Pasos hacia el Destino

Capítulo 60, La Rebelión

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El primer campamento de demonios se está acercando a la frontera, y en tan solo tres días van alcanzar las tierras de Zanco. A pesar del reclutamiento de varios demonios y magos, el ejército de la corte apenas a alcanzado los 14 mil, mientras los territorios de los Planos han enviado a más de 100 mil de sus magos, los más poderosos. Ante esto, las Casas que han permanecido neutrales no van arriesgar sus fuerzas en lo que uno consideraría una causa perdida.
Desde el barco imperial, Mia observa los miles de barcos voladores de guerra, rodeados de magos montados en caballos y dragones con armaduras. Si las dos fuerzas llegaran a enfrentarse, su gente no sobreviviría; sería una masacre. Incluso su comandante, Alaguer’a, permanece en silencio.
—¿Qué sucederá si nos enfrentamos? —pregunta Mia, confirmando sus temores.
—Nos arrasarán. Será una batalla rápida —responde Alaguer’a con calma, sin mirarla—. No duraremos ni unas tres horas.
—Aun así, no nos vamos a mover. Cueste lo que cueste —afirma Mia, mirando fijamente a su comandante.
Annapol asiente sin decir nada más, dando la palabra a Gabriel.
—Lamento informar que la comunicación con las otras Casas ha sido demasiado lenta. Parece que no enviarán sus armadas. Solo la Casa de Balerio lo hará, lo que nos pone con 17 mil.
Mia, la emperatriz, respira hondo y se coloca al frente.
—Eucalis, ¿alguna noticia? —pregunta con una voz temblorosa, buscando un rayo de esperanza.
—Sí, en dos días va a ejecutar su plan. Por nuestra parte, vamos a instalar torres para que puedan transmitir la batalla en vivo mediante algo llamado “la radio”.
Antes de que puedan preguntarle, por que en sus rostros la mayoría guardaban muchas interrogantes, Gabriel sigue en explicar:
—La radio es un dispositivo capaz de recibir frecuencias electromagnéticas, superando la restricción de la magia. Si funciona, se espera que inspire a todos los demonios a luchar.

Mia alza la vista, contemplando a los miles de magos en el horizonte, esperando que Eucalis logre conmover los corazones de su gente. Ahora, todo depende de él y sus guerreros.

En medio de la larga marcha, uno de los demonios mantenía su mirada en el futuro, visualizando el día en que puedan ser verdaderamente libres.
Ha pasado una semana desde el inicio de su plan, y Eucalis está a punto de ejecutar su misión más importante: capturar el campamento. Descubrió que todo comenzó en el Imperio de Pumas, que instigó a los “Descendientes” para expulsar a los demonios de sus territorios. También sabe que los necesitan vivos para usarlos contra los otros imperios. Aunque los detalles aún no se han revelado, es probable que todos mueran si caen en sus manos.
Es por eso que ha elegido este camino, va a confiar en el espíritu de los demonios, esperando que todos en el imperio se unan a la lucha por su libertad. Si su vida termina aquí, espera que su sacrificio haga la diferencia. Con la tecnología del continente de “Apah’as” —conocido como “Apas”— podrá transmitir en vivo la batalla que podría decidir el futuro de Quinton. Según los reportes, las fuerzas de los Planos superan a las de la Corte diez a uno.
Una cosa que quisiera saber es si todos estarán a salvo. Al mirar los rostros de Miguel y Ana, que le sonríen, no puede evitar sentirse culpable ante la posibilidad de fracasar. Se pregunta cuántos, como ellos, aún creen en un futuro mejor, manteniendo la inocencia para creer que todo es posible.

En el transcurso de los días, el número del campamento ha aumentado a más de 120 mil demonios. De igual manera, los magos guardianes, que al principio eran mil, ahora suman cinco mil. Esto se repite en los otros 13 campamentos, con números similares. Los han obligado a recorrer un camino más largo, desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche. Hace tiempo que los magos dejaron de fingir ser los buenos, y aunque muchos los ven como malvados, aún no encuentran el valor para luchar. Sin embargo, si pudieran creer que la emperatriz está de su lado, tal vez encontrarían la fuerza que necesitan. También, el destino de muchos demonios depende de si las otras Casas deciden unirse.

