—Maestro… algunos han comenzado a decir que no vamos a poder ganar esta guerra. ¿Podrá ser cierto eso? —pregunta Yudaxi, secando su rostro con la toalla que deja de moverse para escuchar la respuesta.
—Lo que te puedo decir es que si nos rendimos, de seguro vamos a perder —responde Oskar, secándose—. Además, te tenemos a ti.
Yudaxi se levanta del suelo en medio del caluroso día y echa la cabeza hacia atrás para ajustarse el cabello con una banda. Oskar, que mide unos seis pies, apenas le llegaba al estómago. Cuando se le acerca con sus diez pies de altura, ella proyecta una sombra sobre su maestro, que aún se encuentra reclinado con las piernas cruzadas.
—Si solo tuviera esa fe que pones en mí —expresa Yudaxi.
—Quiero que sepas algo —confiesa Oskar, agachando la cabeza—. Sé que he sido muy duro contigo. No pienses que tomé a la ligera tus sentimientos, pero tenías que aprender a aceptar la muerte de otros.
El silencio de Yudaxi denota su sorpresa y desilusión al descubrir que alguien tan admirable como su maestro pudiera hacer tal cosa. Las misiones a las que se refiere eran aquellas en las que ella tuvo que ordenar a muchos a sus muertes.
—Hubiera querido alejarte de ese lado de la guerra, lo malo es que no hay nadie más que pueda cargar la responsabilidad de proteger lo que queda. En esta guerra vamos a perder a muchos más, eso va a ser inevitable. Lo único que podemos hacer es llevar sus deseos con nosotros y mantener el espíritu de la esperanza. Y más pronto que tarde, vas a tener que llevar el mío también.
—¿Maestro?
—Estoy orgulloso de ti. Eres la más fuerte y estoy seguro de que vas a ganar al final. Mis días de guerrero están por terminar y espero poder ayudarte antes de caer.
—No hable así. Eres el guerrero-imbatible. Si no fuera por usted, ninguno de nosotros hubiera sobrevivido.
—Ya he aceptado mi límite. Voy a llegar a los 58 años y cada vez me es más difícil pelear. Es por eso que tienes que aprender todo lo que sé. El arte del destino es nuestra mejor arma y tienes que perfeccionarlo.
—Entiendo, pero aun así, quiero que siempre sigas a mi lado —pide Yudaxi, y antes de ponerse triste, cambia la conversación—. Maestro, ¿qué es ese poder? ¿De dónde proviene?
—Es la fuerza que nos impulsa a desafiar una gran tarea, algo que nos une a todos. Mencionaste que fui yo quien nos salvó, pero te equivocas. En realidad, fueron los que vinieron antes, aquellos que nunca se rindieron. Todos ellos me prestaron sus fuerzas, fuerzas que nunca desaparecerán. Es por eso que creo que es posible ganar, y yo también voy a poner mi grano de arena en ese poder para que tú y todos nuestros guerreros puedan conseguir la victoria.
Ella solo asiente con la cabeza y toma la responsabilidad de protegerlos a todos. Se pone a pensar en otra cosa, en algo que le ha estado preocupando estos días.
—Hay algo que quisiera preguntarte, maestro.
—Sí, dime.
—¿Usted cree que es posible existir en otra vida, una en donde no eres tú necesariamente?
—No estoy seguro. Si me preguntas si es posible reencarnar, no lo sé. Lo que sé es que los dioses dicen que no es posible. Digamos, si obtienes otras memorias, otras experiencias, eso te haría en una persona totalmente diferente, aun cuando sea tu mismo cuerpo. ¿Por qué lo preguntas?
—He comenzado a soñar con alguien peculiar, un hombre con un raro peinado y una marca en su rostro. Cada vez que lo veo, siento que lo conozco y que hay una profunda conexión entre nosotros. No es alguien que haya visto antes, estoy segura de eso. Lo que temo es lo que siento en lo más profundo de mi ser. No puedo evitar abrir mi corazón a ese hombre, cada vez que me pide algo, no puedo decir que no.
—¿No será tu prometido en un cuerpo diferente?
—No, yo amo a Adelfievs, y estoy segura de que no es él. ¿Cómo podría describirlo? Ese miedo que tengo es un miedo por afirmar nuestra vida pasada, todo lo que ha hecho por mí.
—Interesante. Si tu destino es encontrarlo, no hay razón para preocuparte. En esta vida eres tú, mi estudiante, la maga más poderosa y la protectora de este universo.
Con una sonrisa, acepta que tiene razón y deja de pensar en aquel hombre. Los dos retoman su entrenamiento, desapareciendo por completo con las toallas que caen al suelo.
En medio de la celebración por los ganadores, muchas personas se acercan a Liyul para pedirle su autógrafo, tomándole fotos a cada rato. A su lado se encuentra Melenas, decorado con franjas en la espalda y cuello, con su encantadora sonrisa que ella ya puede reconocer y disfrutar. Los dos se preparan y se apartan de la masa de gente que todavía quería estar a su lado. Entre ellos, de lejos, Eali la seguía mirando. Hubiera querido estar con él en este momento, para compartirlo, pero solo ella y Melenas pueden tomar el podio con la Emperatriz.
Estrella llama a la quinta ganadora, Caris, quien se acerca con su caballo al frente del palacio donde la espera Ansaidifel. Ya era más de la una de la noche y la gente todavía tenía las energías para aplaudir y gritar por una de las mejores del desfile. Con la ayuda de los postes de luces y los espejos, todos en la ciudad pueden ver claramente en vivo la ceremonia.
Fel, con un beso en la mejilla, le entrega un pequeño cofre con oro y una medalla, mencionando que disfrutó mucho de su desfile. La siguiente es Lai’ian, quien recibe lo mismo, seguida por Margaret, que recibe un cofre más grande y un gran aplauso de la gente que la seguirá apoyando en sus próximos desfiles.
Cuando es el turno de Rizaria, la gente estalla en fuertes aplausos y vítores, porque para muchos de los magos ella es la verdadera ganadora. En el beso que Fel le da, le confiesa que votó por ella y le entrega un cofre especial, la medalla, y algo extra: su amistad. Les desea a ella y a Noche buena suerte en sus futuros, por ser este el último desfile de ambos.