Pasos hacia el Destino

Capítulo 49, Un incierto futuro

Antes de salir de su oficina, Biala’ncler se detiene frente al espejo, observando sus ajustados pantalones y su camisa abotonada que apenas contiene su pecho. Se muerde los labios rojos, deseando acariciarse. Tiene ganas de quitarse la ropa para mirarse más de cerca, como ha hecho muchas veces en la privacidad de su hogar. Sin embargo, no le gusta admitir que ese cuerpo es suyo, que él está atrapado en el y, peor aún, no sabe cuánto tiempo más tendrá que soportar esta humillación.

Imaginando que no es ella, estira el trasero y, sin poder aguantar más, se da un manotazo en la nalga. De repente, alguien abre la puerta y la atrapa con las manos acariciándose.

Ambos se miran por unos segundos sin decir una palabra. Biala se arregla y le grita a su supuesto amigo.

—Ya te dije que siempre toques la puerta. ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? ¿O lo haces a propósito? —protesta Biala, enojada con él.

Sin poder evitarlo, el Dios la mira, imaginando lo que esos pantalones y esa camisa ocultan.

—Por supuesto que no. De todas formas, vine porque la ama quiere saber si ha habido algún progreso con la prisionera —le avisa Polanof.

Biala le pregunta cuál es la urgencia, que no sería mejor que se quedara encerrada por un largo tiempo para que se pudra. Él le informa que, mientras no sepan la razón de su llegada, el evento de las magas podría estar en peligro.

—Si ese es el caso, ¿por qué la trajeron aquí? Me harían un gran favor si me la quitan de las manos —interrumpe Biala—. Y deja de mirarme de esa forma, no soy un pedazo de carne.

—¿Tú, tú me vas a decir eso? De todas las personas… no tengo que recordarte la razón de tu castigo, aunque tengo que admitir que la ama te dio un cuerpo inmerecido. Bueno, solo vine para decirte eso. Te recomiendo que encuentres la razón pronto, o si no, podrías terminar perdiendo ese cuerpo y recibir un castigo de verdad.

—A estas alturas creo que sería mejor terminar como un demonio —dice Biala, derrotada.

—No digas esas tonterías, ni lo pienses. Ser un demonio es lo peor —reprocha Polanof, intentando animar a su viejo amigo—. Aguanta un par de años más y estoy seguro de que la ama te va a perdonar. Además, siempre puedes contar conmigo.

Ella comienza a recordar los buenos momentos con Polanof, las muchas aventuras que vivieron, viajando a mundos exóticos y universos prohibidos. Estaba por decirle gracias, cuando él la toma de los hombros, haciendo que ella suelte una mueca de sorpresa y asco al sentir cómo sus manos le acarician los costados.

—¿Nos vemos más tarde? ¿Una cena? —pregunta Polanof, exprimiendo una forzada sonrisa de Biala, y quedan para verse el fin de semana.

Una vez que se retira, ella cierra la puerta con fuerza y decide quedarse adentro, sentada en su sillón. Para quitarse el mal sabor de su situación, piensa que sería mejor visitar el burdel de Melai’a esta noche.

En el otro lado de la ciudad, en Paraíso-Brillo, las sirvientas-sexuales rodean a tres mujeres: A’iana, Visión y Fel, para maquillarlas y ponerles bonitos atuendos, de modo que se vean humildes y apetecibles. Lo malo es que de las tres, solo Fel se ve atractiva, mientras que las otras dos tienen cuerpos demasiado musculosos, con aspectos y proporciones varoniles. Aun cuando sea difícil, hacen lo mejor que pueden; uno nunca sabe, y Biala’ncler podría terminar escogiendo a cualquiera de las tres.

De acuerdo con el plan, ellas se harán pasar por mujeres laborales. En el pasado, Biala ha contratado mujeres del local para que la sirvan en trabajos cotidianos, con la estipulación de que las puede despedir en cualquier momento, claro, con al menos un mes de pago. Esto sucede porque el ángel prefiere mujeres como ellas que responden más a sus antojos sexuales, sin mencionar que las mujeres de este lugar por lo general necesitan dinero.

Una vez que las mujeres terminan, las tres salen. Primero es Visión, con su cabello teñido de negro, que después de un largo rato con maquillaje en su rostro y ropa ligera, no se ve nada mal. Luego sale A’iana, que con sus largas piernas la visten como alguien que le gusta los deportes. La última es Fel, cuyo atuendo le da un aspecto de extranjera de un país lejano y misterioso, envuelta en franjas. Con su cabello teñido de color rubio, la han vuelto aún más bella. Su cuerpo, de la misma forma, es mucho mejor que de casi todas en el establecimiento.

Las mujeres se retiran, dejando a Melai’a y sus invitados.

—Mis chicas hicieron un buen trabajo —menciona Melai’a, acercándose a A’iana—. Solo espero que no te escoja.

Al escucharla, A’iana finge no haberla oído. De todos, Deltoro mira a Fel, que se ve demasiado bonita, y está seguro de que la va a escoger. Lo malo del plan es que no podrán ayudarla; al menos se llevará el anillo consigo. Y si algo le ocurriera, está preparado para escapar, y lo más probable es que termine viviendo en este lugar.

Mientras pasan las horas, las tres mujeres construyen sus historias. A’iana opta por decir que viene de una prestigiosa escuela de combate y que, después de haber perdido a su maestro a manos de un retador, está en busca de ese sujeto; su única pista es que él tiene ojos de diferentes colores, uno negro y el otro azul. Visión, por su parte, va con el cuento que después de haber perdido el reino donde sirvió durante mucho tiempo, está en busca de un nuevo capítulo en su vida. Fel decide ir con la historia de que está buscando a su hermana, a quien no ha visto desde que eran niñas, y la única pista que tiene es que se encuentra en esta ciudad.

La noche llega y el cielo se llena de un bello colorido de luces; cada día parece ser un evento en este lugar. En el balcón de la sala, Fel no puede dejar de sentirse ansiosa; no puede fallar, porque tiene que volver a verla. Con la vista en el cielo, le pide al viento que lleve un mensaje a Sabari: que está en camino y que muy pronto se reencontrarán.

Melai’a regresa al cuarto para informarles que se preparen, pues parece que Biala está en camino. Les avisa que usen todo lo que tengan para seducirla, contándoles un poco de su vida. Biala es un ángel como ella y en el pasado fue un hombre, uno de los amigos más cercanos de la Diosa Petra. Con el tiempo, los dos llegaron a tener una relación, que terminó en el día que ella lo encontró con otra en su cama y, en vez de convertirlo en un demonio, tuvo piedad y lo transformó en una mujer, para que pase el resto de sus días en el cuerpo que tanto deseaba. La verdad es que Petra todavía siente algo por él, después de todo, la ayudó a construir su reino y fueron buenos amigos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.