A solo unos segundos del contraataque, adentro del buque del comandante Duem, Eucalis y Naerma miran con ansiedad cómo la armada cruza la ciudad en persecución del XianFún, que sigue recibiendo cientos de cañonazos con docenas de ellos que penetran su popa. El gran dragón suelta otro rugido de dolor que hace que la armada imperial estalle en un frenesí de venganza.
Naerma está a punto de rogarle nuevamente a Duem que se detenga, que desobedezca la orden, pero él ya había decidido.
—¡A todas las naves bajo mi mando, paren la persecución! —exclama el comandante, para sorpresa de todos los presentes. Incluso Eucalis lo mira sin poder creerlo—. Esto es una orden.
De inmediato cincuenta naves se detienen, desafiando la orden directa del almirante, quien responde ordenando la captura del “traidor Duem”. Pero ninguno de sus capitanes o oficiales se atreve a moverse contra él.
Mientras tanto, adentro del gran XianFún, entre humo, llamas, estremecimientos y las luces de emergencia, el general Phong se incorpora de su silla y observa el caos con calma, calculando el punto más óptimo para su gran ataque. Todos giran hacia él, y en su rostro leen confianza, decisión, convicción y una disciplina del tamaño de una montaña. Con los ojos fijos y la voz firme, da la orden.
Lo que parecía hasta ese momento una armada confusa y llevada al pánico, se transforma en una que está preparada a luchar hasta el final. Se alinean en columnas compactas, con los buques más resistentes al frente, para ir a proteger al XianFún de más daño.
El almirante de las fuerzas imperiales, cada vez más cerca, ordena destruir al humano a toda costa. Lo tiene al alcance: unos pocos disparos bastarían para acabar con ese insignificante hombre que jamás debió desafiar a los magos. Grita con toda la fuerza de su experiencia y el orgullo de un veterano servidor de la emperatriz, un caballero de los cielos. Pero, con horror, ve cómo las fuerzas de la impostora adoptan una postura ofensiva.
Eso no le importa y no importa el arma que usen, porque sabe que su armada es más fuerte, más disciplinada, forjada por siglos de experiencia.
Las dos fuerzas chocan, desatando un intercambio brutal de miles de cañonazos. Trescientas naves contra doscientas cincuenta encienden el cielo en un resplandor cegador que se puede ver a cientos de millas.
En los primeros segundos, varias naves de la escuadra de los dragones son destruidas, pero las demás se mantienen firmes, sin retroceder ni un centímetro. Las murallas mágicas resisten los rayos de los dragones; sin embargo, en la ciudad, el ejército de Phong ajusta las artillerías para dar inicio a la trampa.
Lo que parecía una victoria segura para las fuerzas de la emperatriz se desvanece bajo el rugido ensordecedor de miles de cañones terrestres que los bombardean desde abajo.
El almirante, incapaz de aceptar que está a punto de perder, no logra reaccionar a tiempo. Tres de sus naves reciben un devastador ataque simultáneo. Entre el fuego terrestre y la ofensiva de las naves del general Phong, los impactos se concentran en los buques más vulnerables. Sin poder proteger el centro de su flota y al mismo tiempo del arma que les roba sus poderes, la formación imperial comienza a colapsar.
Los dragones de Phong toman formaciones de dagas, abriéndose paso para desgarrar a las fuerzas de Olyudax. En cuestión de segundos, más y más naves son destruidas, convirtiendo el cielo en un infierno de antorchas que caen lentamente hacia la tierra.
En menos de cinco minutos, más de treinta naves son partidas. Sus tripulaciones, entre gritos de socorro, solo pueden a ver cómo sus embarcaciones se precipitan a tierra, sin posibilidad alguna de sobrevivir.
Aquel espectáculo aterra a Naerma. Se lleva una mano a la boca, horrorizada ante la sangrienta realidad de la guerra. Los magos que habían venido a salvarlos, a protegerlos, están siendo aniquilados. Miles perdían la vida cada minuto que pasaba. Incapaz de soportarlo, se aferra a Eucalis, rogándole a que detenga lo que ocurre. Él prosigue a sostenerla por unos segundos para luego levantarle su mirada y decirle queal menos lograron salvar una parte de su gente… y tal vez, solo tal vez, eso sea suficiente.
—¿Qué le va a pasar a mi ciudad? —pregunta Naerma, volteando hacia su amado pueblo que en varias partes aún arde en llamas.
—No lo sé —responde Eucalis—. Lo único que podemos hacer es esperar lo mejor.
Le soba la espalda, intentando calmarla, procurando que no mire el espejo que continúa proyectando la horrorosa escena: más de cien mil personas son destruidas, y entre ellas, incontables magos cayendo al vacío, devorados por la oscuridad y una muerte sin compasión.
En menos de una hora, el almirante y su nave insignia son destruidos junto con la mayoría de su flota. Lejos de la ciudad y sin más opciones, Duem ordena el regreso a “Filoa”, donde deberá reunirse con la armada principal y entregar personalmente las terribles noticias. Antes de partir, agradece a Eucalis y Naerma por haberle salvado la vida; les ofrece acompañarlo, pero ambos se niegan.
Naerma sabe que regresar es peligroso, pero no puede abandonar a su gente. Si hay algo que aún pueda hacer, lo hará.
Encima de su querido dragón, junto a Eucalis, emprende el vuelo de regreso hacia Rush’Lanka, mientras el amanecer tiñe el cielo con un resplandor cruel. La luz revela un paisaje devastado: humo por todas partes, escombros y restos de buques esparramados sobre lo que ahora es la historia de su tierra.
Viajan sin decir una palabra, aunque Eucalis puede sentir el dolor en ella, tras las lágrimas que se desprenden y caen en su propio rostro. Está a punto de tocarla, de ofrecerle consuelo, pero se detiene. Sabe que Naerma es fuerte, y que, cuando todo termine, se convertirá en la líder que su pueblo va a necesitar.
Horas más tarde, las noticias de la batalla se esparcen por todo el continente. Una de ellas es Yudax’Ríos, que lo celebra con júbilo porque uno de sus generales más fieles ha cumplido su promesa de lograr la primera victoria de la guerra. En cambio, la emperatriz escucha el informe con sorpresa, que pronto se transforma en furia. Se levanta de su trono y fija la mirada en el gran mapa que cubre la pared, donde la ciudad de Rush’Lanka brilla como una herida abierta. Pero es en Filoa donde se concentra gran parte de su armada, y espera que esas fuerzas sean capaces de infligir una derrota aplastante a la maldita usurpadora.
La biblioteca en Booknet es una lista útil de libros, donde puede:
guardar sus libros favoritos
ver fácilmente las actualizaciones de todos los libros de la biblioteca
estar al tanto de las nuevas reseñas en los libros
Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.