Desde su infancia, el Maestro ha sostenido la convicción de que la vida tiene un propósito y que hay una cosa importante que debe cumplir. A lo largo de los años, ha descubierto que todas las cosas encierran secretos, posibilidades y llaves que conectan expresiones del pasado con el futuro. El arte del destino simboliza aquello a lo que todos aspiramos: alcanzar la perfección para transformarnos en algo especial.
Para él, es como si fuéramos partes de un gran organismo, órganos trabajando en armonía para dar vida a un nuevo destino. De esta visión nace su firme convicción de que todos somos esenciales. Primero, ha debido aprender a escuchar, a sentir y a ver lo que puede ser, lo que se oculta ante nosotros: nuestra verdadera fuerza. Ha aceptado la carga de guiarnos hacia ese destino, sin importar cuán arduo sea el camino; siempre estará allí, dispuesto a ayudar a quien lo necesite.
Eucalis quería poner fin a esta contienda de una vez por todas; ya no le importa si ese mortal perece.
—Sal de mi camino; esta es tu última advertencia —amenaza, envolviendo el ambiente en una oscuridad creada por las nubes que comienzan a cubrir la luz del sol.
A’iana abre los ojos lentamente y, al intentar sentarse, el dolor en su hombro izquierdo la obliga a regresar al suelo. Se pregunta qué ha sucedido al notar que, aunque la herida parecía grave, no le salía sangre; alguien le había sanado la apertura en su piel. Mientras se recupera, escucha el inicio de una pelea, que le hace que recuerde todo. Su querido maestro la había ayudado; era increíble que en tan poco tiempo haya sido capaz de usar magia de curación. Se dice que él es realmente especial.
Gira su cuerpo sobre el otro hombro para verlo y lo encuentra de pie, desafiando al ángel. Desea ir a ayudarlo, pero confía en que él puede lograrlo; aún no ha mostrado todo su poder. De pronto, todo el lugar se sumerge en la oscuridad; Eucalis se estaba preparando para tomar esta pelea en serio.
Mia necesita que Eucalis se rinda, porque no está segura de poder enfrentarlo. Al voltear hacia su emperatriz, se da cuenta de que no tiene otra opción. No importa si lo ama; cuando llegue el momento, deberá detenerlo con todo lo que tiene, incluso con su vida, si es necesario. En el fondo, le desea suerte, esperando que de alguna manera ambos puedan sobrevivir.
Sentada, Fel reconoce que la próxima pelea va a ser la más intensa. Algo extraño ocurre con el clima, como si estuviera a punto de llover, lo que le provoca un temor creciente al imaginar que el Maestro pudiera perder. Al cerrar los ojos, trata de recordar imágenes del pasado, del maestro Oskar junto a Yudaxi. Tiene fe en que puede lograrlo, que el Guerrero Imbatible vive en él. Tocándose el pecho, le pide que despierte el poder del guerrero más poderoso de los tiempos antiguos.
Sin más preámbulos, Eucalis entra en estado de combate, con todos sus sentidos agudizados. Eleva su fuerza física, su velocidad, su visión, su reacción, y alza su espada dispuesto a partirlo con un solo ataque. No espera que el Maestro sobreviva.
De igual manera, el Maestro se prepara, respirando para calmar su cuerpo y encontrar la paz necesaria para usar el poder del destino. Hasta ahora, solo ha podido utilizarlo una vez. Siete años atrás, durante una excursión, una gran roca de una montaña amenazó con acabar con las vidas de los aldeanos. Ninguno de sus estudiantes pudo detenerla con magia debido a su inmenso peso. Sin pensar en la posibilidad de éxito, lanzó su lanza con tanta fuerza que esta pareció cobrar vida propia, destrozando la roca.
El resto del grupo no podía aceptar lo sucedido, creyendo que otro mago o incluso el poder de la Diosa había intervenido. Desde entonces, no ha podido tocar ese poder nuevamente, pero sabe que aún está allí. Al regresar a la pelea, está seguro de que ese ángel intentará acabar con su vida.
Se pone en guardia con su lanza en mano y comienza a invocar el poder del destino. Pide la ayuda de todos sus amigos, de aquellos que caminaron sin rendirse, de aquellos que creen que todo es posible.
Oskar Großerheiliger se encuentra en un combate con la joven Yudaxi (Yuda-shi), de tan solo quince años, empujándola a utilizar el poder del destino. Ella esquiva cada uno de sus ataques imposibles, que se lanzan más rápidos que la luz o cualquier cosa en el universo. Con su espada, bloquea los golpes dirigidos a su cuello, su corazón y su rostro, lanzando sus propios contraataques. Él también los bloquea, pero pierde la concentración por un instante, y cuando ella está a punto de decapitarlo, se detiene.
Ambos aparecen sobre un paisaje hermoso, rodeado de flores y hierba, que los recibe con suavidad.
—¿Qué ha pasado, Maestro? Mi último ataque pudo superarte. Creo que te estoy superando —comenta Yudaxi, contenta por haber roto su defensa.
—Es cierto que estás mejorando muchacha, pero alguien ha estado llamándome.
—Por favor, di la verdad. Tu mejor estudiante pronto se convertirá en la mejor del mundo.
—Niña, aún te falta mucho. Mi poder se encuentra tan alto como las nubes, y tú apenas has comenzado a vislumbrarlo. Tienes un largo camino por recorrer.
—¿Y quién crees que te llamó? —pregunta Yudaxi, mirando el cielo despejado sin una sola nube.
—No puedo reconocer la voz, pero hablaba de una manera que me resultaba familiar, como si yo mismo lo hubiera hecho.
—¿Y qué dijo? ¿Que tienes a la estudiante más bonita y mejor del universo?
—Presumes demasiado de ti misma. Creo que debo enseñarte que aún estás aprendiendo a caminar.
Antes de que reanuden su práctica, Oskar se voltea y ve la imagen de un pequeño hombre sosteniendo una lanza. Sus ojos oscuros desafiaban su propio destino, y se siente contento de que, de alguna forma, una parte de él está en otro lugar, siguiendo los pasos del destino. Al escuchar a su impaciente estudiante y ver cómo la imagen comienza a desvanecerse, le desea suerte y le dice que su poder está a su disposición. Le pide que luche con la fuerza del Guerrero Imbatible.