Pasos hacia el Destino

Capítulo 2, Una Decisión

A unas 120 millas del reino de Quinton, en el archipiélago del continente Astra, Zachin se encuentra reflexionando sobre la razón de su regreso a este lugar. Rememora su primer embarazo, una experiencia dolorosa pero a la vez hermosa. Mientras acaricia su vientre, un estremecimiento le recorre al ver a sus amados Éfratan y Nívili jugando con su padre. Sus ojos se tornan amarillos al despedirse de su familia, que se desvanece con la brisa.

Armonizando su ser, avanza con cautela, procurando no hacer ruido. Cierra los ojos para agudizar su percepción de la existencia, apartándose del sentido del oído para captar la verdadera realidad que la rodea. Levanta los brazos para sentir el ambiente y comienza a sintonizar los pensamientos de los animales, insectos, árboles y plantas. Hasta este momento, solo ha sentido los hilos de la existencia y, en contadas ocasiones, ha logrado tocarlos, pero nunca ha conseguido verlos por completo. Condorkan le explicó que esos hilos son la esencia de toda existencia, una expresión de sentimientos hacia la vida y la muerte.

Al concluir su meditación, se prepara para regresar.

 

Condorkan y Yudaxi están a punto de besarse cuando Zachin sale de entre los arbustos. Rápidamente se reajustan, pretendiendo haber concluido una simple conversación para no enojarla.

La maga, completamente ruborizada, trata de ignorar las miradas de Zachin que le lanzan insultos. Siempre ha negado su amor, y cuando Zachin intentó conquistar a Condorkan, no tuvo más opción que luchar contra ella. Ambas lo conocían de cerca y tenían sus ventajas, pero Yudaxi usó a la hija para separarlos, algo que las otras mujeres juzgaron duramente.

Rompiendo el pacto entre ellos, Zachin les lee la mente. Como siempre, la mente de Condorkan resulta impenetrable, pero la princesa le cuenta todo lo sucedido. Con tranquilidad, toma una taza de mate con un trozo de pan, se sienta en el lado opuesto para observarlas de cerca y, con una sonrisa burlona, le dirige la palabra a la maga.

—Permíteme felicitarte por convertirte en toda una mujer, princesita —se burla y le lanza una sonrisa pícara—. ¿Puedes creer que por mucho tiempo pensé que no te gustaban los hombres?

—¿Qué dijiste? —gruñe Yudaxi.

 

No es secreto que hace solo unos meses Yudaxi era una virgen. Debido a diversas circunstancias, no ha podido explorar esa faceta de su vida. Le echa un vistazo a Ámilis y su expresión la deprime; tiene una tonta sonrisa como si hubiera probado algo agrio. Piensa que la está ignorando una vez más, "¿No me vas a defender?".

 

Durante mucho tiempo, Yudaxi ha sentido vergüenza de sí misma. Su cuerpo es musculoso, con senos pequeños y caderas anchas. Para empeorar las cosas, no es buena en sanar sus heridas y siempre termina con cicatrices por todo su cuerpo. Sin embargo, en estos días se enorgullece de su poder, de ser alguien capaz de enfrentarse a cualquiera. Los magos la consideran la más poderosa y aún esperan que algún día asuma el título de Emperatriz.

—Eres divertida. No necesito un cuerpo con bultos innecesarios —responde Yudaxi. Para su desgracia, sin querer ve la sombra del demonio que revela su figura con senos perfectos, en comparación, los suyos son normales, que hasta algunos dirían menos que eso.

—Niña, lo que tú consideras innecesario forma parte de mi belleza natural, un regalo de los dioses. ¿Qué se puede esperar de las magas que confían en sus varitas mágicas para corregir sus imperfecciones? —comenta Zachin mientras estira su cuerpo para demostrar cómo una verdadera mujer debe lucir. Sus ojos cambian a un color rosa de orgullo y se ríe al ver a Yudaxi enfadada. «Sufre, date cuenta de que nunca podrás compararte conmigo»—. ¿No te parece curioso que tus pechos fueran más grandes cuando tenías tan solo 15 años? Al menos tú y tu esposo pueden compartir ropa y armadura.

 

Condorkan no sabe cómo terminó en esta situación. Yudaxi le apretaba la mano con fuerza y el dolor se volvía insoportable. Trata de zafarse, suplicándole que lo suelte, pero su esposa ya no puede oírlo.

 

—No me importa lo que digas, no tengo vergüenza porque soy fuerte y eso es lo que cuenta —responde Yudaxi con poca convicción en su voz.

—Mírate, tus músculos son más duros que esa piedra, y dudo mucho que puedas satisfacer a tu hombre —dice Zachin, deleitándose con su pequeña victoria. Su sonrisa de alegría crece al ver las venas en el rostro de la princesa.

Yudaxi se levanta, ya no puede soportarlo más. Está decidida a recordarle que ella es la esposa del hombre que Zachin no pudo conseguir, al mismo tiempo, los huesos de Condorkan son triturados y se desmaya de dolor.

—¿No vas a admitir tu derrota? A nadie le gusta una mala perdedora —le recuerda Yudaxi, recordándole quién de las dos salió victoriosa. También se prepara para el enfrentamiento.

El rostro del demonio cambia de expresión, tratando de mantener su compostura se le acerca para golpearla.

—¿De qué estás hablando? Tú nunca me has vencido —niega Zachin, aunque sus ojos la traicionan. Ella sabe que está a punto de perder la discusión.

—Aunque tengas tanto orgullo por tu supuesto cuerpo perfecto, no pudiste conquistar el amor de un humano. No seas tan dura contigo misma, al final eres como una madre, o más bien una abuelita —termina sus palabras con gran satisfacción y luego voltea para ver a Condorkan—. ¿Qué te pasa, amor mío? Responde, ¿estás bien? Por favor, dime algo.

Zachin pierde el brillo claro de sus ojos rozados, que se vuelven a un verde oscuro. Deja escapar todo su aliento en un grito que asusta a los animales de la isla.

—¡Perra, maldita perra!

Sin pensar en las consecuencias, Zachin lanza un puñetazo a una velocidad tan alta que la luz lo envuelve todo. Yudaxi reacciona a tiempo y abraza a su esposo para protegerlo.

 

A 100 millas de distancia, un sexto guardián detecta una extraña luz. Ajusta su visión y logra identificar a tres mortales. El cuerpo del ser se extiende unos 50 metros entre las nubes, que al principio no se podían ver con claridad. Cuando finalmente sale, revela su figura horrenda de serpiente. En la parte superior de su cuerpo, cuenta con diez brazos, seis en la parte delantera y cuatro en la trasera. En su cabeza, posee docenas de ojos adornados en un círculo alrededor de su cráneo. La parte inferior se convierte en una larga cola cubierta de escamas que termina en una boca grotesca con colmillos afilados. El monstruo se vuelve invisible para acercarse sigilosamente y planificar su ataque, mientras su baba gotea sin control.




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