Passione

1

Alessio

Cronos me da un vaso de café. Lo miro.

—¿Qué haces aún aquí?

Me mira y bebe su café tranquilamente. Llevaron a Rouses hacerle exámenes. Odio los hospitales, el olor y el color de las paredes me hacen marear.

—Cuando éramos niños, éramos inseparables —Lo miro

—Ya no somos niños

—Y tú estás solo —No sé a donde quiere llegar —Me vendría bien un amigo y a ti también. No es que puedas contarle todo a tu subdirector de empresa

—Tú lo dijiste hace mucho que no nos vemos y ahora...

—Cuando era pequeño te consideraba mi familia, no solo por lo que tu madre preparaba. Si no porque me dieron un hogar que perdí el mismo día en que tu madre falleció.

—Tú y Rouses se parecen sabes —Indico —Cuando se despierte me odiará, no querrá ni verme

Frunce el ceño.

—¿Cuál es tu plan de contingencia?

—Rogar hasta que me perdone, intentar explicarlo. Eso sí, recuerda y deberé empezar desde cero.

Tengo el cuello entumido, acaricio la mano de Rouses

Tengo el cuello entumido, acaricio la mano de Rouses. La reina entra y se sienta en el otro sillón.

—El médico dice que despertara pronto ¿Qué le dirás?

—Dependerá de si recuerda o no, pero me prepara para lo peor

—El divorcio —Indica —Pero yo puedo controlarlo

La miro y tomo aire.

—No la forzaré a estar conmigo.

—Ya no solo es algo entre ustedes, es algo de la monarquía. Mira hijo, el parlamento estará encima, las disoluciones de matrimonio no se dan en Italia. Alessio la comerán viva, por esto, deberás ser su roca y mantenerla fuerte Alessio. Los Alessandretti pueden ser muy hirientes.

La reina se va y yo me quedo ahí. Me prometí no forzarla a nada y tenerle paciencia, fui demasiado lejos ya, no quiero perderla, ella es...
Lo es todo para mí.

La habitación es helada, tapo bien a Rouses y me vuelvo a sentar

La habitación es helada, tapo bien a Rouses y me vuelvo a sentar. Comienzo a cabecear y trato de acomodarme, le sujeto la mano a Rouses y siento que me la aprieta, la miro, pero aún tiene los ojos cerrados. Vuelve apretarme la mano y abre los ojos. Luce asustada mira a todos lados. Cuando me mira se suelta la mano.

—¿Quién eres tú? —Pregunta —¿Dónde...? ¿Qué...?

—Rouses, tranquila...—Llamo al médico con el botón

Me repara y mira al su alrededor. No recuerda nada, mierda. La voy a perder. El médico entra y la observa.

—Hola, ¿Cómo te sientes? —Ella lo mira —¿Sabes tu nombre? ¿Sabes que día es? ¿Qué es lo último que recuerdas?

—Yo no sé...

—Bien tranquila. —Le dice —Te llamas Rouses, hoy es martes, llevas tres días dormida. Tuviste un shock.

—¿Y él?

El médico me mira y yo me acerco más.

—Él es tu esposo —Me mira sorprendida, mira su mano y luego a mí —¿Lo recuerdas?

—No —Dice sorprendida —¿Cuánto llevamos casados?
Ahí está, la forma en que me mira, eso es lo que más me mata ella no siente nada. No hay nada más que vacío.

—Tres años —Indico

—¿Tres? ¿Tenemos hijos?

—Tenemos dos —Se sorprende

El médico me mira y sé retira.

—¿Cómo te llamas? —Pregunta

—Alessio — Le indico —Rouses, es mi culpa que esté aquí

—¿Me golpeaste?

—No —Digo —No, yo te mentí...

—¿Me engañabas?

—No, yo te oculté que nos habíamos casado

—¿Cómo no lo entiendo?

—Es complicado

—¿Como complicado?

Tomo aire y me rasco el cuello, joder porque debe ser tan difícil.

—Hace tres años te dieron de desaparecida y no te encontraron hasta hace unos meses. Yo estaba por casarme por un contrato y bueno...

—No tienes una explicación —Indica. Se queda pensando cuando sonríe y niega —Quiero el divorcio.

—Déjame explicar —Trato de evitar esto.

—¿Explicar qué? —Indica —No puedes explicarlo Alessio. Sé quién eres, sé quién soy, lo único que quería era saber si eras capaz de decirme la verdad, un motivo, al menos para entender o saber por qué tuviste la necesidad de ocultarlo. Llama al médico y vete.

—No me voy a ir a ningún lado. Yo...

—¿Tú qué? ¿Qué? Pensaste o podría mentir y hacerte la puta víctima y nadie te lo recriminaría. Tenía derecho, derecho de saberlo. Tenía derecho de saber que mi marido se iba a casar con otra. Tenía derecho de saber que nuestro matrimonio vale menos que una empresa

—No...

—No quiero escucharte —Indica —No quiero verte, te quiero fuera. Ahora llama al médico y déjame en paz.

La miro y quiero gritarle que nunca nuestro matrimonio no es menos que la empresa. Que lo único que quería era reconstruir mi muy magullado orgullo. Que no quise pedir ayuda porque si cuando comencé no lo hice no lo haría ahora. Porque nunca he tenido en que apoyarme y me cuesta aceptar ayuda. Que por encima de todo, la elegiría a ella, que sobre todo la he elegido a ella. Que iba a salir corriendo de esa iglesia y que cambiaria eso, cambiaria ese momento para quedarme con ella. Que soy suyo y soy un idiota.

Llamo al médico. No me voy de la habitación, me quedo, él medicó, le revisa y firma varios papeles para hacerle exámenes. Cuando el médico se va me mira como si me quisiera matar. Deja de reparar en mí y se acuesta a dormir. Yo por mi lado me siento en sillón y me acomodo.




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