Pasos hacia el Destino

Capítulo 64, Al filo de la Derrota

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El combate ruge en los cielos, marcado por el estruendo incesante de relámpagos y cañonazos. Los pocos magos de Eucalis que toman parte en el asalto, luchan con todas sus fuerzas, desatando sus poderes contra el Vigilante, no obstante la defensa del enemigo y la falta de refuerzos hacen imposible romper sus líneas. A diferencia de la Orca, donde infiltrarse fue posible gracias a los desertores aliados a la emperatriz, esta vez abordar la nave parece un objetivo inalcanzable, casi una locura. A pesar de todas esas dificultades, rendirse no es una opción. Con determinación en la voz, Eucalis ordena a sus fuerzas redoblar los esfuerzos y que abran un corredor en el cielo, una brecha para que los demonios puedan asaltar la nave desde las nubes.
Muchos de aquellos demonios que descienden, habían sido entrenados para este tipo de asalto, pero en medio de una batalla entre magos capaces de lanzar rayos devastadores y bolas de fuego, sin mencionar los proyectiles del Vigilante, esto se asemeja más a una maniobra desesperada que a una estrategia viable. Casi 150 demonios descienden adentro de docenas de globos, cargando rifles y explosivos, conscientes de que sus probabilidades de supervivencia se encontraban en un dígito. Apenas los ven aproximarse, los cañones del buque giran y disparan. Muchos no logran descender lo suficiente para alcanzar la nave; lo que queda son globos ardiendo en el aire como antorchas y ocupantes que, sin duda, habrían preferido morir luchando.

En medio de rayos que encienden los cielos, explosiones ensordecedores y gritos de ayuda, Eucalis desciende con ayuda de los magos acompañado por otros combatientes, decididos a destruir el arma del Vigilante.

—El Vigilante se acerca, y los magos de los Planos lo van a defender hasta que cumpla su cruel misión de destruir a nuestros hermanos. No sé qué va a pasar, pero lo que puedo decirles es que nuestro general acaba de aterrizar en el barco —transmite Riyi con pasión en la voz—. ¡Tienen que detenerlo como sea!
El Vigilante, con sus casi 250 metros de longitud, avanza como un leviatán contra el campamento de los demonios, quienes lo observan con terror. Hasta ahora, han estado protegidos por barreras mágicas, sabiendo muy bien que no resistirán si el enemigo logra dispararles con esa nueva arma.

Cuando Letala y Tomás se reencuentran, se unen a los miles de demonios que solo pueden mirar con anticipación. Sin más municiones, todo dependía de los magos que quedaban, unos pocos demonios y de su general, Eucalis.

En otras partes del imperio, las casas que aún no han decidido intervenir debaten si realmente pueden ignorar lo que está ocurriendo. Muchos no ven a los demonios como una parte integral de su sociedad, pero tampoco desean su sufrimiento. Durante miles de años, esta separación ha sido parte de la cultura en casi todo el planeta, reforzada por las leyes de los Dioses.
A medida que escuchan la transmisión, algunos comienzan a reflexionar si sería posible convivir con ellos y, de una vez por todas, permitirles ser ciudadanos. Lo que no pueden ignorar es que la emperatriz está de su lado, dispuesta a protegerlos. Algunos amos empiezan a considerar que es hora de un cambio, y comienzan a preparar sus ejércitos.

En cambio, aunque el tratado con la emperatriz solo requería que formaran parte de la corte, comprometiéndose a implementar nuevas leyes en sus territorios con el tiempo, esta situación representa una oportunidad largamente esperada para muchos. Una excusa perfecta para adquirir más territorios, esos vastos y ricos territorios que los Planos han disfrutado por generaciones. No es que no les importen las vidas de los demonios, pero consideran que esta es una ocasión para convertirse en los nuevos amos de esas tierras y dejar atrás su condición de señores de pequeños feudos. Por eso, de la misma forma movilizan sus ejércitos.

Apenas el Vigilante se acerca lo suficiente, este comienza a bombardear el campamento, protegida por al menos un centenar de magos. Fuera de las barreras, los árboles, las rocas y el suelo son destruidos, dejando cráteres de hasta diez metros de diámetro. Los cañonazos retumban con fuerza, golpeando la barrera mágica, mientras los demonios dentro escuchan con expresiones de puro terror. Si uno de esos proyectiles lograra atravesar, acabaría con docenas de vidas en un instante.
En medio de los que miraban, Miguel abraza a su hermana mientras ella sostiene su pequeña muñeca, alzándola como si fuera un escudo. Los magos del campamento se preparan para abrir un paso en la parte trasera, con la esperanza de que la gente pueda escapar. Pero antes que lo hagan, los magos de los Planos descienden, listos para aniquilar a cualquiera que intente huir.

Más de cien mil demonios quedan atrapados, se encuentran completamente cercados. Si las fuerzas de Eucalis no logran detener al Vigilante, este lugar se convertirá en un escenario de masacre.

Sobre el Vigilante, cada vez más demonios descienden del cielo, por lástima ninguno logra sobrevivir a las ráfagas de rayos y explosiones que los magos siguen desatando. Por su parte, Eucalis y un pequeño grupo de combatientes avanzan hacia el arma en construcción. Esta nueva arma, mucho más reforzada y protegida que la anterior, se eleva imponente a unos 25 metros de altura, con la capacidad de derribar incluso a los barcos más formidables del país.

Eucalis se siente atrapado, reconociendo la abrumadora superioridad de los magos enemigos y la falta de refuerzos, simplemente no puede encontrar una salida. Continuar avanzando era una sentencia de muerte, pero su oportunidad llega cuando, contra todo pronóstico, la Orca, reparada apenas lo suficiente, logra alcanzarlos.

Adentro de la Orca, Uru y su tripulación de demonios agradecen a los magos que han protegido la nave hasta ese momento. Sabiendo lo que viene, les pide que evacúen. Los 50 magos obedecen, llevándose consigo a tantos como pueden para ayudar a Eucalis. Esto deja a Uru con solo 15 mecánicos para manejar lo que queda de la nave. Usando el sistema de comunicaciones de la Orca, les habla a los demonios que trabajan en los motores y el núcleo de cristales.
—Estoy orgulloso de todos ustedes —declara Uru con voz firme—. Nuestro sacrificio salvará miles de vidas. Nos vemos al otro lado.




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