Pasos hacia el Destino

Capítulo 18, El arte del Destino, (1)

Uchanta avanza por el estrecho pasadizo, semi-cavernoso, iluminado únicamente por las tenues luces de velas colgadas en las paredes. Cada paso que da, resuenan con un eco metálico de su ropaje, evocando el sonido de una pesada bola de acero al ser soltada. La vestimenta que lleva no solo la protege, sino que también refleja el arte de quienes dominan la forja de metales encantados. En la parte trasera de su armadura, a la altura de la cintura, lleva grabada una inscripción: Justicia-10998, un nombre que evoca el año de su creación. Su armadura es austera de color gris escamoso, adornada únicamente por cinco perlas en el pecho que simbolizan los cinco picos, y se complementa con una corta capa azul que ondea tras ella.

Bajo la visera de su casco, parte de su rostro se descubre. Sus ojos marrones reflejan una profunda nostalgia, un pasado vinculado a un ser muy especial. A pesar de ser alabada por su férrea disciplina y dedicación, aquellos que conocen historias de su juventud la encuentran casi irreconocible. Resulta sorprendente pensar que en otro tiempo fue impulsiva, grosera y precipitada en juzgar a los demás.

«¿Qué sería de mí si nunca lo hubiera cruzado en mi camino?», la pregunta le hace pensar en su deuda impagable que tiene con su maestro, y con un pequeño orgullo, se erige hoy como representante de su escuela. Además de Lutao, siete otros maestros la instruyeron, desde artes marciales y manejo de armas, hasta magias de todo tipo, incluso filosofías extranjeras. Todos ellos, junto con sus compañeros, componen la familia de su maestro, y todos comparten un código inquebrantable.

Este código es el producto de la tenacidad de un hombre con un propósito, alguien que siempre luchó contra todas las adversidades, que de igual manera terminó adoptando el papel de su padre.

Si pudiera cambiar el pasado, cambiaría la forma en que lo trató. Han pasado tantos años y él nunca la encaró por la forma que ella lo menospreció, cuestionando su valor por ser un humano débil, un bueno para nada y un enano. Lo peor, es que en un acto de inexcusable desdén, llegó a escupirle.

«¿Por qué? ¿Por qué tuve que ser tan ciega?», su reproche no le hace sentirse mejor, al menos hay algo especial entre los dos. Aunque para el mundo su valor es evidente, solo Uchanta conoce la verdadera magnitud de su corazón. En sus momentos más sombríos, cuando todos parecían abandonarla, solo él permaneció firme, incluso en medio del abuso y rechazo que sufrió por su parte. Literalmente su paciencia es comparable a una montaña, algo que ella tiene que luchar para poder alcanzar.

En un gesto de frustración, golpea la pared con fuerza, y el eco del impacto amenaza con desestabilizar la estructura. Luego, baja su cabeza, tomando profundos y pesados alientos. Es paradójico: este debería ser el día más orgulloso de su vida, y lo es. Recibió el título de "maestra" de manos de quien considera su más grande mentor y figura paternal. Un reconocimiento de años de sacrificio y, por encima de todo, carga la esencia de su fundador: el arte del destino. Pero el pasado es un lastre que aún pesa en su alma.

Sabe que su combate está por comenzar. Lejos de temer, siente la presencia protectora de sus ocho maestros. Cada uno le otorgó conocimientos y destrezas, pero es el recuerdo del gran Maestro Lutao, símbolo de determinación y perseverancia, el que brilla con más intensidad en su propio corazón.

A pocos pasos de distancia, la tenue oscuridad comienza a ceder ante la luz que revela la entrada a un majestuoso salón. El espacio interior se asemeja a un antiguo teatro, de seguro testigo de grandes actores y cantantes, con filas de asientos que muestran signos de deterioro y banderas desconocidas, que ahora son el hogar de innumerables telarañas. Al avanzar hacia el centro del salón, lámparas estratégicamente situadas sobre altos pilares empiezan a encenderse, bañando el lugar con una luminosidad etérea.

 

En la cima de la plaza, la vocera Kaila Blash se eleva sobre una plataforma de hielo forjada por su propia espada, preparándose para anunciar el comienzo del torneo.

—Damas y caballeros, niños y niñas, ha llegado el momento que todos esperaban. Tres enfrentamientos se vislumbran en el horizonte. Como en el evento de la gran carrera, aquellos que deseen vivir la emoción más de cerca, pueden dirigirse a las áreas asignadas para cada combatiente. Allí encontrarán cómodos asientos y puestos de comida para su deleite. Pero si prefieren una vista panorámica, la plaza central les mostrará cada duelo en su plenitud. Y no olviden alentar a sus guerreros; ellos también van a poder ver su apoyo.

La ciudad se convierte en un hervidero de actividad. Los asientos dispuestos en cada rincón se llenan, mientras otros optan por visionar desde parques o las ventanas de sus hogares. No obstante, solo en las zonas designadas podrán escuchar el estruendo y la vibración de cada impacto y habilidad desplegada en el campo de batalla.

—Y para iniciar, el enfrentamiento entre la Maestra A’iana y La Dama está por comenzar. Una carga el espíritu de la espada, mientras que la otra lleva consigo la destrucción de la hacha. ¡Que comience el espectáculo! —declara Kaila con su voz potente y carismática.

 

Un sistema de luces proyecta el duelo desde variados ángulos. Las combatientes, en lados opuestos, miden a su oponente con miradas calculadoras. A’iana, aunque determinada, siente un cosquilleo de ansiedad, un latido acelerado interrumpe su concentración. Con un gruñido aprieta sus puños ordenando a su cuerpo a que se detenga, y el miedo la suelta sin protesta alguna. Una vez lista baja la visera de su casco. Aunque se asemejan en estatura, La Dama se muestra más amenazante, en gran parte por sus hachas desmesuradas. Las armaduras de ambas radiaban cierto brillo de vida: A’iana con un tono metálico gris resplandeciente y la Dama con un matiz oscuro, casi abisal.




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