado y traté de examinar un poco el cuerpo de Lis. Su boca, tenía un poco de espuma. ¿Le habrán medicado alguna otra cosa?
- Policía, arriba las manos. ¿quién es usted?
Maldición. Giré mi cabeza un poco y pude visualizar a los oficiales con las armas apuntando a mi cabeza.
- Oficiales, que bueno que llegaron. Encontré algunas pruebas que podrían ayudarnos a llegar con el paradero...
- Manos arriba y no diga ni una palabra más. Aléjese lentamente del cadáver y no haga más difícil la operación.
- No, no. Se equivoca, yo no...
- ¡Que se aleje!
- Bien, bien –puse mis manos en mi cabeza y comencé a tomar distancia de Lis –Oficial soy Brais ¿me recuerda? Yo lo llamé hace un rato por un secuestro.
- No quiero escucharlo. Pónganle las esposas, ¡ya!
Los otros oficiales se acercaron a mí y procedieron a ponerme las esposas mientras el capitán seguía apuntando su arma contra mi sien. Estaba totalmente consternado, no había tenido oportunidad de hablar y dar mi declaración de inocencia en ningún momento.
Mientras me sacaron del edificio, pasamos por fuera del market y pude visualizar a la señora Ross dentro. Algo extraño pasó por mi mente y es su cabello. Por un momento, algo realmente loco llegó como recuerdo. La peluca que estaba en el apartamento es igual que el cabello de la señora Ross. No puede ser, la señora Ross es una anciana muy amable. Además, ¿por qué le haría algo así a Lis? Se ve que se llevaban muy bien.
Estaba en una situación incómoda. Los oficiales me llevaban por toda la calle exponiéndome, me sentía avergonzado. Un momento... ¡Yo no hice nada! ¡Soy inocente!
- Señora Ross, ayúdeme. Dígales que yo no fui -seguía forcejeando, estos tipos sí que tenían fuerza.
Me fue imposible liberarme, no iba a escaparme. Soy inocente, pero no soy estúpido. Tenía la esperanza de que la señora Ross pudiera ayudarme, pero no logró hacer nada. Los oficiales se negaban a escuchar cualquier cosa. Estaba a punto de que me subieran a la patrulla, cuando de pronto escuché algo que me dejó helado.
- Perdona chico, me caías bien, pero eras tú o yo –fue lo que se escuchó del susurro de la señora Ross.
Ahora la gran película que me había pasado en mi cabeza hace un rato, tenía mucho sentido ¿Es posible que ella haya sido o simplemente fue mi imaginación? Pero... ¿de quién más sería esa peluca? ¿Será que la señora Ross en realidad no es la amable señora que se muestra?
Durante todo el trayecto hasta la comisaría no dije nada. Estaba tratando de ordenar las ideas en mi cabeza para que luego tuviera el mayor sentido posible y ellos pudieran creerme. Los oficiales definitivamente creerían que estaba loco y que tenía la culpa del homicidio si les decía que una humilde anciana del vecindario era en realidad una maldita asesina desquiciada que había planeado el asesinato de Lis por quién sabe qué razón.
Incluso si yo lo escuchaba sonaba de lunáticos. Debía buscar la manera de que ellos me creyeran, si no, nunca saldría de aquí. No es justo que yo esté tras las rejas si no hice nada. Pero obvio que tras ellas no podría hacer nada.
- ¡Hey!, he visto en las películas que tengo derecho a una llamada. Exijo mis derechos.
- Cálmese, cuando lleguemos tendremos que escuchar todo lo que tiene que decir.
- Bien, más les vale cumplir con su palabra señores. Es de muy mala educación no hacerlo.
Al llegar, me empujaron como saco de papas hasta una sala que decía “interrogatorio”. Supongo que aquí es donde me preguntan cosas y yo les exijo mi abogado.
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Editado: 03.04.2022