Pasos hacia el Destino

Capítulo 53, La Flor

Manteniendo los ojos abiertos, algo cansados, pero fijos en la puerta, Sabari deseaba que Ansaidifel entrara, sabiendo muy bien que eso era pedir demasiado. Entonces, comienza a acceder la memoria de Valkayri para ver un poco más de la relación que tuvo con su amada Erde.

Después de vencer a las fuerzas de Iris en una gran batalla de magos, ángeles y Dioses, lo que debió haber sido otra misión, Valkayri ha empezado a sentir una gran atracción por la Emperatriz. Cada vez que está cerca de ella, no puede evitar sentirse atraída por su personalidad desafiante y atrevida. Si tuviera que describirla en unas cuantas palabras, la llamaría una mujer de un corazón ardiente.

Ha pasado solo un año, y parece que, al igual que los demás que la siguen, ha sido atrapada en los deseos y sueños de una maga que busca cambiar el destino de todo un mundo.

Ahora se encuentran celebrando la victoria en este gran salón de baile, y ahí está esa mortal danzando con cada uno de sus guerreros más cercanos, llena de pecas y alegría, sin un rastro de vergüenza en lo que hace o dice. Por un momento, pensó que se pondría una falda o algún vestido, pero parece que en ese sentido las dos comparten la misma preferencia, porque siempre la ve llevar pantalones y chaquetas.

Una persona más, y sería su turno.

Erde saca a bailar a uno de sus amigos de infancia, que lo toma por la cintura. Entre los aplausos de todos, lo trata como si fuera su pareja femenina, inclinándolo sobre la pista de baile y haciéndolo girar una y otra vez. Bailan por lo menos un minuto, y lo suelta justo cuando está a punto de darle un beso, que él lo esperaba con los ojos cerrados. En su lugar, termina sentado, acompañado por las risas de todos los presentes.

En que la Emperatriz voltea hacia ella, su corazón se le salta de anticipación.

Erde se acerca con su cabello rojo y alborotado, hacia la última persona de la noche, mientras todo el salón se pone a silbar y aplaudir. Los guerreros y amigos de Erde estaban ansiosos por ver lo que sucedería entre las dos mujeres más fuertes y hermosas.

—Te ves mucho mejor con un vestido —comenta Erde, deteniéndose a admirar a su mano derecha, y sin esperar su respuesta, la lleva al centro de la pista de la mano—. Y este sí que me deja admirar tu escote y piernas. ¿Estás lista para bailar?

Esta es la primera vez que Valkayri lleva un vestido blanco y apretado; de hecho, nunca le ha interesado usar ropa femenina. Aparte de su armadura, siempre ha preferido su atuendo de entrenamiento. La razón por la que terminó vistiéndose así esta noche, fue porque perdió una apuesta cuando Erde le aseguró que los derrotaría a todos en una sola batalla. Lo sorprendente es que no solo venció a varios magos, sino que también a varios ángeles y dioses. Aunque no fueron los más poderosos, fue increíble que lo lograra con sus propias fuerzas.

—Supongo que es tu primera vez bailando, ¿verdad? No te preocupes, seré bien gentil contigo —dice Erde, acomodando un mechón de cabello de Valkayri detrás de su oreja—. Tienes un cabello hermoso.

—Payasa, no es necesario. Puedo seguir esos simples pasos que llamas baile —responde Valkayri, soltándose de sus manos—. O mejor aún, ¿por qué no te enseño unos pasos yo misma?

—¿Es eso un desafío? —pregunta Erde, alargando su sonrisa y mirándola con ojos traviesos—. ¿Qué tal si hacemos otra apuesta?

Todos los que las escuchan empiezan a gritar para que acepte el reto de la Emperatriz; incluso algunos de los propios guerreros de Valkayri se les unen. Sin poder pensar en otra cosa que poner a esta mortal en su lugar, acepta y le pregunta qué tipo de baile será.

Erde le explica que es sencillo, dirigiéndose a una mesa con un ramo de flores en un jarrón.

—Este baile requerirá mucha concentración, y ninguna de las dos puede usar magia o cualquier otro poder. Cuando la canción termine, la que acabe con su rama rota perderá. ¿Qué dices mano-derecha? —reta Erde, estirando su cuerpo y levantando la cabeza frente a la Diosa.

—¿Y si gano? ¿Qué me darás? —pregunta Valkayri, colocándose frente a Erde de la misma manera.

—Lo que tu desees: mi imperio, mi vida o mi amor; todos pueden ser tuyos —exclama Erde con una mirada desafiante y una sonrisa aún más amplia.

Lo que siente después de escuchar esas palabras es como otra primera vez, porque Valkayri queda inquieta, casi con ganas de rechazar el reto ante una mujer que acaba de poner todo lo que tiene en juego. La conoce bien y sabe que no es una mentirosa; desde el primer encuentro, siempre le ha dicho la verdad, y si gana, le prometió darle todo. Lo que no entiende es por qué siente nerviosismo. Se supone que es una diosa, superior a una mortal.

—¿Y si pierdo? —pregunta Valkayri, esforzándose por sonar segura.

—Abre —ordena Erde, colocando la flor con la rama más delgada en su boca—. Si yo gano… esta flor será tuya.

Valkayri no puede evitar reírse con la boca cerrada ante semejante propuesta. Erde estaba dispuesta a entregarle su imperio a cambio de una simple flor. Aun cuando lo reflexiona, ve sus ojos azules, tan desafiantes como siempre, y ya no puede negarlo más: se ha enamorado de ella.

Es algo extraño, pero Sabari, al salir de la memoria, puede sentir el amargo sabor de esa rama y lo delicada que fue. Vuelve a sumergirse en la memoria, y en sus propios ojos azules las ve combatiendo en un incesante baile de giros y vueltas. Ambas luchan con todas sus fuerzas para que la otra muerda con más firmeza; incluso se sueltan con la intención de que terminen estrellándose contra el suelo o las paredes. Casi al final de la canción, cuando parecía que ninguna iba a ganar, lo que sucede sorprende tanto a Sabari como a Valkayri: Erde lanza su espada al aire y, como si el destino mismo la guiara, al caer logra lo inesperado. Justo en el momento en que ambas giraban bailando, la punta de la espada corta la rama de la boca de Valkayri.

En que eso sucede, los ojos de la Diosa se clavan en los de la maga, que desde entonces nunca más la dejaron ir.




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