Pasos hacia el Destino

Capítulo 43, Destino y Sacrificios

A unos minutos del combate, Eucalis le informa a sus sirvientes sobre un viaje que debe hacer, y que no está del todo seguro si podrá regresar dentro de una semana. Le encarga a su mayordomo que continúe con sus labores y se despide de cada uno de ellos. Su sirvienta, su cocinera y su mayordomo le piden que se cuide, asegurándole que cuando regrese todo estará impecable con un gran almuerzo.

No les quiso decir que no iba a regresar; tal vez, en el fondo, quería volver. Le tomó un día encontrar ese lugar, que no es del todo adecuado para su gusto; aun así, le agradó la actitud de los empleados, que terminaron convenciéndolo en tomarlo. Hasta se había puesto a leer la historia y cultura de Quinton con el fin de poder entender más a su gente.

Llegada la hora, las campanas anuncian las diez de la mañana y sus ojos se vuelven completamente dorados; su poder había regresado.

Con nuevos sentidos, comienza a buscar a la emperatriz y la encuentra al sur, a unas 100 millas de distancia. Junto a ella están Mirit, Visión, la Maestra, otros ocho magos y alguien inesperado, el Maestro Lutao.

En medio de la calle y sin que ninguna persona le preste atención, se desvanece.

 

Visión, Roma, Fuego, Osos y Yih’Za miran hacia arriba cuando alguien aparece.

—Les voy a dar una oportunidad —dice la voz de un enorme hombre que no portaba armadura o armas—, ríndanse.

Sobre ellos, el gigante comienza a descender. Ninguno lo reconoce, y pensando que solo quería hablar, permiten que lo haga. Estaba por tocar el suelo cuando Mia les grita que lo ataquen. De ellos, Fuego voltea por un instante para escuchar lo que dice, y al hacerlo, termina con su cabeza aplastada contra el suelo. Eucalis se había movido tan rápido que el resto apenas pudo ver lo que había pasado.

Luego se aparece frente a Osos, quien mide 6,7 pies, llevando una pesada armadura de casi 200 kilos. Junto a Eucalis, él estaba al lado de un verdadero oso, o del tamaño de uno. Desesperado, infunde su cuerpo con su poder, aumentando drásticamente su fuerza física.

Con la potencia de diez elefantes, lo abraza para restringirlo, pero le rompe su llave tan rápido que sus ojos envían señales confusas a su cerebro, incapaz de comprender lo que había sucedido. Eucalis procede a darle un puñetazo en el estómago tan fuerte que suena como una explosión de dinamita, lanzándolo a unos 20 metros hacia arriba. La parte de la armadura que hizo contacto se destroza.

El mago cae al suelo con la mirada perdida en la inconciencia, y al chocar contra el piso se ve que ya no es capaz de continuar.

 

Visión y Yih’za se lanzan, soltando sus más fuertes ataques. Eucalis los evade, cada rayo de luz, trueno y blande de espada con una impecable facilidad. Ninguna de las dos puede verlo claramente, mucho menos predecir sus movimientos; tanto así que parecía estar jugando con ellas.

Roma no esperaba enfrentarse a un ser tan fuerte, así que con la ayuda de Ágil y Suprema, se lleva a Osos y a Fuego afuera del campo de combate.

 

A'iana, desde lo alto del muro, intenta seguir la pelea junto con los otros magos, una tarea muy difícil por la tremenda velocidad del ángel. En un instante, se encontraba lejos de ellos; al siguiente, los tenía al alcance de sus ataques. Por fortuna, parece que solo quería incapacitarlos, pero ¿por cuánto tiempo será así?

Ella se supone que es la más fuerte de su grupo, la persona que debe detenerlo; sin embargo, al verlo pelear de esa forma, siente que será demasiado difícil. Lo que sí sabe es que, si Lucero estuviera aquí, ella lo detendría.

 

Fel confía en sus guerreros y cree que su destino prevalecerá. Eso no significa que no tenga miedo. Incluso Mia está al borde de la desesperación; casi ninguno tiene la certeza de que hoy terminará bien. Bueno, solo uno mantiene la compostura de alguien que parece no temerle al destino o al futuro: el maestro Lutao, con los brazos cruzados, se ve tan sereno y tranquilo como si nada estuviera ocurriendo. Tampoco lleva una armadura completa o pesada como el resto; en vez de eso, usa una simple que cubre su pecho y guanteletes, y una lanza en la espalda.

Unas de las razones por las que aceptó que viniera fue porque está casi segura de que él es el guerrero imbatible, el maestro de su hija y uno de los héroes más grandes del pasado, Oskar Großerheiliger.

Es cierto que no se parecen en lo absoluto. Oskar era bien alto, rubio, con penetrantes ojos azules. Sin embargo, como él, todo el mundo lo llamó “el maestro”.

Ella se encuentra en la torre principal con buena vista del terreno de combate. Este castillo es muy antiguo, construido unos 300 años atrás con gruesas paredes mágicas, capaces de aguantar cualquier desastre natural. Pero con muchas de sus paredes hechas pedazos y huecos de hasta 30 pies en sus enormes murallas de cien pies, se puede apreciar el poder que debió tomar para causar tal daño.

No quería preguntarle a Mia qué está pasando, aun cuando puede verlo con sus propios ojos. Todavía le da un poco de vergüenza admitir que es muy débil en ese sentido; no tiene la vista para seguir la velocidad de algunos de los magos más fuertes, mucho menos aquí, donde parecen moverse tan rápido como el viento. Tampoco tiene la fuerza o la habilidad para crear poderosos ataques y, si Sabari no le hubiera dicho que ella podría convertirse en una de las magas más fuertes, no esperaría mucho de sí misma.

De todas formas, le iba a preguntar si estaban ganando, cuando una explosión la interrumpe. Mia, casi murmurando le avisa que Yih’za ha sido derrotada.

 

Roma saca todas las sombras que puede de las oscuridades; cientos de ellas se lanzan contra Eucalis, pero terminan siendo destrozadas en segundos. Iba a conjurar más cuando una mano aparece con la intención de agarrarle del cuello. Por suerte, Suprema lo detiene congelándolo por un momento, lo que Ágil aprovecha para atacarlo con su espada. Estaba a punto de cortarlo, cuando de pronto una espada aparece en la mano de Eucalis, destruyendo el hielo y esquivando el ataque de la sombra. Otras sombras que Roma crea se unen a la pelea, llenando todo el campo de batalla con sus aliados.




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