Pasos hacia el Destino

Capítulo 15, Pasiones y Duelos

La radiante luz de la luna-llena irrumpe en la oscuridad de la medianoche, revelando un par de ojos zafiros rebosantes de amor, en busca de lo inesperado. A continuación, se aprecia su cabello pelirrojo, ligeramente húmedo por el sudor de su cuerpo. Su vestido blanco de verano se aferra suavemente a sus formas, acentuando cada una de sus curvas. Antes de que empiece, adopta una pose de encanto hipnotizante, con su fragancia impregnando el aire de un magnetismo irresistible.

Con el brillo en su radiante cuerpo, ella comienza a mover su cintura, sumergiendo a su singular audiencia en una fantasía de pasión y deseo. Sus manos prosiguen a acariciar cada parte de su figura con una delicadeza que contrasta con la intensidad de su mirada: desde su dulce cuello hasta su seductora cadera, siguiendo por sus piernas que parecen esculpidas para el arte de la seducción, y finalmente deteniéndose en sus inolvidables pechos que parecen guardar secretos que solo el afortunado amante podrá descubrir, todo con el propósito de atraparlo con su nuevo hechizo.

Liyul continúa su baile, siguiendo las lecciones de Aguila, quien le guió para que sus movimientos irradien gracia y determinación en cada una de sus extremidades. Además, le enfatizó la importancia de mantener una sonrisa expresiva para poder contagiar a la audiencia con su amor. Con los brazos extendidos, alza su mirada hacia las estrellas, anhelando que este día perdure y no llegue a su fin.

Se sentía tan ligera que le era fácil saltar y girar en el suelo, dejando que su figura comunique su nueva forma de expresión. Había logrado memorizar más de cien movimientos de baile, cada uno ejecutado con la perfección de una artista consumada. Aunque sus piernas aún se sienten ligeramente fatigadas por su dedicación, su pasión la impulsa a continuar con vigor.

Al final de los ensayos, le informaron que hoy tendría la oportunidad de montar a Melenas, un evento excepcional que solo algunas afortunadas habían experimentado. Con esa anticipación en su mente, Liyul seguía danzando. No podía evitar notar que Eali, su atento espectador, no apartaba la mirada de su actuación, lo que llena su corazón con una satisfacción y un deseo de seguir cautivándolo.

 

Melenas no estaba con ellos; su amigo se encontraba con Aguila y el resto de sus viejos amigos, de seguro deben estar disfrutando de un gran banquete a su honor.

Que encantadora se veía, si pudiera hacerlo, le daría todo: carísimas ropas, joyas lujosas, una gran mansión… incluso la propia luna. No solo era hermosa; también había algo especial en ella, algo que era imposible de describir con palabras.

En solo unos días, Liyul había experimentado una transformación, emergiendo como una persona más segura de sí misma. No le importa su maldición; nada cambiará lo que siente por ella. Eso no significa que es ignorante de su poder; sabe que aveces sus víctimas sufrieron uno de los peores destinos que puede existir. Por esa razón, se va a convertir a un pilar en el que ella pueda apoyarse, alguien en quien pueda confiar con su amor. Era gracioso: durante mucho tiempo consideró que ser humano era casi un castigo. Sin embargo, tras haber conocido al maestro, ha cementado su decisión de ser alguien diferente. Le agradece desde lo más profundo por haberle mostrado el camino, y se promete a sí mismo que algún día lo superará, siguiendo sus propios pasos.

Ella empieza a darle señales para que baile a su lado; debe de pensar que Aguila le ha enseñado algo nuevo. Lo que no sabe es que fue él quien le enseñó a bailar, un secreto que ha mantenido para este momento.

Rememora su infancia y sus innumerables prácticas; se había enseñado a sí mismo a través de libros, eventos y competiciones que había presenciado en vivo o en los espejos. Fue solo por casualidad que alguien del circo lo vio bailar y, en ese mismo día, consiguió un lugar entre ellos. Nunca se convirtió en la atracción principal, solo alguien que trabajaba detrás de las cortinas para ayudar a las estrellas principales. A pesar de no haber logrado alcanzar sus propios sueños, aquí está, impulsando a la persona que ama a conseguir los suyos. Sin olvidar a Melenas, comienza a sentir una profunda felicidad al estar al lado de la mujer que un día llamará… su esposa.

 

Una vez más, las nubes cubren la luz de la luna y Liyul se detiene al perderlo de vista. Cuando el viento permite que el brillo nocturno regrese, se encuentra con alguien diferente. Él mantenía los ojos cerrados, absorto en pensamientos; se imagina que deben estar centrados en ella. De pronto, sus propios ojos azules se iluminan llenándose de exaltación y expectación al ver cómo Eali coloca una rosa en su boca y, sin más preámbulos, comienza a danzar. Él se acerca con pasos que no había mostrado hasta ahora. Liyul estudia sus movimientos con atención, intentando captarlos para después emularlos. Pero antes de que pueda hacerlo, él la toma de la cintura y la empuja suavemente hacia atrás, obligándola a mirarlo a los ojos. Sus manos exploran la piel detrás de su oreja, su cuello y su pecho, con la intención de desabotonarle su vestido, dejando al descubierto su escote. Aunque se ruboriza, se siente incapaz de detener lo que está sucediendo y sigue en el lento baile a su lado.

—Eres la mujer más hermosa del mundo, y deseo cada parte de ti —confiesa Eali, colocando la rosa en su cabello—. Quiero estar siempre a tu lado, envejecer contigo. De seguro vamos a tener una gran familia, una casa acogedora y hasta un establo. Vamos a ser felices por un largo tiempo, y en el día en que parta de este mundo, mi último pensamiento será por ti.

Lo dice con tal intensidad que las lágrimas afloran de sus ojos, sabiendo que jamás podrá olvidar aquellas palabras. Ambos se sumen en el baile, cautivando a las escasas personas presentes en el parque.

Por primera vez, sin pensar ni practicar, Liyul logra seguir el ritmo apasionado de Eali. Siente caricias en su cuello, brazos, espalda, vientre y piernas. Deseaba devolver su confesión de amor, pero está tan cautivada que no puede hacerlo; su cuerpo se encontraba caliente, ardiendo. Lucha por mantener la compostura, pero él la guía en movimientos sensuales, casi eróticos. La balancea de un lado a otro, eleva sus piernas, acaricia su cabello y le dobla su espalda. Su cuerpo, mente y corazón anhelan alcanzar el clímax del baile; ya no le preocupa dónde la toque, no lo va a detener.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.