Pasos hacia el Destino

Capítulo 31, Sol de Pumas

Adentro del palacio de Irisnosama, Sol’yudax se mueve hacia su balcón en medio de las sombras de su habitación. No había lámparas o, al menos, una pequeña vela; solo se encontraba una luz en el suelo que parecía dirigirse a un sitio ominoso e inevitable. Al llegar a las cortinas, las aparta para deslizar la ventana, revelando así su gran cámara bajo el brillo de la luna: un amplio cuarto medio vacío que reflejaba lo que se encontraba en su ser. No había ni siquiera un cuadro o algún tapete aparte de una cama simple y una mesa.

No se desplazaba con pasos, sino lo hacía sin tocar el suelo, con apenas unas pulgadas sobre el piso que el borde de su vestido se deslizaba. Con su refinado cuerpo y ojos brillantes que iluminaban parte de su rostro, se la podía ver pensando en algo. Su imperio había llegado a ser uno de los más grandes en el mundo, poblado por un gran número de poderosas magas con el poder de conquistar las demás tierras. Lo malo era que la ventana de oportunidad se estaba cerrando. Por eso, primero tenía que derrotar a los dos imperios de Imas y Encan.

Muchas otras mujeres como ella lo han intentado e incluso llegaron muy cerca; sin embargo, lo que ellas no entendieron es que no se trataba solo de ganar las batallas en el campo. Sabía que también tenía que ganarse el corazón de la gente. En este caso, su sistema de gobierno le había dado los frutos necesarios, un sistema que podía propagar por todos los rincones del continente.

Han pasado cientos de años desde que tuvo el privilegio de viajar a uno de los mundos misteriosos de Iris. Allí pudo representar a su reino y a todo el continente para discutir un nuevo pacto entre las magas y la Diosa. De hecho, en ese lugar, les concedió un nuevo poder: la habilidad de vivir mucho tiempo y expandir sus conocimientos sobre la naturaleza de las cosas. Como cualquier otro poder, este requería un pago a cambio, algo que muchas mujeres rechazarían. Pero ella no era cualquier otra mujer, y le resultó fácil tomar la decisión de volverse estéril. Este camino estaba reservado para las más fuertes, las más ávidas de poder, sin importar el precio. Otra cosa que se había dado cuenta es que tampoco tenía deseos materiales. La promesa de que heredarían un nuevo reino en el futuro las obligó a aceptar el cargo de convertirse en el fuego que acabaría con las débiles.

Iris, la dueña de la tercera casa, les reveló muchos secretos acerca de los Dioses, uno de ellos fue cómo ellos son capaces de crear universos y ángeles. También explicó el significado de sus reinos llamados "Casas" y, por último, cómo ella desea que sus hijas sean capaces de hacer lo mismo para expandir la naturaleza de las magas.

Las otras emperatrices fracasaron; algunas incluso terminaron siendo destruidas. Ahora es su turno; tiene el deber de impulsar a todas las magas a adquirir más fuerza, y la única forma es deshacerse de los débiles. Tal vez sea cruel, pero ya está decidido. Lo malo es que no esperaba que Quinton produjera una nueva Emperatriz; ninguna de las otras tampoco, y con ella se arruinaría su plan de un nuevo gobierno.

—¿Por qué? ¿Cómo pudo sobrevivir? —pregunta, perpleja.

Responder a esa pregunta no será fácil, ya que es posible que estén interviniendo otras fuerzas ocultas. ¿Acaso otras emperatrices? ¿Un dios, tal vez? ¿O alguien con un poder inmenso? Todos los asesinos enviados fueron aniquilados, como si la tierra misma los hubiera devorado. Y hace dos años, ella desapareció sin dejar rastro. Si tan solo esa guerrera, la indomable, no hubiera existido… Suelta una pequeña carcajada al referirse a ella como lo hacen los demás.

El mes pasado, sucedió lo que todos temían: Yudax’yian ascendió al trono a las escondidas. Tal vez muchos lo hayan olvidado, pero ella no, incluso después de cientos de años. Quinton por la mayoría de su existencia fue un imperio agresivo; en su apogeo, era tres veces más grande que en la actualidad. Para detener su expansión tomó la intervención conjunta de todo el continente y de poderes extranjeros para derrotar a Yudax’luna, incluyéndola a ella.

Además, ha recibido noticias sobre unos guerreros extraños que acaban de aparecer, especialmente una guerrera de cabello plateado. No saben casi nada acerca de ella: de dónde vino, qué tan poderosa es, ni siquiera conocen el apellido de su familia. Por otro lado, está A’iana, la Maestra, de quien poseen bastante información, al igual que muchos otros magos de ese país; lo que les falta es saber cuán poderosa es en la actualidad. Y no puede dejar de pensar en aquel humano, ese enano que ha capturado su interés; específicamente, en su filosofía, un poder al que llama "el arte del destino". Al menos perdieron a su mejor maga, a ese monstruo que durante mucho tiempo evitó el conflicto entre los imperios.

Con sus sensuales labios purpúreos, suelta un sonido que solo un ser puede responder, uno que está obligado a servirla para siempre.

—¿Qué se te concede? —pregunta el ángel cargando una armadura dorada, en su espalda guarda un escudo y a sus lados dos espadas.

Sol se le queda mirando a su ángel guardián por un momento.

—Estoy por lanzar mi campaña para conquistar este lado del continente. Necesito algo de ti.

El ángel la mira con ojos de fastidio hacia la persona que lo ha llamado y, con un tono frío, le advierte de algo que ha hecho en otras ocasiones.

—No puedo intervenir. Como hija de Iris, debes saber que los Dioses y ángeles no podemos intervenir en los asuntos de este universo.

Sus labios tocan el líquido del vino y se sacian con su fuerte sabor dulce, mientras que su aroma comienza a llenar el aire.

—Acércate, quiero ver tu bello rostro.

Sin protestas, el ángel se quita el casco, revelando a un joven de piel clara y cabello negro lacio. Sus ojos grises están envueltos en un aro dorado que ilumina parte de su rostro, casi como los de Sol. Con unos cuantos pasos, permite que la emperatriz lo toque.




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