Después de un largo tiempo viajando al lado de Nomus, atravesando la vasta expansión de las existencias, Éfirus disminuye la velocidad para preguntarle una cosa. Con solo soltar las primeras sílabas, sus enormes dientes que se ocultaban adentro de su boca, se exponen con la baba de un depredador sediento por sangre.
—Me has dicho que fuiste el único capaz… de sobrevivir. Lo que no me explico… es cómo un humano pudo alcanzar un nuevo destino —dice Éfirus con una voz salvaje, llena de crujidos de dientes y gruñidos tan profundos que harían temblar al león más valiente.
Nomus mira a la distancia y observa las luces tenues de las existencias, cada una tan apartada de la otra que era incomprensible pensar que puedan alcanzarse. Pero había otra cosa aún más asombrosa, esos resplandores no provenían de fotones comunes, sino del calor de los habitantes.
—Yo me he hecho la misma pregunta —responde La Palabra—. Y entre todas las voces que residen adentro de mí, no pude encontrar una verdadera respuesta. El único que pudo formular una teoría fue Óskar, el “guerrero imbatible”. Dice que es posible que la existencia no quiso desaparecer, así que puso todo lo que le restaba en el último ser que la habitaba. Yo nací de él, poseo su voz y sus memorias. Sin embargo, aparte de vivir entre los dioses, “Nube”, fue un hombre normal, sin poderes. Lo único que lo hacía especial, era su gran espíritu.
El Sexto lo observa en silencio, reflexionando sobre la posibilidad de que la existencia fuera capaz de algo como eso. ¿Pudo, en el último momento de su vida, crear a un ser que se llevara consigo una porción de su creación, o, como La Palabra los llama, “sus voces”?
—Dame sus… memorias —ordena el Sexto, que cuando da un parpadeo, sus dos enormes ojos se tiñen de un rojo escarlata.
La Palabra, en el cuerpo de la voz del guerrero imbatible, evalúa lo que el Sexto podría hacer con tal información. Ambos se quedan en silencio, sin apartar la mirada, hasta que finalmente decide entregarle la memoria de Nube, el último humano.
En cuestión de minutos, el Sexto revive cientos de miles de años de aquel humano. Ve que su vida, en sí, no parecía tener gran importancia y que, con el tiempo, los dioses llegaron a considerarlo un amigo. Estaba por descartar la memoria, hasta que detecta ciertas irregularidades, en especial en sus sueños. En ellos, Nube se veía a sí mismo como un pequeño animal, algo llamado “ardilla”.
Usando su poder, el Sexto comienza a encajar las piezas, y una historia hasta entonces oculta se revela. Finalmente lo ve… o al menos, lo que ese nombre significaba.
—¿Conoces… la historia de la ardilla Nube? —pregunta Éfirus, observando la expresión confundida de la voz.
—¿Nube? —repite Oskar.
Éfirus se detiene al notar que el guerrero lo hace. La Palabra reflexiona y, al rebuscar entre las millones de voces adentro de su ser, encuentra la respuesta.
—Sí, es un nombre especial, muy antiguo. La ardilla que salvó un reino. Interesante —afirma.
La historia de aquel pequeño animal se despliega ante los ojos de Oskar Großerheiliger, quien, al ver su final, al darse cuenta de que fue real, suelta una sonrisa de orgullo.
—La existencia lo reencarnó y usó ese gran espíritu para forjar un nuevo ser —concluye La Palabra, con la mirada que se pierde en un denso pensamiento.
—Le debes tu existencia… a una ardilla —afirma Éfirus, su voz suelta más gruñidos, unos que se podría considerar siniestras carcajeadas, con dientes que quebraban el aire que no existía—. Lo que los dioses no pudieron conseguir… lo que tus mejores guerreros no lograron alcanzar… una ardilla pudo cambiar el destino.
Al escuchar eso, Oskar voltea hacia Éfirus con una mirada aturdida, perdida en las tinieblas del pasado. ¿Cómo era posible que todas Las Palabras le debieran tanto a un pequeño animal? Y, con eso, se puede decir que lo mejor de su existencia, se manifestó en aquel milagro.
—Gracias —dice Oskar, volviendo a su guardia—. Realmente te lo agradezco. Ahora todo tiene sentido. La existencia estaba preparando al humano y le otorgó su poder, porque pudo ver la vida a través de sus ojos, a través del corazón de la ardilla.