Al caer la tarde, con el sol poniéndose, la marcha se detiene. Bajo las luces que iluminan el campamento, varios demonios se recuestan para descansar. Eucalis se deja caer al suelo, recuperando el aliento tras empujar la carreta todo el día. Miguel se le acerca y le ofrece un vaso de agua. Eucalis sonríe al recibirlo, admirando su espíritu. A pesar de las ampollas y el sudor que lo cubre, Miguel aún encuentra fuerzas para ser un buen niño.
—Gracias —dice Eucalis, bebiendo el agua en segundos.
Ana aparece con una tetera para ofrecerle más agua, y antes que lo reciba, Eucalis le devuelve el vaso a Miguel para que él y su hermana puedan beber. Miguel se asegura de que Ana tome suficiente agua antes de empezar él mismo. Después de un breve descanso, se unen a las filas para recibir comida. Aunque conversan y disfrutan el momento, Eucalis sigue planeando en su mente, observando todo a su alrededor, memorizando a los magos, sus armas, sus rangos, y calculando su poder. Busca signos de agotamiento, ya que en un día enfrentarán la batalla de sus vidas.
Han pasado tres días de preparativos. Lo primordial es garantizar la seguridad de la gente. Cuando la batalla comience, varios estarán encargados de la evacuación y defensa. Aparte de la fuerza principal que luchará en la primera línea, otros tendrán la tarea de sabotear: interrumpir comunicaciones, eliminar las luces rastreadoras, bloquear refuerzos y destruir barcos. Lo más importante, y donde él mismo participará, será en capturar o eliminar a los capitanes de la fuerza de los Planos.
Gracias a Letala, han conseguido armamentos de fuego, que no solo será utilizado en la batalla, sino también como distracción.
Ojalá todo esto sea suficiente, ojalá 7 mil sean suficientes, ojalá sus sacrificios lo sea.
Eucalis sigue comiendo con Miguel y Ana, quienes lo han adoptado como un buen amigo. Mientras les habla sobre las constelaciones y los mitos detrás de ellas, disfruta de la curiosidad sincera en sus preguntas.
—¿Es la emperatriz tan hermosa como dicen? —pregunta Ana, sosteniendo su muñeca.
—Sí, y puedo confirmarlo. Es hermosa y es una buena persona que se preocupa por los demonios.
Los ojos de Ana se iluminan con la esperanza de conocer algún día a la emperatriz.
—En el futuro te la voy a presentar, a nuestra querida emperatriz Ansaidifel Yudax’yian Quinton —promete Eucalis.
Al escucharlo, Ana se alegra, aunque se frota los ojos de cansancio, quería seguir hablando.
—Es hora de descansar —sugiere Eucalis mientras se levanta y carga a Ana hacia su tienda.
Ella se duerme en sus brazos, aferrada a su muñeca, con una gran sonrisa.
—Señor, ¿qué va a pasar mañana? —pregunta Miguel, caminando junto a Eucalis.
No esperaba que Miguel le preguntara eso; era un joven atento e inteligente. En que las nubes se apartan y la luz de la luna ilumina sus sombras, Eucalis le responde:
—Vamos a luchar por nuestra libertad.
Miguel lo observa fijamente, viendo en su rostro su determinación. En ese momento, deseaba ser más grande y fuerte, para poder seguirlo.
—Por favor, regresa —pide Miguel, conteniendo el miedo de no volver a verlo.
Eucalis lo mira y le asegura que hará todo lo posible por ganar y regresar. Al entregarle a Ana para que la acomode en su cama, se despide diciéndole que lo verá mañana. Por si acaso no pueda hacerlo de nuevo, Miguel lo abraza con fuerza.
—Tienes un trabajo importante: cuida de tu hermana. Cuando todo esto termine, ya no estarás solo —añade Eucalis, inclinándose para tocarle la cabeza.
—Sí, señor.




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