Pasos hacia el Destino

Capítulo 27, La teniente Garra

Junto a la mesa, Mia sigue tirando la ropa sin poder decidir cual ponerse. Cada blusa le parece que le faltaba algo o tenía algo que no le caía bien. Intenta imaginar cuál le gustaría más, ¿una de color blanco o esa de color gris? ¿Una con cuello? ¿O aquel con botones? La frustración de no encontrar una adecuada le hace entender que tenía el deseo de verse de lo mejor. Mientras se prueba otra sobre su cuerpo, comienza a pensar qué diría si la viera en este momento.

Tal vez sea solo su imaginación, pero se ha dado cuenta de cómo la ha estado mirando. ¿Será posible que a él, ella le guste?

Al ponerse una apretada sobre su sostén, esta resalta su cuerpo de tal forma que ni siquiera ese tipo podrá ignorarla. Luego cambia su braga blanca por una azul pálido, de una tela mucho más delgada. En segundos, se la cambia por una crema que es aún más delgada, pero al mirarse en el espejo desde varios ángulos, decide ir con la azul para no revelar demasiado de su cuerpo. Uno nunca sabe qué va a pasar, y es posible que pueda verla en su ropa interior. Bueno, si se porta bien, podría mostrarle un poco de su piel.

—Ven aquí, ven a mami. Es hora de que aprendas quién tiene el verdadero control —dice mirando al espejo con una expresión sensual—. Ves esta pierna, quiero que la agarres y la acaricies. ¡Cálmate! Eres un brusco, no te di permiso para que comiences a besarla.

Con una sonrisa de súcubo, está segura de que él no sería capaz de mantener sus manos aparte de su cuerpo.

De pronto, alguien comienza a tocar la puerta y su cara se le cae al suelo de sorpresa. Con un nudo en la garganta, pregunta quién es.

—Te estás tardando demasiado, ¿qué haces? Apúrate —demanda Eucalis tratando de ver qué hace su mano derecha a través de las cortinas.

—¡Estoy… me estoy cambiando! —chilla las palabras, agarrando su uniforme sobre su pecho para que no la vea, y roja de pies a cabeza.

—Te voy a dar diez minutos más.

Mia se espera unos segundos y, al ver que su silueta se retira, comienza a ponerse toda su ropa.

 

Eucalis se arregla los guantes, su gorra y sus botones que los comienza a pulir. A su atrás se encuentran dos reclutas y un carruaje.

—Visión, ¿cómo quisieras que te llame? ¿Magna Sonle?

—Visión está bien, mi general Yanos.

—No tienes que ser tan formal cuando somos unos cuantos. Y tú, Riyi, ¿alguna pregunta?

—No, mi general.

—Bueno, de todas formas, si todo sale bien, vamos a regresar en un par de horas. Como parte de su entrenamiento, también quiero que hagan una evaluación, un reporte de todas las personas que trabajan allí y la propiedad. ¿Dónde está esa mujer?

Sin poder aguantar más, decide ir a sacar a ese demonio a la fuerza. Empero, la ve corriendo hacia ellos, cargando un montón de carpetas en sus brazos. Antes de que pueda darle su excusa, les ordena a todos a que entren al carruaje.

Al ver que solo quedaba un espacio, Mia se sienta al lado de Eucalis que no dejaba de mirarla. ¿Podría ser que esté verdaderamente enamorado de ella?

—Te dije que arreglaras tu cabello —regaña Eucalis al ver que lo tenía todo alborotado.

Riyi y Visión disimulan que no escucharon el comentario.

—Esta misión depende de tu absoluta concentración y profesionalismo —insiste—. Desamarra tu trenza.

Mia voltea a ver a los dos reclutas, que intentan no chocar miradas con ella. Aun así, la situación era demasiado vergonzosa. No podía negarse o, peor aún, discutir con él. Entonces, se desata su cabello, y para su sorpresa, Eucalis saca un peine y comienza a peinarla. No sabía qué decir o pensar, solo lo acepta y de alguna forma lo disfruta.

—Te dije que no te maquillaras y que no llevaras demasiado perfume. Ustedes dos van a tener que ser más estrictos con el resto de los reclutas —les informa mientras le amarra la cinta y le pone algo sobre sus ojos. —Estos son tus nuevos anteojos.

Ella solo los toca sin moverlos, intenta ver si eran especiales cuando voltea a su alrededor, pero no ve nada fuera de lo común. La pregunta era ¿por qué se los puso? Con una interrogante en su rostro, él le explica que es para ocultar sus ojos y le da un pequeño estuche con doble compartimento con un espejo.

Se mira y no podía ver el aro rojo en sus ojos, como si fuera una persona normal. Se tapa la boca por un instante.

—Úsalos cuando estemos en una misión. Estos van a ser distribuidos para el resto de los reclutas. Se supone que te dan el poder de ver cosas distantes, mira afuera.

Al sacar su cabeza, contempla las montañas en la distancia y ve claramente los árboles en la cima.

—No requieren magia y están hechos de un material bien fuerte, y ese lleva tu nombre y tu clave —le informa y cuando voltea a verlo, le da el nombre que ha escogido—. Garra.

Quería preguntarle muchas cosas. Lo que quería saber era quién los creó. Antes de que se ponga a llenar su cabeza con ideas, él le pide que saque las carpetas y le entregue los papeles para dárselos a Visión y Riyi. En ellos se encuentran leyes que ellos pueden usar en contra de los ciudadanos, especialmente entrar a territorios de las familias reales que no sean parte de la corte de Ansaidifel.

 

Al llegar a la mansión, los cuatro salen del carruaje y se encuentran con una residencia del tamaño de un pequeño castillo. Sin esperar, los guardianes salen a encontrarlos y les preguntan quiénes eran.

—Mi nombre es Eucalis Yanos, general de las fuerzas de inteligencia y la paz. Aquí traigo un mandato de la emperatriz que me da el poder de entrar al local.

Mia, Visión y Riyi se preparan, por si estos tres magos deciden confrontarlos.

—Dices que es un mandato de la emperatriz —inquiere uno de los guardianes.

—Sí, si lees con cuidado, vas a encontrar que todas las fuerzas están bajo la jurisdicción de la paz y el orden. Y yo soy su general.




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