Mia sale primero del cuarto harta de su situación, no le era posible creer que otra vez Fel no la hubiera escuchado. Aquel tipo no la deja en paz, le exige a que se detenga pero no lo hace, la verdad es que ni quería verle la cara. «Sigue hablándote solo, no te das cuenta que no te estoy escuchando», no se lo dice, sino rueda sus ojos para que vea que estaba cansada de su voz. Lo malo es que él simplemente la ignora y le comienza a informar lo que quiere de ella, le habla de como van a establecer aparatos para crear telarañas de comunicación e información. Suspirando piensa que él nunca va a entender los sentimientos de un mortal y mucho menos los de ella.
—Vamos a necesitar miles de agentes en cada uno de los imperios, al igual que miembros de un nuevo gabinete de inteligencia para controlar los medios de comunicación. De seguro tú tienes nombres ya listos, los voy a necesitar mañana en la madrugada a las 6 en punto. Quiero que añades sus cualidades, edad, nivel de poder, si tienen familias, si son demonios…
—¿Demonios?, ¿qué tiene que ver si son demonios? A Fel… la Emperatriz nunca pediría esa información, solo vasta que sean leales y capaces de hacer sus trabajos, bruto.
Eucalis la empuja contra la pared perdiendo su serena expresión, y para que pueda controlarla la agarra de las muñecas. Los dos luchan por unos segundos, no obstante Mia termina atrapada, y antes que se le ocurra usar su rodilla él pone la suya entre las de ella.
—No quiero volver a repetirlo. Tú eres la persona que yo tengo que confiar, mi mano derecha. ¡Mírame cuando te hablo! No vuelvas a interrumpirme sin antes pedirme permiso.
—¡Crees que soy una de tus perras…! —exclama enrojecida apretando sus dientes.
—¡Silencio! —le grita para callarla de una vez por todas.
Mirit tenía ganas de maldecirlo, y antes que lo haga comienza a sentir vergüenza al ver que varios de los guardianes los estaban mirando, incluso la puerta del cuarto de Fel se abre. El silencio pasa de unos segundos a casi un minuto, ese ángel con sus ojos negros como el de un halcón no dejaban de mirarla; perdiendo su convicción cierra los ojos y en una forma de derrota se queda cayada.
Dando unos fuertes respiros Eucalis continúa:
—No importe lo que pienses de mi, voy hacer el mejor trabajo posible, tenlo eso por seguro. Al igual que yo tengo que mantener disciplina entre mis subordinados, tú vas a tener que hacer lo mismo. De hoy en adelante nunca me vas a escuchar menospreciar o rechazar a mi gente, ¿entendido?.
Mia comienza a verlo por primera vez al oír esas palabras, él de su parte la suelta y se aleja. Sonando su nariz se pone a recordar las muchas veces que ha tenido que luchar para que la tomen en serio, para que su voz tenga valor; se prometió hace mucho tiempo que no iba a permitir que nadie la menosprecie, que nadie la va a volver a pisotear. Si él esta mintiendo entonces lo va hacer pagar mil veces, por el momento decide escucharlo, entonces junta sus tacos y en una pose militar le pide disculpas. Desde ese día en adelante su apodo iba ser la Garra de Euca.
—Continuemos… acerca de esa lista, voy a crear cada sección de inteligencia en grupos que incluyan a humanos, magos, demonios y ángeles, de esa forma va ser fácil intercambiarlos mas tarde, también para que aprendan a trabajar juntos. El desastre del barco no puede volver a suceder, tenemos que convertirlos en equipos sofisticados e independientes, en donde ningún grupo va a carecer de liderazgo. Vamos a convertirnos en la columna que soporte todo el peso del imperio. Antes que se me olvide; el ejercicio, quiero que lo hagas 3 veces a la semana, después de dos meses quiero que tus subordinados tomen tu lugar y se hagan cargo de entrenar al resto.
Eucalis y Mia siguen caminando rumbo al registrado para encontrar nuevos reclutados.
Fel y Sabari salen del cuarto una vez que todo se calma.
—Ves, te preocupabas por nada. Te dije que te iba a servir de la mejor manera —le asegura Sabari poniéndose su casco plateado.
Antes de irse Ansaidifel les pide gracias a ambas Arka y Daij por su trabajo, les ordena que descansen, que disfruten de su vacación y que las va a volver a ver en 5 días.
—¿Ahora quién te va a bañar? —pregunta Sabari despidiéndose de ellas con la mano.
Fel la ignora y prosigue a caminar en el pasadizo rumbo a Laxaro, el cuarto de la corte del castillo. A Sabari le fascinaba la forma en que ella cargaba su pequeña espada que se parecía a un alfiler, expuesta para que todos la vieran. En vez de ponerse un vestido había decidido en un uniforme con pantalones apretados, tampoco cargaba collares o ornamentos ni ese maquillaje dorado, solo ese simple traje con el símbolo de emperatriz en el lado de su corazón. Para cualquiera que la viera esto debería ser algo raro, verla de esa forma, porque nada de esto parecía ser la costumbre de este país, y sin aguantarse le pregunta la razón. Le responde que quería que la vieran de cierta forma, como de alguien capaz, lista a cualquier cosa. Que entre mas tiempo pase su forma de vestir se va a volver a algo común, unos días la van a ver con un vestido y otros con su uniforme militar. Sabari se ríe a su forma de razonar, mientras que las dos hablan un grupo de magos en el cielo comienzan a descender. Sus guardianes los interceptan y los detienen, después de unos segundos son escoltados hacia el palacio rumbo a Laxaro. Las dos se dan cuenta de los países que vienen, las banderas eran las de los imperios de Imas y de Encan, no pasa ni unos minutos cuando Gabriel y dos magos corren hacia Ansaidifel.
—Mi Emperatriz las delegaciones de Imas y Encan acaban de llegar y están demandando una audiencia, de seguro vinieron a hundirnos en su guerra.
Las puertas del cuarto se abren, cinco representantes de Imas y otros 5 de Encan voltean a ver a la emperatriz de Quinton, se quedan pasmados por lo bella que es, y sin que pase unos segundos ven lo que la sigue, una guerrera con la mas encantadora cara que hayan visto en todas sus vidas.