Pasos hacia el Destino

Capítulo 79, El fin de una era, (3)

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Ya ha pasado más de dos horas en la conferencia y la mayoría de los dioses han escogido sus posiciones. Desde un extremo del grupo, los dioses de los Sentimientos siguen con la propuesta de un cambio total: quieren de una vez por todas convertirse en los verdaderos Dioses de toda la creación y deshacerse de los últimos “universos libres”.

En el otro lado, los dioses del Poder se niegan a aceptar que la existencia necesite la maldad, manteniendo en alto el pacto que hicieron con los humanos. Entre ellos, A’iana permanece en silencio y escucha atentamente las palabras de Eimi. En su presentación con su delicada voz, predice que si las cosas siguen como están, la complejidad pueda que desaparezca, y para demostrarlo, presenta una serie de pruebas.
En la pantalla detrás de ella, todos observan en completo silencio el análisis de la destrucción de uno de los universos más complejos que existe. A medida que colapsa, las luces de sus estrellas y galaxias se apagan una por una. Eimi, con los labios algo estremecidos, señala un detalle crucial: los hilos de la complejidad, los del caos, fueron rechazados de tal manera que los propios hilos de la vida terminaron rompiéndose, condenando al universo entero.
Al lado de la pantalla, una cifra masiva muestra el número de habitantes que perecieron: un número tan alto que alcanzaba los trillones, incluyendo a muchos humanos. Al final, el universo desaparece sin dejar rastro, como si nunca hubiese existido.
Menciona que los dioses de la Creación hicieron todo lo posible para evitar la destrucción de aquel universo. Pero lo peor no fue la aniquilación en sí, sino lo que descubrieron en su último instante: los dioses que se encontraban adentro de ese universo perdieron por completo el control de sus complejidades y si no los hubieran ayudado a escapar, habrían perecido junto con él.
Lo que se sabía hasta este momento es que los hilos del Poder, de los Sentimientos y de la Creación están vivos y que pueden ser manipulados mediante la complejidad. Sin embargo, lo que nadie imaginaba era que pudieran afectar la complejidad adentro de cada dios, incluso anularlos.

Aun con todo eso, A’iana no puede permitir que la maldad prevalezca. No va a permitir que otros dioses condenen a los mortales a una existencia de perdición. Siendo una diosa de la verdad y la justicia, debe luchar por todo lo bueno, tal como su General ha dicho.

Cuando Eimi termina su presentación, se retira de inmediato.
Siendo una de las hijas de la más grande Diosa de Creación, ha seguido sus pasos con dedicación y de no ser por este evento, estaría en camino de crear sus propios universos. Nunca imaginó que su conocimiento sería utilizado para otro propósito: descubrir la razón por la cual los universos se están corrompiendo.
Durante tres meses, ha trabajado incansablemente para detener su destrucción, pero nada ha funcionado. Ni siquiera al detener el tiempo logró frenar lo que ahora se sabe que es el deseo de la existencia. Lo que aún no ha revelado a ningún dios es una verdad aterradora: la existencia no solo necesita universos más complejos con la maldad, sino que esta afectará a todos, incluso a ellos también.
En medio de la acalorada discusión entre los dioses de los Sentimientos y los del Poder, Eimi se lleva una mano al pecho, sintiendo el latido de su propio corazón. Un corazón puro. Pero, ¿por cuánto tiempo?
No puede aceptar que la maldad la alcanzará a ella también. Y lo peor de todo: que probablemente sea inútil tratar de detenerlo.

Por ahora no dirá nada, porque su trabajo es seguir buscando una solución. Sin embargo, en cuanto observa a los dioses enfrentarse con amenazas, una oscura certeza se instala en su mente: quizá ya es demasiado tarde. Quizá la maldad los arrastrará a todos… y los convertirá en algo que jamás imaginaron convertirse.

En medio de las dos facciones que dominan la conversación, el Soberano Dios Reinour toma la palabra. Su presencia imponente acalla a los demás mientras deja claro que no permitirán que la complejidad sea afectada de cualquier forma. Y si los dioses del Poder intentan interferir, pagarán las consecuencias.

—No quiero pelear contra mis hermanos y hermanas solo para proteger a los mortales —declara Reinour, con un tono que retumba en el aire—. No podrán cambiar sus destinos. Así que no nos obliguen a alzar los puños contra ustedes. Ya escucharon lo que dijeron las Diosas de la Creación: la complejidad necesita la maldad.

El dios Cáutica permanece inmóvil, con los brazos cruzados, dejando que su oponente termine de hablar. En esos ojos azules de su oponente, cargados de ambición, reflejan un desprecio apenas contenido y cada vez que voltean a mirarlo, puede percibir sus desdén. Aunque él mismo es un Dios del Poder, eso no significa que todos en su facción estén obsesionados con obtenerlo a cualquier costo. Un Dios del Poder debe pasar siglos entrenando para aumentar su complejidad.
A diferencia de aquellos dioses que residen en lo más alto de la existencia, no pueden extraer emociones de los mortales. Los dioses de los Sentimientos han encontrado en esa práctica su fortaleza, manipulando las pasiones de los mortales para expandir su complejidad.
Al principio, ellos fueron considerados los más morales y virtuosos, o al menos así se creía. Pero con el paso del tiempo, han cambiado drásticamente. Incluso ellos mismos parecen incapaces de verlo.
Cáutica reflexiona sobre los otros dioses. De los tres grupos, los dioses de la Creación comenzaron como los más débiles. Sin embargo, al desarrollar universos cada vez más complejos, adquirieron poderes únicos. Lo peligroso es la posibilidad de que se alíen con los dioses de los Sentimientos. Si eso llegara a ocurrir, el equilibrio de poder se inclinaría peligrosamente en contra de los dioses del Poder.
Quizás por eso el Soberano está actuando de esta manera: todo indica que los dos grupos han llegado a algún tipo de acuerdo.
—Aun si eso es cierto, no podemos aliarnos con la maldad ni introducirla entre los mortales —declara Cáutica con un tono tan potente como el rugido de un león—. Dimos nuestra palabra de que nunca lo haríamos. Ténganlo claro: si deciden seguir ese camino, los destruiremos.




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