Pasos hacia el Destino

Capítulo 26, Por ti, Yudaxi

En la memoria que recibe, puede ver claramente a la guerrera Yudaxi (Yuda-shi) Enpiqo y sentir a la gente gritar sin cesar por ella. Mientras los fuegos artificiales rompen los cielos con sus luces, la emoción del momento hacen que la campeona levante sus manos para recibir el amor de la ciudad. Fel se siente impresionada por la cantidad de personas que desean acercarse y verla, porque eran millones. La maga portaba la expresión de una guerrera en la cumbre del poder, una de absoluta resolución que lleva consigo el cariño de su gente. Incluso los dioses la alaban y gritan tan fuerte como los mortales, pues ella es su protectora. En esta ciudad, en este mundo, en este universo, todos pueden descansar tranquilos gracias a ella. Saben que los protegerá, que en cuanto esté a cargo, ellos pueden seguir manteniendo sus esperanzas.

Ella era hermosa, sus ojos turquesa podían capturar la envidia del resto de las mujeres y su cabello rojo era impresionante, llegándole hasta las rodillas, suaves como la seda y relucientes como los diamantes. De la misma forma, su cuerpo era atlético y sensual, que nadie se atrevería a desafiar o pasar por alto. A su lado se encuentra el guerrero-imbatible, un anciano que también recibe los vítores de la población por ser el maestro de su protectora y el primero en derrotar a los monstruos. Aunque ya no pueda pelear, con solo verlo no pueden evitar darle gracias de la misma forma. Ninguno olvidará el sacrificio del señor Oskar Großerheiliger.

Yudaxi se pone de pie en la carreta y demuestra su gran estatura de casi diez pies; a su vez, su gente se llena de un gran orgullo por ser testigos de la maga más poderosa. La guerrera de cabello rojo pudo, una vez más, detener a los invasores y proteger la última joya de esta existencia. Han pasado décadas y aún así se ve como alguien que no se detendrá. Los niños corren a su detrás para tirar sus flores y ella lanza sus besos al aire para agradecerles.

En otras carretas también se encuentran otros héroes como Tezara, Paul, Driggs, Mathews, Hercules y Romanus. Fel admira a cada uno de los guerreros que reflejan un estado de permanente preparación, listos para la siguiente pelea.

Se concentra en Yudaxi, quien tiene a su lado a alguien similar a Sabari, con su distintivo cabello plateado y ojos verdes, llamada Valkayri, y al otro lado una maga. Si se suponía que ella era esa mujer, no tenían nada en común. Primero, su cabello es rojo, demasiado rojo, y su tez es pálida con pecas en el rostro; segundo, sus ojos son azules vibrantes, como si los hubiera sacado de las aguas de un manantial. Tal vez una cosa: la ropa que llevaba puesta; portaba un uniforme con una espada delgada. Con la habilidad de moverse en la memoria, se acerca a Yudaxi, quien no deja de sonreír, y justo cuando está a punto de tocarla, alguien interrumpe el sueño.

 

Fel se encontraba sentada, esperando a que las sirvientas terminaran de poner la mesa con el desayuno. Ambas, Sabari y ella, no tocan los platos de comida que dejan en la mesa, y cuando las cortinas dejan de moverse, Sabari continúa con su explicación.

—Esto va a sonar extraño, pero ellos somos nosotros. ¿Recuerdas al ser llamado La Palabra? —le pregunta, y al ver su respuesta, prosigue—. Esta memoria es suya, o mejor dicho la de sus antepasados. Tú ya sabes muchas cosas de mí, de mi vida, y yo sé muchas cosas de ti. Lo que no sabes, lo que nadie sabe, es que perdimos la guerra contra unos seres de otras existencias, y esta memoria explica todo eso.

La revelación hace que Fel se pregunte si eso podría ser posible.

—Aparte de ese universo donde ellos se encuentran, nada existe. Todo fue destruido. Incontables personas fueron absorbidos por esos seres —le revela mientras toma su mano—. Lucharon hasta el final, con todo lo que tenían…

Fel la interrumpe y aparta su mano; lo que no puede evitar es la mirada que la Diosa tiene sobre ella, bella pero determinada en convencerla, en quitarle su libre albedrío, porque eso es lo que todo esto significa.

—¿Me estás diciendo que estamos destinadas a…? —titubea al decirlo, la imagen que acaba de ver, de cómo esa Diosa sostenía a aquella maga, la inquieta—. ¿Qué va a pasar?

Sabari se levanta y mueve la silla para acercarla con la de ella; sabe muy bien cómo se siente, porque ella misma no pudo aceptarlo al principio. Tarde o temprano las dos van a terminar enamorándose; no vale la pena seguir insistiendo en que no es posible.

—Tal vez pienses que, por ser una Diosa, debería saberlo todo, pero no es así. Hay muchas cosas que no entiendes; lo que tienes que saber es que el Quinto va a venir a este mundo. Eso es todo. El resto, tú, yo, todos nosotros, debemos continuar con el juego de nuestros destinos; si no lo hacemos, vamos a perderlo todo.

Cada palabra choca en el oído de Fel, con el poder de cambiar su vida y en la forma en que va a ver el mundo. No quiere mirarla directamente y se concentra en la comida frente a ella; lo malo es que su corazón le estaba diciendo a que voltee a verla, y para ocultar sus sentimientos agarra su plato de manjares bañados con una mermelada roja.

—Te advertí que no estabas lista. No quiero que pienses que no tienes control sobre tu vida, porque eso es precisamente lo que esto es, otra oportunidad a cambiar nuestros destinos.

Antes de poder comerse el trozo de fruta frita, este se escapa de los dientes del tenedor y se desliza en la mesa, marcándola con una línea roja que se mueve al lado de la Diosa, y sin poder evitarlo más, mira los ojos de Sabari. Si eso es lo que va a pasar, si las dos van a tener una hija, entonces necesita entenderlo todo.

—Quiero ver el resto —pide Fel con sus labios rojos.

 

Yudaxerde Enpiqo, la emperatriz de los Cinco-Picos, abraza a Valkayri, quien la ayuda a ponerse de pie. Ambas lograron regresar con todos sus guerreros, esta vez ninguno murió, todo gracias a su orgullosa hija. La más grande guerrera, literalmente.




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