Pasos hacia el Destino

Capítulo 38, El desfile, (6)

Entre la multitud de espectantes que con curiosidad esperan el siguiente desfile, Margaret y Rizaria se encontraban con ellos. Margaret, cargada de un espíritu competitivo y expectante, contrastaba con Rizaria, quien la seguía mirando con desprecio, recordando claramente las palabras que le dijo días atrás. Rizaria no soportaba a esa mujer; estaba convencida de que su amable personalidad era solo una máscara. Además, pensaba que Liyul no merecía estar en esta competencia y que sería mejor de que regresara a su aldea antes que se hiciera daño o haga el ridículo.

Le frustraba ver cómo muchos ya habían caído en lo que consideraba la trampa de esa mujer. Tarde o temprano, de seguro va a cometer un error, y se imagina riéndose en su cara.

Sus pensamientos se interrumpen cuando su pequeña le pide que la lleve a verla más de cerca.

—¿Por qué quieres ir a verla? —le pregunta, escondiendo su disgusto.

—Quiero ver a su caballo —responde su hija, ignorando la sorpresa de Noche.

No pensaba en ir a verla en persona, pero ahora que su niña le pide que vayan, decide hacerlo, y la excusa que usa es que podría decirle en su cara que nunca tuvo una oportunidad.

—Claro mi amor, vamos —dice, sin mostrar entusiasmo alguno.

Los tres se dirigen al lago. El desfile estaba por comenzar, y desde lejos el ambiente cambiaba con solo unos pasos de acercarse, con tantas luces a todo furor que iluminaban los cielos, dando la impresión de que estuvieran bañando la oscuridad de colores. La música también aumentaba con el rugido de varios instrumentos. Esto no iba a ser un simple desfile como se lo esperaba; al ver los grandes pósteres en la entrada del lago, mira su rostro y su expresión alegre de victoria. De seguro, esa arrogante piensa que la va a derrotar.

Rizaria no puede creer la multitud que se había congregado; parecía una broma. ¿Por qué hay tanta gente? Se lo pregunta una y otra vez, especialmente al notar que incluso magos se han mezclado con humanos. Su frustración crece al ver que su propio equipo de producción queda impresionado por lo que ven; para ella, esto ya es demasiado.

Con tanta gente sabe que no van a conseguir un buen lugar, ya que no quieren que vuelen encima del lago por seguridad. Está a punto de sugerirle a su hija que mejor vean el evento desde otro lugar, cuando su esposo aparece y les informa que ha asegurado un buen sitio, lo que la irrita aún más.

—Vamos, he conseguido un buen sitio. No es necesario que me des las gracias cariño —dice Ojem, esperando un agradecimiento que nunca llega.

—No debiste —responde Rizaria estirando su rostro, cargando a su hija Ginevra y rehusando a que las toque.

Ojem, confundido por la frialdad de su esposa, se pregunta si ha cometido algún error, y sin saber exactamente qué ha hecho ahora, las sigue hacia los asientos.

Una vez acomodada en su silla, finalmente deja que su hija se vaya con su esposo. Con la atención puesta en Liyul, la supuesta undécima participante y maga con la maldición, comienza a criticar cada uno de sus aspectos personales. A pesar de que Liyul es pequeña y proviene de un pueblo insignificante, su situación le recuerda a su propio desafío contra el destino. Le parece absurdo que alguien como Liyul, una don nadie, pudiera llegar lejos, y más aún que ella misma se convierta en mera espectadora después de haber logrado tanto. Pero cada vez que la observa de cerca, ve en Liyul una expresión de fuerza y amor que no puede negar si es sincera.

El cuerpo de Rizaria se estremece cuando las luces bajan gradualmente de intensidad y la música que da inicio al desfile con suaves sonidos de tambores. No puede dejar de mirar a su alrededor y cómo todos, incluidos su hija y su esposo, y ahora ella misma, miran a Liyul con la expectación de alguien que está a punto de dar un gran paso hacia adelante.

 

Eali, con los ojos fijos en Liyul, rodeado de sus amigos, del maestro y sus estudiantes, no puede dejar de pensar si es el momento para pedirle la mano. Siente que este momento podría ser perfecto y decide que, si pierde, lo hará. Esta decisión lo tranquiliza ante lo que pueda suceder, deseando que ella encuentre algo que pueda llevar consigo por el resto de su vida: un momento mágico y único, compartido con gente que la ama.

 

Ha pasado más de una hora y Eucalis aún no ha dicho ni una palabra.

—¿No me vas a hablar? ¿No vas a decir ni siquiera una palabra? —pregunta Mia, volviéndose hacia él.

—¿Hablar de qué? —responde él, un poco perdido en sus pensamientos.

—Algo, cualquier cosa. ¿Cómo te sientes? ¿Qué estás pensando?

A Eucalis le reconforta saber que al menos hay una persona que se preocupa por él en este mundo.

—La verdad es que he considerado muchas cosas. Si deseas saberlo, he pensado en desobedecer mi orden y vivir aquí como un demonio por el resto de mi vida…

—Entonces quédate, quédate con nosotros —lo invita con sus palabras, y con su mirada lo invita a que se quede con ella.

Mia le toma de la mano con una expresión que promete que va a permanecer a su lado, si él así lo desea.

—Es una tentadora propuesta, pero hay tantas cosas que he visto y conozco, que me es imposible hacerlo. Lo siento, tengo que obedecer a mi Diosa. Escucha, no quiero lastimarlos. Necesito que convenzas a la Emperatriz a que no pelee, solo voy a borrar su memoria de estos últimos días.

Mia, al escuchar su decisión, retira su mano, imaginando que ambos van a terminar enfrentándose. ¿Podría haber otra manera de resolver esto?

—Yo tampoco puedo hacerlo. Presiento que hay algo entre ellas.

—¿A qué te refieres? ¿No estarás insinuando que las dos tienen una relación? De todas formas, tienes que hacerlo, no quiero tener que…

Ya no hay más dudas, él es ahora su enemigo, aunque ella no siente rencor ni ganas de herirlo, tendrá que detenerlo a como dé lugar.




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