En el mundo corazón, “Gran Árbol”, Eimi y los dioses están por terminar “Omnim Mori”, un arma capaz de aniquilar cualquier universo, incluidos los universos libres.
Adentro del gran templo “Lago de la Vida”, Eimi mueve sus manos, tejiendo los hilos que completarán un arma nunca antes vista, una que traerá la maldad y pondrá fin a la era de los hijos de la perfección. Lo trágico es que este lugar había sido creado para ella, un lugar destinado a diseñar y construir universos, los más complejos y los más hermosos, un obsequio de su madre. Sin embargo, hoy, esas mismas manos que una vez anhelaron dar vida a sus propios universos están a punto de desatar la destrucción, condenando incontables vidas y traicionando por completo sus propios ideales.
Cientos de dioses de creación rodean el pequeño universo de unos 500 metros de diámetro. A simple vista se veía como cualquier otro universo, encapsulada en una gran esfera, lleno de galaxias, planetas y todo tipo de cuerpos celestes, pero cuando uno se fija con más cuidado, se puede sentir algo siniestro en su contenido. No es fácil de describir, pero si tuviera una expresión, o un indicio de poder demostrar su intención, uno se daría cuenta de lo que realmente es: la maldad personificada. No había otra forma de describirla, este universo es un arma, una bomba de tiempo lista para destruir todo a su paso sin que nadie pueda detenerla.
Los ojos de Eimi se agrandan en el momento que alza las manos para colocar el último hilo, aquel capaz de consumir cualquier poder, deseo, fuerza o conciencia. Su mirada permanece fija, incapaz de cerrarse, cuando la esfera se rompe y el universo emerge de forma agresiva con sus infinitas luces. Sin perder tiempo, los dioses abren un portal, y uno de ellos toma el arma consigo, desapareciendo en el cielo.
Mientras tanto, unos cuantos dioses del poder, aquellos que aún luchan independientemente, se dirigen a una región del quinto universo libre, alertados por una alteración en los hilos. Al principio, suponen que se trata de una inminente invasión.
Los trece dioses se detienen y esperan, listos para enfrentar a cientos o incluso miles de invasores que cruzarán el portal que está formándose. Lo curioso es que solo un dios emerge.
Los segundos transcurren y, sin que aparezca nadie más, se preguntan, ¿por qué solo uno de ellos ha venido? Sin pensarlo más, se lanzan hacia él, decididos a capturar al intruso, pero entonces lo ven: un pequeño universo aparece. Y en ese instante lo comprenden. Lo que habían oído en rumores, un arma creada por Dioses, se había hecho realidad.
Los dioses se detienen. El líder de los trece gira sobre sí mismo y da la orden de avisar a los humanos. Uno de los dioses está a punto de hacerlo cuando, de repente, el pequeño universo se convierte en una gran luz y se expande a una velocidad inimaginable, liberando un poder extraño que anula sus habilidades. En un instante, todos quedan paralizados.
Intentan resistirse, forzando sus complejidades para moverse, aunque sea un poco, pero es inútil. El arma los alcanza en forma de un enjambre de luces. Lo único que pueden hacer es mirar con horror lo que está a punto de consumirlos y, en el momento final, sus cuerpos son desgarrados.
La expansión continúa. Incluso el dios que trajo el arma realiza un último análisis, enviando la información a los dioses de la creación antes de ser triturado por el poder de Omnim Mori. Como el resto, su cuerpo se desintegra y se disuelve, junto con los planetas y las estrellas cercanas, que estallan en pedazos, derramando ríos de lava al vacío del espacio. La escena es un desgarramiento de sangre cósmica de mundos degollados, un espectáculo de destrucción teñido de rojo que dura solo unos instantes.
En los cielos del mundo corazón, miles de maestros esperan la llegada de las armadas de los Dioses, aunque parece que algo extraño estaba sucediendo.
El aire se vuelve denso, cargado de un dolor indescriptible. No es solo una sensación; lo sienten en sus cuerpos, en cada célula, en cada fibra de la realidad misma. La agonía de su universo resuena en todo lo que existe. Varios maestros se llevan las manos a la cabeza, incapaces de soportar el sufrimiento. Casi la mitad sucumbe de inmediato, perdiendo sus poderes y precipitándose hacia el suelo. Los pocos que logran resistir intentan ayudar, pero muchos mueren en cuestión de minutos.
Todos los planetas habitados por humanos también sufren los efectos. Antes de que puedan comprender lo que ocurre, millones ya han caído, exhalando sus últimos suspiros.
Omnim Mori sigue expandiéndose. Su ola de luz sacude los hilos de la creación, descomponiendo las moléculas de todo lo que toca. En cuestión de segundos, su tamaño había igualado al de una galaxia, devorando y destruyéndolo todo a su paso. Y en minutos, ya había alcanzado miles de galaxias, avanzando imparable hacia su objetivo final: el mundo corazón del quinto universo.
Ninguno de los maestros estaba preparado para enfrentar a tal crueldad. Los pocos que quedan observan cómo una línea de luz se acerca hacia todos ellos. Uno por uno, caen del cielo, desplomándose como frutos marchitos de un árbol a punto de morir.
A pesar del gran poder de la arma, tres de los más fuertes alzan sus armas, desafiando la oscuridad de aquella maligna luz.
Se esfuerzan por no pensar en nada más, concentrando cada fragmento de su ser en la batalla. Era obvio que los tres estaban perdiendo a sus familias y a muchos de sus amigos. Aun así, no pueden permitirse dudar, pero uno de ellos, incapaz de contener el dolor, recuerda a sus hijas, a su esposo. Una lágrima resbala por su mejilla, y con ella, su destino queda sellado. Su concentración se quiebra, atrapada en la miseria y la desgracia. Su cuerpo comienza a sangrar en el aire, y en que está a punto de perder la vida, apenas audible, suelta los nombres de aquellos que amó.
—Ya no puedo más… No voy a poder… —dice el maestro, incapaz de ignorar los gritos de su familia pidiendo ayuda.
—¡Tienes que luchar! ¡Concéntrate! ¡Por los que quedan, lucha! —grita la gran maestra de cabellos canos, sin atreverse a mirar a su amigo. Su poder se intensifica; sus ojos brillan con una luz ardiente—. Pon tu esperanza en tu sentimiento.
Pero incluso cuando dice esas palabras, ve con el rabillo del ojo cómo su amigo suelta su arma y cae.
Ella, la maestra más fuerte del universo, se aferra a su inquebrantable sentimiento. Su ropa y su armadura arden, y, al igual que ellas, su piel se consume en llamas. El dolor es insoportable, una agonía que amenaza con romper su concentración, pero no cede. Ni siquiera cuando sus ojos son devorados por las llamas, permite que su concentración se parta. En el instante en que percibe la presencia de su oponente, estira los brazos con su espada en alto. Y entonces, el milagro que esperaba ocurre. Con un grito, desciende su arma con todas sus fuerzas y desata su ataque contra Omnim Mori, que se acerca con la intención de consumirlo todo.
Su blando lleva consigo algo imposible de detener. Y aunque su cuerpo se convierte en cenizas, su voluntad perdura más allá de la muerte. Ella hace que su gran sentimiento se una a los pasos hacia el destino, consiguiendo la destrucción del arma.
La biblioteca en Booknet es una lista útil de libros, donde puede:
guardar sus libros favoritos
ver fácilmente las actualizaciones de todos los libros de la biblioteca
estar al tanto de las nuevas reseñas en los libros
Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.