Con el paso de los minutos, Shi’el transporta a su audiencia por distintas etapas de su carrera: como las primeras canciones de amor que compuso, seguidas por las melancólicas, para luego producir las que invitan al cuerpo a bailar y sus recientes que te hacen desear viajar a tierras exóticas.
Antes de que comience la siguiente canción, Zachin se disculpa y se dirige al tocador. En el camino, se asegura de que nadie la siga antes de entrar al baño. Se arregla un poco el cabello, siempre alerta. Tiene unos minutos, así que se apresura en salir. Gracias a su mapa mental que obtuvo el otro día, se encuentra con el cuarto. Allí, un hombre la esperaba, apoyado contra la pared pendiente de la puerta.
Zachin desliza la mano hacia la pierna y abre la manija para entrar.
—¿Qué me tienes? —pregunta con una voz y una expresión que ninguno pudiera adivinar que fuera una guerrera.
El hombre la miró de pie a cabeza, sin esperar que la asesina fuera tan bonita. Pensaba que los otros agentes eran unos exagerados.
—Nuestra ama está contenta de que te hayas acercado a la princesa. En este preciso momento la guerra ha comenzado. Olyudax puede que sea una mujer dura, pero sabemos muy bien que al final ama a su hija. También, hemos decidido secuestrar a su nieta.
Sin que termine de decir el resto, la sonrisa alegre de Zachin se desmorona en un instante y se convierte en odio por escuchar esa cruel decisión. El gesto no incomoda al hombre; al contrario, disfruta verla de esa manera.
—Lo único que tienes que hacer es encargarte de la princesa. Nosotros nos vamos a ocupar del resto.
Varias emociones se amontonan en Zachin, como si pudieran salirse de sus oídos en cualquier momento. ¿Cómo ha llegado a esto? ¿Por qué su vida tomó este rumbo? Lo mira con tanto desprecio que parece que podría borrar su mueca con un solo movimiento. Pero lo que es, lo que ellos son, le pesa más que la vida de una maga; sin embargo, no puede borrar la sonrisa de esa bebé. Se grita con fuerza adentro de sí, diciéndose que necesita a Sol’Yudax, que ella es la única que puede devolverle sus poderes. Su lucha no es solo por ella; se trata de convencer de que unas pocas vidas sacrificadas podrían liberar a su gente del maltrato que sufren todos los días. Ha escuchado cientos de historias y ha visto de primera mano la miseria de quienes no pueden cambiar su destino.
El agente inclina la cabeza a un lado para poder ver los ojos del demonio, que dejaron de verlo.
—¿Espero que no tengas problemas con la decisión? —pregunta, tratando de sonar sincero.
Aunque intenta borrar la imagen de Isabel de su mente, no puede hacer lo mismo con Delyora.
—No.
Esta vez, Zachin no logra ocultar la verdadera voz que ha ocultado por tanto tiempo. El tono profundo, cargado de ira, hace que el hombre dé un paso atrás.
—Nos comunicaremos contigo en tres días —dice con el tono alterada—. Decidiremos cuándo la vamos a eliminar dependiendo del resultado de la guerra.
Zachin asiente sin moverse. Sus ojos, encendidos en un rojo ardiente, lo observan hasta que abandona la habitación. Sola, el cuarto parece reflejar el vacío que lleva consigo, que parece consumirle la mente y el corazón. Sabe que lo que está por hacer es terrible, pero ya no hay otra opción. No puede mirar atrás ni imaginar otra salida sin perder el esfuerzo que ha hecho hasta este punto.
Poco a poco, el fuego en sus ojos se apaga y el color vuelve a la normalidad. Antes de que la duda se atreva a penetrar su decisión, abandona el lugar.
En los pasillos, la melodía de espera y las risas llenan el aire. La gente que conversa animada, ansiosa por escuchar la siguiente pieza de Shi’el, hace que Zachin sienta lo lejos que está, que no pertenece a ese mundo de despreocupación e ignorancia. Pudo disfrutarlo por un instante, pero ahora, cosas como este concierto han perdido toda su magia.
No tarda en regresar a su asiento y en que se acomoda, observa a las chicas. Sus rostros alegres la fuerzan a que finja una, una que le duele al hacerlo.
—¿Sucede algo? —pregunta Juana.
Zachin parpadea, confundida, estaba segura de que su disfraz era perfecto.
—No… ¿por qué lo preguntas? —responde con calma.
—Te ves diferente —opina, que hace que las demás giren a mirarlas.
—De verdad, no me pasa nada —insiste Yíduit con la mano que toca su rostro—. Debe de ser porque no puedo esperar más.
—Es cierto, yo tampoco. La siguiente tema parece que va a ser la más especial —dice Juana, sonriendo—. De seguro va a una que nunca vamos a olvidar.
Zachin suelta una sincera sonrisa por alguien que de buena fe espera lo mejor de ella.
—Sí —lo dice, deseando que sea verdad.
Las luces se atenúan, el murmullo se apaga, y el teatro se prepara para la siguiente presentación. En cuestión de segundos, la oscuridad anuncia su inicio.
Shi’el aparece en el escenario con los espejos marcados con la palabra: Desafío. La audiencia contiene la respiración, ansiosa por escuchar la nueva canción preparada para esa noche. Viste un vestido verde simple y en sus manos sostiene una canasta. La única melodía que la acompaña es el lento y melancólico sonido de un piano, cuyas notas describen, sin palabras, que la persona que apareció es alguien especial.
Con la expresión de alguien tan inocente y pura, es difícil aceptar que ha resistido demasiados estragos en la vida. Shi’el levanta el rostro hacia las estrellas, aquellas que la han visto soportar una vida dura y llena de pérdidas. Entonces, comienza a cantar. La pieza que se titula “Mi Desafío”.
A través de su canto, narra su historia. A su lado aparece una mujer en cama, que no era nada menos que su madre a punto de fallecer. Cuenta que aunque sufrió profundamente, nunca pasó un solo día sin decirle lo tanto que la amaba. Desde pequeña le prometió que algún día aprendería a usar algo más poderoso que la magia: “el poder de los sueños”.
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