La prueba está por llegar a su conclusión, y más de ocho mil magas ya han sucumbido a manos de los Maestros. De todas las que quedan, solo tres parecen que van a poder avanzar hasta el final, y una de ellas es Lucero.
Iris sigue a su querida maga que desde el principio se negó a tomar parte en el conflicto, aferrándose a su moralidad hasta el último momento, pero al ver que no había otra alternativa, tuvo que renunciar a todos sus valores y hacer lo necesario para salvar su propio hogar.
Su hija ha luchado con todas sus fuerzas, con valentía y coraje, digna de una verdadera Ama de la Casa. Por lástima, eso no va a ser suficiente y al verla enfrentarse a uno de los más fuertes Maestros, sabe que su límite ha llegado. Ha puesto tanta esperanza en ella, que a este punto, no puede apartar la vista hacia ninguna otra mujer entre las miles de pantallas en el cielo.
El universo de Lucero está en peligro de ser destruido, y con él, el trabajo de millones de años. Sus guerreros no pudieron resistir ante el poder de la “Perfección”, y tras una hora de combate en el espacio, su mundo-corazón finalmente ha sido invadido.
Había reunido a tanta gente, de docenas de universos, solo para que el destino los arrebate de sus manos al final. En lo más profundo de su ser, solo puede hacerse una simple pregunta: ¿por qué?
Con la cara empapada de agua, ella gira con su lanza en medio de un huracán, y ve los ojos brillantes de la mortal, lista para pelear. El planeta entero parecía estar envuelto en una corriente de fuertes vientos, plagado de interminables tormentas. Las nubes se desplazaban de un lado a otro sin cesar, arrastradas por vientos violentos y relámpagos que no solo azotaban el cielo, sino que también desgarraban la superficie.
Parece que esta vez va a tener que luchar sola. Ni es capaz de contar cuántos guerreros todavía le quedan, por lo doloroso que sería hacerlo.
Cuando un gran trueno estalla entre las dos, ambas se tiran al ataque. Los ojos de Lucero se abren para ver cada movimiento de su oponente, que a su vez, hace lo mismo. A solo unos metros, todo parece bajar de velocidad cuando las dos usan cada cúbico de poder, cada grano de fuerza, sacando de lo mas profundo de sus seres para sobrepasar a su rival.
La lluvia se detiene; miles de gotas se quedan congeladas en el momento en que las dos comienzan a alzar sus armas. Lucero estaba alcanzando una velocidad que ninguno de sus sentidos podía seguir, incluso sus neuronas, que son más complejas y miles de veces superiores a las de un mortal, no iban a ser capaces de ayudarla. Nada en su cuerpo podía ir más allá, iba a perder, los iba a perder a todos. Recordando a su fiel súbdita, Giana, finalmente se da cuenta de algo, de una cosa que podía ir más rápido: su sentimiento.
A solo unas pulgadas de que la Maestra le iba a clavar la espada en el centro de su pecho, Lucero deja que su cuerpo se consuma por el terror de perderlos, logrando desviarla con su lanza para sorpresa de la humana y de todos los presentes en el estadio. Pero no para Iris, que se levanta lentamente de su silla.
En ese momento, todas las pantallas captan a Lucero, atrayendo la atención de todo el público. Miles de dioses de creación estaban a punto de ver parte de su esfuerzo materializarse en la maga, en aquellos seres que les otorgaron poder sobre los humanos y convertirlos en algo único.
Las dos se empujan con el impacto. En cuanto la Maestra se queda mirándola, Lucero intenta recuperar sus fuerzas, porque aunque logró defenderse, tuvo que usar casi todo lo que tenía en ese movimiento.
En cuanto las gotas de agua recuperan su normalidad, ambas vuelven a empaparse y los relámpagos dan inicio a la segunda ronda del combate. De entre las dos, Lucero se alza como una verdadera gigante. Su armadura la eleva fácilmente a los diecinueve pies, tres veces y hasta un poco más que la humana. Sin esperar más, la Maestra se perfila con su arma, levantándola por encima de su cabeza para cortar el aire y las gotas de lluvia que se parten contra la hoja de su larga y elegante espada.
Aparte de ser una mujer, no había nada ordinario en la Maestra. Su cuerpo parecía haber sido forjado con acero, sin ningún rastro de grasa, de una expresión tan rígida como cada uno de sus músculos. Y en que sus ojos perciben algo en Lucero, se lanza al ataque antes de que el siguiente relámpago estalle.
La luz del trueno se expande, iluminándolas, y cuando la Maestra suelta un grito, su cuerpo desaparece.
Al verla desaparecer, Lucero se ve obligada a usar todas sus reservas de poder. Su complejidad estalla, dándole acceso a lo último que aún le queda. Desde su interior, luces brotan de sus ojos, que tratan desesperadamente de encontrar a la Maestra que se acercaba a toda velocidad. Sabía que su muerte era segura si no la hallaba pronto. Entonces, por segunda vez, decide confiar en su sentimiento y carga su complejidad con ese poder. Eso le da el poder para hallarla, pero cuando lo hace, ya era demasiado tarde: la mortal estaba allí, a su frente, moviendo su espada hacia su cuello.
Parecía que no iba a haber una forma de detenerla, porque esta vez no iba a poder usar su lanza o siquiera su brazo para desviar el arma. Una parte de ella se rinde; al menos, no sentirá dolor cuando su cabeza se separe de su cuerpo. Y cuando estaba por cerrar los ojos, alguien de sus olvidados recuerdos se hace presente para recordarle algo importante.
—Eres Lucero, mi estudiante.
Esa voz hace estallar varias emociones. Sus sentimientos se agitan con fuerza al reconocerlo, quien, con lo que siente, le entregó parte de su sabiduría para que pudiera ayudar a alguien especial. En ese instante, se ve a sí misma escuchando las palabras de un anciano. Este le hablaba con una voz serena, revelándole lo que era el Quinto, los dioses, los humanos, la existencia… y, sobre todo, lo que es el Destino.
—El día se acerca —explica el anciano—, cuando el guerrero más fuerte te va a necesitar. Todos ustedes son importantes.
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