Pasos hacia el Destino

Prólogo

“Recuerda que el destino no juzga o toma lados, sino destruye a los que se atreven a detenerlo, aun así, lucha hasta el final. Mi querido amigo, si caes, levántate y sigue adelante, y cuando nadie más quede, yo voy a estar allí, no te voy abandonar"

Los “Sextos” no se detienen y con la voracidad de una plaga hambrienta de sangre, arrasan con todo a su paso. Uno de los sitios que su furia ha alcanzado es el universo “Los Ríos sin Fin” y, al igual que ellos, sus guerreros que lo defienden no van a rendirse; van a pelear hasta el final.

El Legado Comandante Rocemi ve que uno de sus guerreros necesitaba ayuda, apenas logrando defenderse de los monstruos que querían arrancarle cada una de sus extremidades. A pesar de consumir gran parte de su poder mientras despacha a varios de ellos en el camino, no logra llegar a tiempo.
Con el aire abandonando su agitado pecho, sus ojos se alzan lentamente para ver cómo la sangre y los restos de su amigo desaparecen en el oscuro y frío espacio. Estaba por regresar a su armada cuando un enorme Sexto se cruza en su camino, pero en lugar de atacarlo, la criatura simplemente lo observa.
Rocemi entiende muy bien que el poder principal de los Sextos consiste en anular las habilidades de sus víctimas para que las reemplacen con la duda y la desolación. Aun así, no puede evitar que su mente divague en el pensamiento de si podrá sobrevivir otro día.
Parte de él quiere matarlos a todos, a esos monstruos que han reducido a incontables hogares a cenizas. Pero, al mismo tiempo, ha visto a demasiados morir, ha perdido a tantos que ya no quiere seguir siendo testigo de las horribles crueldades que no puede detener. Ese sentimiento lo obliga a mirar su espada, a notar lo pesada que se siente en su mano, a preguntarse si quizás sería mejor soltarla. Cuando sus ojos se cruzan con los del Sexto, que sigue observándolo en silencio, comprende que si no logra controlarse, podría perder las pocas fuerzas que le quedan.

Ignorando sus dudas se aferra a los recuerdos de sus hermanas, a la de su madre y, en especial, a la de “Roza”. Se aferra a ellas como un salvavidas, dejando que le provean la esperanza que necesita. No puede fallarles.

El Sexto frente a él, se perfila en un enjambre de partes de cuerpos que sin duda pertenecieron a gente inocente. Sus múltiples ojos se abren y se cierran solo para reaparecer en otras partes de su cabeza. Los huesos adentro de sus extremidades se mueven, se retuercen, reconfigurado su forma. En momentos, sus pies son más largos que sus ocho brazos; en otros, sus brazos se alargan hasta sobrepasar su propio cuerpo, alcanzando los treinta pies.
Apretando con fuerza la empuñadura de su espada, se prepara para defenderse cuando el pecho del Sexto se agita de tal forma que parece que su corazón estaba a punto de salírsele; una clara señal de que va a lanzarse al ataque.
Un gran aullido irrumpe el silencio del espacio, resonando desde las múltiples bocas del monstruo. La velocidad del Sexto es abrumadora. Aun estando preparado, no logra reaccionar a tiempo antes de recibir un golpe brutal en el pecho. La grotesca garra se hunde en el metal que lo protege, perforándolo con las afiladas espinas que rodean cada uno de sus puños. Afortunadamente, su armadura, su fiel aliada, resiste una vez más.
Ahora es su turno, y con sus dos manos en la espada, le corta el brazo antes de que pueda retirarlo. Sin embargo, el monstruo no muestra miedo ni dolor. Simplemente lo observa con una de esas malditas sonrisas que los caracterizan, y sin demora, deja en claro que aún le quedan otros cuatro brazos en ese mismo lado de su cuerpo.
Acercársele iba a ser peligroso. No solo es más rápido y más fuerte que muchos de los Sextos, también más agresivo. A pesar de estar agotado, Rocemi usa todo lo que le resta y logra hundir su arma en el pecho del monstruo. Estaba a punto de acabar con él cuando la criatura sacude uno de sus largos brazos, obligándolo a retroceder. El movimiento le recuerda más a un tentáculo de pulpo que a un brazo, por sus múltiples codos que se doblan en multiples direcciones.
Mirarlo directamente no era fácil; su rostro es una abominación. Donde se supone ser una cabeza, se ocultan docenas de ojos, observando en todas direcciones. Sus cinco bocas, repletas de dientes largos y afilados, están distribuidas de manera caótica, como si varias cabezas hubieran sido fusionadas en una sola.

Antes de que la desolación lo consuma, sus compañeros finalmente lo alcanzan. Juntos atacan desde todos los ángulos posibles, desgarrando la carne de la criatura y quebrando sus huesos. Con el monstruo debilitado, Rocemi le clava su espada en el corazón. Los gritos de agonía emergen de sus cinco bocas mientras, entre maldiciones, el Sexto promete que ninguno de ellos va a sobrevivir el día.

Con apenas unos segundos de descanso, su expresión se endurece en un agrio sabor de boca, porque todavía quedaban muchos más.
Otros Sextos avanzan hacia ellos como una marea de odio, pero eso no es lo peor. Ni él ni sus compañeros encuentran palabras para explicar lo que sienten al ver los portales. Tal vez sea el agotamiento o, más probable, la resignación que ya se ha arraigado en ellos. Cientos de miles se aparecían a cada segundo, sumándose a los millones que ya se arrojaban contra sus fuerzas.

Si tuviera un poco más de tiempo, les agradecería a sus valientes amigos por sus sacrificios. Les diría lo orgulloso que está de luchar a su lado. Lamentablemente, no lo tiene. Con una breve y forzada sonrisa, les dedica su gratitud antes de que sea demasiado tarde.

Es el tercer día de la batalla en el universo creado por su madre, la diosa “Bemmatiz”. Como Ama de la Casa, hizo todo lo posible para prepararse, convocando a dioses y millones de ángeles decidida a proteger su hogar: el epicentro de todas sus creaciones. Aunque intentó evacuar a la mayoría de los habitantes, muchos eligieron quedarse y luchar a su lado.
Desde el inicio de la guerra, los Sextos neutralizaron los poderes de los magos en su ejército, como hacen en cada universo que atacan. Sin embargo, entre los mortales circulan rumores sobre los magos de la armada del “Guerrero Imbatible”, quienes, según dicen, son los únicos capaces de usar magia en este conflicto.




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