Oskar hace una pausa y, con una profunda reverencia en su interior, susurra:
—Y gracias a ti también, Nube.
Están a punto de continuar su viaje cuando Éfirus se gira repentinamente hacia un lado, su expresión y humor transformándose al instante.
—¿Qué es eso? —pregunta Oskar, girando la cabeza hacia donde el Sexto dirige su mirada, a su lado derecho—. ¿Qué es esa luz?
Empuñando su lanza con firmeza, Oskar entrecierra los ojos y, con el poder del “Destino”, enfoca su visión. Una enorme criatura avanza hacia ellos a gran velocidad. Al mismo tiempo, con el poder de la “Desolación”, Éfirus abre todos sus ojos y confirma la presencia de un gran Sexto.
—Me ha encontrado —ruge Éfirus, su cuello tensándose con cientas de venas, mientras que su mirada se arruga con los ojos que se abren aún más de un odio desbordante.
—¿Encontrado? —repite Oskar—. ¿Es eso un Sexto?
—Sí… y viene por Cálida.
Al escuchar el nombre, Oskar nota algo extraño en Éfirus. Sus dos enormes ojos permanecen inalterables, completamente rojos, con las pupilas dilatándose y contrayéndose al ritmo de su corazón. Pero los otros ojos, los que comienzan a abrirse, reflejan algo distinto: su desesperación.
—Tengo que decir… que a lo largo de mi existencia, nunca he sentido nada por nadie. Ni siquiera por alguien que me entregó su amor —admite Éfirus con fuertes respiros—. He destruido incontables vidas… sin piedad, universos, hasta existencias enteras. Nada habría cambiado… si no fuera por… su hija.
Por primera vez, su voz tiembla, parecida al de un animal herido.
—Lo siento —clama, con aún más odio en los ojos, un odio dirigido hacia sí mismo—. Debí de haberte protegido, Ocmecnaes.
Oskar lo observa en silencio.
—Guerrero… hazme un favor —continúa Éfirus—. Llévate a Cálida. Llévatela con Ámilis… para que cumpla su destino.
Oskar permanece cayado, sin saber qué responder. Si lo que dice es verdad, no puede permitir que su vida termine aquí.
—Déjame ayudarte —dice, alistando su lanza—. No hubiera imaginado que un Sexto pudiera sentir algo por los demás, mucho menos amor.
—No entiendes… —Éfirus sacude la cabeza, clavando una garra en su propio pecho—. El “Destino” nos creó para ser su espada. Somos la llama que trae su justicia… una que no debe tener sentimientos.
El Guerrero Imbatible reflexiona sobre sus palabras. Luego, con convicción, trata de alcanzarlo, de tocar algo adentro de él.
—Yo sé cómo fueron creados los Sextos y no fue el “Destino” quien te impuso ese decreto —informa, con firmeza—. No tienes por qué seguirlo.
Éfirus se vuelve hacia el guerrero, quien le relata la historia de los Sextos. Sin embargo, cuando termina, Éfirus sacude la cabeza y le revela la horrible verdad.
—Te equivocas. Esos Sextos son artificiales… pero de donde yo vengo, nosotros… fuimos creados por el mismo “Destino”, de la misma forma en que tú fuiste creado por tu existencia.
Oskar frunce el ceño y luego los ojos. No puede aceptar lo que oye. Está a punto de repudiar la idea de que el “Destino” haya creado seres como los Sextos cuando escucha lo siguiente:
—Los Sextos, somos su representación más pura… lo más cercano a su imagen entre todas sus creaciones.
El rugido de las palabras se mezcla en la mente de Oskar, desatando una tormenta de emociones. En su corazón, una verdadera batalla estalla. Se pregunta si el “Destino” realmente crearía cosas tan bellas solo para luego destruirlas con monstruos nacidos de su propia mano. Y si es así… ¿por qué?
—¿Por qué? —pregunta el Guerrero Imbatible, agachando la cabeza para ocultar su ira.
—Porque nada que tenga vida… puede existir sin dolor —responde Éfirus, mientras sus dientes comienzan a alargarse—. Muchos Sextos intentaron desafiar esa voluntad, pero solo uno… hasta ahora, ha logrado detenerlo.
Sus ojos se oscurecen, invadidos por una sombra que emana desde su interior.
La biblioteca en Booknet es una lista útil de libros, donde puede:
guardar sus libros favoritos
ver fácilmente las actualizaciones de todos los libros de la biblioteca
estar al tanto de las nuevas reseñas en los libros
Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.