Pasos hacia el Destino

Capítulo 11, Por un Pelo (1)

En su pequeño cuarto, con un gesto delicado, desenreda lentamente su cabello sedoso antes de despojarse de sus prendas. Pero antes, retira los anillos de oro, los collares y los aretes, liberando su piel de sus carísimos objetos. Su camisola semi-transparente, revela un escote que invita a la tentación, desafiando los límites de la decencia. Y por último, sus largas medias de seda se deslizan por sus piernas, dejando a su paso un rastro de sensualidad irresistible.

Cada una de sus joyas fueron regalos de sus numerosos invitados, quienes, tras una noche, se convertían en sus incondicionales patrocinadores. Solo bastaba una incitadora sonrisa o una suave acaricia para someterlos a su voluntad.

Sin embargo los ojos café claros de Zachin reflejaban una falsa sonrisa, el cansancio de una vida que parecía que no le perteneciera. Pero, ¿qué otra alternativa tiene? Si solo eso fuera todo. «¿Qué fueron esos ruidos? ¿Risas de niños pequeños? ¿Y aquellas palabras?», las preguntas toman pausa para colocarse el sostén. En ese instante, se recuerda de esa breve imagen, el de un hombre, alguien de mirada penetrante y ojos oscuros. Cierra sus ojos e intenta descubrir quien es, si era alguien que ha visto antes, pero todo lo que encuentra es una silueta. ¿Podría ser ese recuerdo una de esas vidas pasadas?

Lo que sí tiene claro son las palabras que retumban en su mente: "el guerrero imbatible”. Su ser lo reconoce como si fuera alguien especial, el nombre del ser que vislumbra en su futuro. Quizás ese sea el hombre que está destinada a amar.

En medio de su habitación, se encuentra su armadura, un vestigio de su pasado en el mundo de los demonios. Al percibir el anhelo de su dueña, esta comienza a vibrar, desmoronándose en fragmentos de vidrio que se adhieren velozmente al cuerpo de Zachin. Con un destello fulgurante, las piezas se unen en perfecta armonía.

Luego se amarra el cinturón con dos espadas, extrayendo una de ellas para examinar su filo, y luego la otra, deslizando sus dedos a lo largo de la hoja afilada. En el espejo, se refleja una guerrera ataviada con una armadura blanca, portando dos espadas, y también un casco que adorna su cabeza con una cola que se extiende hasta las rodillas. Ahora estaba lista, preparada para cualquier eventualidad.

Una vez afuera, dos magos la acompañan en su camino hacia el imponente castillo. Mientras los tres surcan los cielos sobre la ciudad más grande de todo el continente, Iris’Nosama, capital de Pumas, Zachin reconoce el inmenso poder de la emperatriz. A pesar de encontrarse a 50 millas de Sol’Yudax, podía sentir su presencia, una magia sobrenatural que envolvía todo a su alrededor.

Se dice que la emperatriz tiene mas de 100 años, aunque algunos sostienen que ha vivido más de mil, pero la verdad solo ella conoce su verdadera edad. Si es cierto que posee tanto poder, entonces surge la interrogante: ¿por qué Iris aún no se la ha llevado? Algo le indica que esto guarda relación con la inminente guerra. No todos están al tanto, pero entre los círculos de alto rango se rumorea que la emperatriz anhela la destrucción de los otros imperios. Aunque la razón no está clara, persiste la idea de que tal vez esté perdiendo la razón.

El imperio de Pumas no es como otros países, la gran diferencia radica en que nadie hereda títulos por linaje, algo común en muchos otros lugares. Esto significa que no puedes heredar las posesiones de tus padres, como tierras y fortunas, ya que todo lo que tienen regresa al imperio el día que fallecen. Tampoco las esposas pueden heredar lo de sus esposos ni viceversa. La única forma de obtener lo que se desea es alistarse en el ejército, ya que solo allí puedes adquirir tus propios bienes. No existen familias reales de ningún tipo, solo está la Emperatriz y sus subyugados.

La única ventaja que se tiene al nacer en una familia adinerada, es que pueden allanar el camino hacia sus carreras antes de ingresar a las escuelas militares, a través de acuerdos, sobornos o ambos, algo que es aceptado por la misma emperatriz.

Al llegar a la entrada del castillo, dos imponentes magas guerreras los detienen, pero sus escoltas exhiben un sello y se les permite el acceso. Entre los pasillos y las habitaciones, se podía observar a personas de todas las edades: niños, jóvenes, adultos y ancianos, moviéndose en todas direcciones. Ninguno de ellos parecía distraído; incluso los niños carecían de sonrisas y juegos. Todos lucían una expresión de alerta, completamente enfocados en sus tareas. Únicamente se oían los pasos resonantes de las personas caminando y nada más. No habían humanos entre ellos, y mucho menos demonios; solo magos y algunos ángeles.

Después de caminar durante diez minutos, finalmente llegan a la sala de la Emperatriz, conocida como La Gran Cámara. Dos magos abren las puertas y las cierran inmediatamente, permitiendo solo la entrada de Zachin. Ella examina detenidamente la habitación, observando cada rincón en caso de que tenga que luchar por su vida. Al otro extremo de la sala, se distingue a un ser envuelta en una vestidura púrpura que parecía moverse por sí misma. Aquella mujer posee todos los aspectos familiares, senos, piernas, ojos y cabellos, pero a la vez emana una presencia sobrenatural, trascendiendo la simple mortalidad. Ambas se miran directamente, Sol'Yudax y Zachin miden sus poderes.

En la habitación también se encuentran otros diez magos guerreros, cinco hombres y cinco mujeres, ellos son los generales del imperio de Pumas.

Zachin se introduce y se postra, pasan unos segundos tensos de espera, hasta que uno de los magos rompe el silencio y comienza a hablar.

—Zachin Lanzan —dice el mago con voz clara pero sin emoción—. Después de evaluar tus habilidades de combate, te tenemos una oportunidad para que demuestres tu lealtad y devoción al imperio. Y a cambio… te concederemos lo que tanto anhelas.

Zachin levanta la cabeza, su rostro no refleja sus dudas y escepticismo. ¿Cómo podrían ellos conocer sus verdaderos deseos? Sigue a escuchar atentamente mientras el mago continúa hablando.




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