Pasos hacia el Destino

Capítulo 19, El arte del Destino, (2)

Ansaidifel se pasea por los pasadizos rumbo a la oficina de datos, sin dejar de ver cada retrato que revisten las paredes. Muchas de las imágenes, despiertan una curiosidad por la historia de aquellos héroes que pudieron cementar sus nombres.

Una emperatriz de cabello negro-corto toma su atención. Lee la inscripción que relata cómo luchó en la defensa de Astra contra imperios de otros continentes, y su mente se llena de preguntas: ¿Qué estrategias utilizó? ¿Qué tan fuertes fueron sus enemigos? ¿Qué sacrificios termino haciendo?

Anhelaba descubrir más, desentrañar los misterios del pasado y, tal vez, encontrar inspiración para forjar su propio futuro; lo malo era que su corta biografía no revelaba su personalidad o sus sueños.

Su mente se mezcla con las tensiones de su propio reino; las familias del alto plano en el sur se oponen a sus reformas. No desea desencadenar un conflicto interno, pero está dispuesta a hacerlo si es necesario para cumplir su visión de justicia y emancipación. Gabriel le ha sugerido que emita un decreto en su contra; con eso, podrá calificarlos de traidores para despojarlos de sus títulos y todos sus bienes. Sin embargo, no quiere hacerlo. No es porque sienta lástima por los amos de esas regiones, sino porque mucha gente inocente sufrirá las consecuencias. Antes que eso pase, necesita encontrar otra solución.

Se resigna a que tomará un largo tiempo destruir una institución que ha existido por miles de años. Esperando una respuesta, le pregunta a la imagen: ¿Qué harías tú?

Al ver que los minutos no la esperan, sigue caminando.

Ha pasado mucho tiempo desde que estuvo a solas, protegida en todo momento. Ahora, cuenta con Sabari a su lado, asegurándole que no se preocupe. Aunque las emperatrices son capaces de realizar grandes hazañas, eso no las hace invulnerables. En su caso, no es especialmente ágil en el campo de batalla ni en el uso de armas. No obstante, posee una habilidad única entre las emperatrices: puede elevar grandes ciudades en cuestión de minutos, una destreza que a otras, incluso con gran poder, les llevaría meses, sin mencionar lo agotador que sería. La Diosa le reveló que ese poder se denomina "complejidad", una fuerza distinta a la magia, que puede considerarse divina, gracias a la bendición de Iris.

De repente, Ansaidifel comienza a reflexionar sobre la mujer llamada Liyul. Sabe que tiene la maldición, y no solo eso, también está marcada por el sufrimiento. Aun así, ha encontrado la felicidad. Ojalá pueda ayudarla de alguna forma, y si no, que al menos su amor dure un largo tiempo. Otra pregunta se cierne en su mente: ¿encontrará a alguien como ella, con quien compartir sus anhelos y sueños más profundos? En sus cavilaciones, la figura del apuesto señor Leomen emerge, con su fuerte carácter y gran inteligencia.

Puede recordar esos ojos hermosos y distantes, que han logrado ocupar un lugar en sus fantasías. Aun cuando sea tentador dejarse llevar por tales deseos, sabe que es demasiado temprano y que no funcionaría. Su vida no solo le pertenece a ella, sino también a su gente. A pesar de repetirse esto, su corazón comienza a titubear, tentándola a ser más egoísta. Le susurra la posibilidad de poner sus propios deseos en primer lugar. Con pesar, empuja afuera esos sentimientos.

Se detiene por unos segundos para calmarse, no esperaba que le doliera tanto. Quizás, una vez que haya cumplido su deber, pueda seguir su propio camino. Incluso podría seguir al Quinto; según Sabari, tiene el poder de llevarla a un lugar que ni siquiera los mismos Dioses pueden alcanzar.

Las campanas en la distancia la despiertan.

La próxima ronda se acerca y, por alguna razón, Mirit se encontraba inmersa en su trabajo. Aunque esté bajo la supervisión de Eucalis, eso no significa que pueda privarla de vivir su vida, especialmente considerando que ella trabaja todos los días. ¿Habrá cometido un error al ponerla bajo su mando? Además, la relación entre ambos no es la mejor, y lo más probable es que estén en medio de un pleito en este momento.

Haciendo una breve pausa, se aproxima lentamente a la puerta, y justo antes de tocarla, distingue murmullos de voces en el interior.

"Deja de temblar tanto, uno pensaría que esto es tu primera vez", escucha claramente Fel, era Eucalis. Un tanto confundida sobre lo que podría estar ocurriendo, acerca su oído para captar más detalles.

—Déjame de darme órdenes. Y si necesitas saberlo, esto es mi primera vez —exclama Mia con frustración.

—Entonces soy tu primero… De todas formas, tú no tienes nada que perder, hasta puedes considerarlo un privilegio. Recuerda que eres mi mano derecha y esto es parte de tu trabajo. Así es que es mejor que te calmes, relájate; es una orden —responde Eucalis de manera firme.

—No tengo miedo, pero no preferirías a alguien con más experiencia —inquiere Mia.

—Claro que no. Si vamos a trabajar juntos, vas a tener que acostumbrarte a hacer esto cuando lo pida —sentencia Eucalis, manteniendo su tono serio—.

Mientras esa conversación se desarrolla, muchas preguntas rondan la mente de Fel. No puede ser lo que se está imaginando. Su pobre hermana estaba por ser abusada, pero no puede ser posible. Él es un supuesto ángel.

—Está bien. ¿Quieres que te lo lave primero? —pregunta Mia en un tono derrotado, tratando de esconder su miedo.

—La próxima vez. Hoy, quiero ver cómo esto sale. Presiento que vamos a terminar limpiando este lugar —responde Eucalis con impaciencia.

Los ojos de Fel se agrandan al pensar lo peor. Eucalis iba a corromper a su querida Mia. No estaba cien por ciento segura, aún así, siente la urgencia de intervenir y detener a dos personas a punto de cometer un error. Primero, necesita asegurarse, así que utiliza el hueco del cerrojo. No logra ver mucho, solo sillas y mesas en medio del camino; en la pared, distingue dos siluetas que parecían estar bien pegadas.




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