Pasos hacia el Destino

Capítulo 51, Caballeros

La armada de la corte, leal a la emperatriz Yudax’yian, se despliega bajo el mando de la nueva comandante, Annapol Chaza, conocida por todos como Alaguer’a, “La caballera del Jaguar”. Con sus 6,2 pies de altura, luce una imponente armadura de bronce adornada con los rasgos de un jaguar. Al retirarse el casco, revela su rostro: una mujer de alrededor de 30 años, con el cabello corto y de un intenso rojo borgoña. Sus ojos marrones se sientan en el horizonte, sorprendida por la multitud de refugiados que se extiende ante ella. A su lado, Eucalis y Gabriel observan la escena.

—Esto es un verdadero desafío —murmura Gabriel, evaluando la cantidad de demonios presentes—. Deben ser alrededor de 50 mil, entre ellos ancianos y niños. No será nada sencillo evitar que muchos resulten heridos. ¿Qué opinas, señor Yanos?

Desde que perdió la memoria, Eucalis se ha dedicado a descubrir quién solía ser. Entre los principios que dejó en sus libros, uno de los más destacados es no subestimar al enemigo y mantenerse siempre alerta, ya que en sus acciones ocultan sus verdaderas intenciones. Esto es solo una parte del rompecabezas que debe resolver, y es crucial que lo haga pronto, ya que actuar sin cuidado podría causar más daño que bien. Tiene algunas ideas; lo más importante es unir a todas las casas que aún se resisten a brindar su apoyo.

—Primero, ¿cómo van los esfuerzos de nuestros emisarios? ¿Alguna noticia? ¿O es que ningún amo está dispuesto a dialogar con nosotros? —pregunta Eucalis, preocupado por el destino de su gente.

—Todos los amos del alto plano están actuando en conjunto. Ni una sola casa nos ha respondido. Lo peor es que han cortado todas las comunicaciones en el imperio. No se exporta ni se transmite nada; han paralizado el comercio por completo. La razón no está clara; lo más probable es que buscan encubrir sus acciones y desorientarnos —responde Gabriel.

—Entiendo. Nuestras fuerzas suman unos 10 mil en papel, pero en la práctica, contamos con menos de 7 mil, y si nos concentramos aquí, no podremos asistir al resto, que de seguro superan en número a los de este lugar. Y si los esperamos en la frontera con Zanco y nos traicionan, al final no podremos salvar a nadie —explica Eucalis, esperando que alguien más ofrezca una opinión diferente.

—Entonces, es hora de actuar. Dame la orden para movilizar nuestras tropas dentro de este territorio y castigarlos por su traición —propone Alaguer’a, ansiosa por entrar en combate.

—No podemos precipitarnos sin considerar las posibles consecuencias. Puede que las otras casas aliadas a esta esperen justamente eso y se unan contra nosotros. Lo que buscamos es que cometan un error, exponer sus verdaderas intenciones y provocar que sus propios habitantes se rebelen. Muchos aún no han decidido si seguirán a los amos de sus tierras o a la emperatriz; no podemos entregarlos en manos de nuestros enemigos cuando nos califiquen de invasores —responde Eucalis, evaluando la posibilidad de infiltrarse entre los refugiados—. Aún tenemos un margen de tiempo. ¿Qué opinan de crear un mártir en lugar de atacar de frente?

Todos lo observan, incluso Balerio que estaba entre ellos. Escuchan su plan para infiltrarse entre los demonios y sabotearlos desde adentro, y si lo capturan o lo matan, convertirlo en un mártir. Nadie puede creer que hable de forma tan desapegada, como si su vida no tuviera valor, dispuesto a morir. Aunque llevaba sus anteojos, para Balerio era evidente que se había convertido en un demonio. No quería admitir que eso requería un gran nivel de valor. Al mirarlo de pies a cabeza, Balerio ve al hombre del que su amada Mia se está enamorando.

—Es una locura. Eres el general de inteligencia. Aun si existiera una forma de lograrlo, no vas a poder hacerlo en tan poco tiempo —dice Balerio, decidido a no quedarse atrás.

—No planeo entregar mi vida tan fácilmente. Aun así, creo que es algo que debe hacerse. Si mi rango tiene algún valor, añadirá peso a nuestra causa. Y tienes razón, no lo lograré solo; todos ustedes me ayudarán. Por ahora, formaré un equipo pequeño y capaz.

En silencio, Alaguer’a contempla las opciones. Por un lado, siente el impulso de lanzarse al combate contra esos traidores; por otro, reconoce que este plan, si funciona, les otorgará una ventaja moral. «Así que este es el general de inteligencia», piensa, aceptando la estrategia y decidiendo confiar en sus habilidades.

Todos se ponen de acuerdo y se preparan para interceptarlos cerca de la frontera con Zanco. Eucalis se infiltrará esta noche; primero, seleccionará a un pequeño grupo de demonios para ejecutar su plan de sabotaje.

A medida que pasan las horas, Eucalis se prepara rápidamente tras haber elegido a los compañeros que lo seguirán. Ha seleccionado a tres personas, todas leales a la corte. Se aseguró de que ninguno tuviera hijos y que no fueran demasiado jóvenes, con edades cercanas a los 40 años. No solo debían ser fuertes y capaces, sino también astutos, para ejecutar los planes que tiene en mente, incluso cuando llegue el momento de su captura.

Dentro de la oficina de inteligencia, Eucalis se ocupa de organizar algunos asuntos antes de partir. No lo esperaba, pero alguien toca la puerta; es Mia, quien entra sin su vestido de emperatriz. Según lo que sabe de ella, ambos son colegas en el departamento de inteligencia y paz. Le había dicho que eran buenos amigos y que hubo algo entre ellos, aunque no le dio muchos detalles. De todas formas, le sorprende verla, ya que se supone que debería estar en el trono, sirviendo en lugar de la emperatriz Ansaidifel.

—Hola, emperatriz, ¿sucede algo? —pregunta Eucalis mientras organiza las cosas que va a necesitar en su bolsa de viaje.

Ella lo mira con enojo, deseando detenerlo.

—¿Qué es eso de que te vas para convertirte en un mártir? ¿Qué locura es esa? ¿Te has vuelto loco o es que deseas morir? —le reprocha Mia, esperando que él la mire directamente.




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