Pasos hacia el Destino

Capítulo 23, No me olvidaré

Con las aves que surcan el claro y cálido cielo del atardecer, Sabari baja la cabeza para ubicar a Ansaidifel y su grupo, quienes están a punto de entrar al castillo. Quisiera estar a su lado, pero la llegada de Eucalis le indica que la tercera persona está por llegar.

—¿Cómo es posible que alguien más sepa sobre el Quinto? En lugar de perder tiempo, ¿no sería más fácil leerle la mente? —inquiere Eucalis, convencido de que lo va a hacer; no hay otra persona que busca esas respuestas como ella.

Cuando Ansaidifel se pierde de vista, Sabari voltea hacia él para recordarle lo que ambos ya saben.

—Esa maga está destinada a desaparecer. ¿No crees que al menos merece la libertad de expresarse? Considéralo una cortesía.

Con escuchar esas palabras, él dirige su atención más allá de las nubes y observa cómo una luz se acerca al sistema solar, acelerando tanto su velocidad como la de su propio corazón.

—Voy a ver qué hacer con ella, no puedo permitir que Iris centre su atención en este universo —declara Sabari. Con el viento moviendo la tela de su vestido, observa cómo su ángel abre la boca para decir algo, pero en lugar de hacerlo, se queda callado al ojear sus ojos.

No quería aceptar que su Diosa estaba a punto de cometer algo tan estúpido. Necesitaba cambiar su opinión, porque ir en contra de Iris era una locura. El problema es que, si lo hacía, podría costarle la vida de todas formas. Al menos, cuando la maga aterriza, toma la atención y la expresión que Sabari cargaba en su rostro. Su cuerpo se hunde al soltar un intenso suspiro, y una tonta sonrisa se forma al reconocer que le debe las gracias.

—No me queda mucho tiempo. ¿Qué quieres saber? —apresura Lucero mientras ve cómo el vestido de la Diosa se hace pedazos.

—¡Silencio! Yo soy la que va a hacer las preguntas. ¿Son tus padres mortales? ¿Y cómo sabes acerca del Quinto? —interrumpe Sabari, elevándose en estatura.

Lucero no pensaba que algún día podría alzar la cabeza para conversar con alguien, ya que se encontraba un pie de diferencia entre ellas. Tenía la idea de que le iba a robar las memorias e invadir su pasado. La sorpresa de que no lo intenta hace que suelte la empuñadura.

—Sí, ambos son magos. Pero antes de comenzar, ¿cual es tu relación con Iris? —pregunta lista para todo, observando a los dos con mucho cuidado, necesitaba estar segura.

—No voy a repetirlo otra vez. Soy yo quien está haciendo las preguntas.

—Está bien. La simple respuesta es que nos encontramos con un fragmento del Quinto.

Cuando coloca ambas manos en los hombros de Lucero, la insta a seguir. En sus ojos, halla lo que buscaba: la confirmación del ser que ha estado buscando todo este tiempo.

—Pudimos ser testigos de su poder. Esto sucedió 17 años atrás, cuando mi aldea fue atacada por magos asesinos. No sabíamos quién era; todos en la aldea pensábamos que solo era un viejo, un anciano que repartía su mate todos los días —explica, tratando de alejar su rostro del de la Diosa, preguntándose si ha ellos no les gustaba llevar ropa—. Pero alguien pudo reconocerlo, no al Quinto, sino al cuerpo que había tomado.

La maga se detiene por un momento, esperando que la Diosa se aparte, pero sucede lo contrario; recibe un apretón que para una persona normal le hubiera destrozado  los huesos.

—Otro anciano lo identificó como su abuelo, y sucedió lo esperado; nadie le creyó. Era absurdo imaginar que un humano pudiera regresar a la vida.

Eucalis es el único que no quería aceptar que eso fuera posible, incluso cuando otros dioses propusieron lo mismo: que el Quinto podía traer a cualquiera de vuelta a la vida. Tenía que ser un error, ya que ni siquiera los dioses pueden resucitar a los muertos una vez que hayan cruzado el abismo. Para satisfacer su ego, aumenta el volumen de sus oídos y prepara su mente para encontrar al menos un rastro de mentira en las palabras de la maga.

—Como dije, mi aldea fue atacada por asesinos que vinieron por La Emperatriz —prosigue Lucero.

Esta vez, Sabari se queda en un silencio y borra su sonrisa; no podía moverse ni atreverse a interrumpir lo que decía. Lo que ella sabe, o lo que la maga no sabe, es que está confirmando lo que La Palabra predijo.

—Después de matar a sus padres, vinieron por ella. Ninguno de nosotros poseía el poder para protegerla, pero ese anciano sí pudo. Los derrotó a todos solo con su fuerza física, como si los palos y piedras que usaba estuvieran cargados con el poder de los propios dioses, imposibles de detener. Y hoy lo pude ver otra vez; tal vez eso es mi parte, contarte lo que pasó. Voy a confiar en ti, tienes que protegerlos, a ese hombre y a la emperatriz.

Eucalis voltea a ver al maestro celebrando con sus estudiantes, estaba a punto de leerle la mente, pero se detiene al escuchar cómo Lucero seguía contando su historia.

—Desde entonces, algunos de nosotros empezamos a creerle. Nos contó diferentes cosas, historias de grandes héroes, de nuestra gran campeona de cabello rojo, del guerrero-imbatible y del humano que pudo sobrepasarlo todo. Nos reveló el origen del Quinto, el momento en que cobró conciencia —revela un poco abrumada. No le resultaba fácil ver cómo los dos miraban cada centímetro de su cuerpo, su corazón, su cabeza y algo más adentro, algo que ni ella pudiera describir, y lo hacían sin siquiera parpadear.

 

En el momento en que termina de decir eso, todo el universo se detiene; todo deja de moverse, incluso las galaxias dejan de girar. Zeus y el resto de los dioses, como Iris, no esperaban escuchar eso. La maga acaba de revelar que alguien conoce el origen del Quinto. Rápidamente le preguntan a Bemmatiz, quien inicialmente se mostraba reticente a responder sus preguntas. Sin embargo, les explica que todo será revelado en su debido tiempo. Muchos de los dioses reclamaban las respuestas, pero solo Cyntia seguía mirando a su personaje principal.




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