Passione

4

Alessio

Maritza se acerca y la toma del brazo poniéndola de pie.

—¿Eso es verdad?

—No quieren al niño, quieren a la princesa. Solo facilito las cosas.

—Espero que no sea falso o yo si te matare —Indica Cronos

—Iré por Rouses

Comienzo a salir, Rouses no podrá tener la fuerza de hace tres años, pero sé qué sería capaz de sacrificarse por Máximo. Eso me inquieta, sé qué es capaz de cometer una locura. Salgo y la encuentro en el patio donde esa de rodillas, me acerco hasta ella.

—Rouses

Me mira con los ojos llenos de lágrimas, me pongo frente a ella. Le quito el cabello de la cara.

—¿Qué pasa?

Intenta hablar, pero no puede, termina yéndose sobre mí abrazándome. Caigo sentado con ella en brazos. Cuando se tranquiliza me mira y se sienta a lado mío.

—Es abrumante, joder, como ser llenar tus propios zapatos. Todo esto lo es... Es tanto en tan poco, siento que no voy a poder y no quiero matar de nuevo, no creo que pueda mirarme en el espejo. Pero una parte de mí lo anhela y la otra dice que no podre mirar a mis hijos a los ojos. Luego está nuestro matrimonio, hicimos unos votos, votos sagrados que quiero cumplir...

—No debes hacerlo pro obligación —Me mira —No es un hecho Rouses

—No es solo un hecho, te dije lo que sentía por ti y eso no ha cambiado.

—Dilo entonces —No dice nada

—Lo diré cuando tú, me confíes en mí y me mires normal, no como si fuera a desaparecer en un segundo

Aparto la mirada mirando el jardín, veo como se pone de pie y viene a sentarse en mi regazo, me toma del rostro y me besa, cuando está por separarse y la sujeto de la nuca profundizando el beso. Cuando la suelto me mira y pasa sus brazos por mis hombros, yo no la toco, tengo las manos apoyadas en el suelo sosteniéndonos.

—Sabes me gusta estar así contigo —Sonrió —Sin tener que preocuparme por una loca prometida. Solo para mí —Besa mi mejilla

Tengo sus pechos a la vista, ella nota que los estoy mirando y me golpea el hombro.

—Oye

—¿Qué? ¿No puedo verle los pechos a mi esposa? —Su mirada es severa

Paso mis manos por su cintura y la beso. Nuestros centros se frotan y un gemido escapan de nuestros labios.

—Todo va a estar bien ángel te lo prometo

Ella asiente y se arrima a mi pecho y besa mi cuello.

—Me gusta tu perfume —susurra —Alessio tengo miedo de lo que le puedan hacer a Máximo

—Lo tendremos de nuevo con nosotros, te lo prometo

Le cuento que puede que estamos yendo a una trampa. Cuando la noto más calmada me pongo de pie y la ayudo a ponerse de pie. Detallo su ropa, lleva una falda negra que le llega más abajo de la rodilla, lleva sandalias dejando ver sus pies y sus uñas pintadas. Lleva una blusa blanca que le acentúa los pechos. El cabello le está creciendo, así que pregunto.

—¿Te dejarás crecer el cabello?

—¿Dejarás de ocultarme cosas? —Habla con las manos en la cintura y sonrió

—¿Con que esa tenemos?

—Si

Paso mi mano por su cintura y caminamos de regreso al palacio, al entrar nos encontramos con Cronos.

—Los encontramos, saldremos en una hora y tú —Señala a Rouses —No iras

—¿Pero por qué? —Pregunta —Es mi hijo

—No tienes la capacidad de hacer esto, no eres tú

—¿Y quién soy entonces? —Se separa de mí —Dime para saber quién rayos soy, joder que estoy harta. Voy a ir porque es mi hijo

—No discutiré esto Rouses, que lo resuelva tu esposo

Cronos nos deja solos y Rouses me mira.

—¿Estás de acuerdo con esto?

—Rouses...

—Alessio, por favor déjame ir, te prometo que haré lo que me digas, no cuestionaré nada, solo déjame ir por mi hijo. No participaré, pero déjame ir.

—Lejos, no estarás cerca —Sonríe y asiente —Hablo en serio

—Gracias —Me abraza —Voy por nuestras cosas, ¿quieres que empaque algo en particular?

—Subiré en un momento

La veo alejarse por el pasillo y yo voy por donde se fue Cronos, lo encuentro en el jardín vomitando. Me acerco y saca su arma, me mira como si no me conociera hasta que su hombre se acerca y se la quita. Él respira y toma aire.

—¿Pero qué te pasa? —Le pregunto

—Migrañas —Dice —¿Qué quieres?

—Rouses irá, no estará en la acción

—¿Sabes que te usa? Puede que no sea la misma de antes, pero sabe como jugar

No lo creo, esta Rouses es..., es perrito, claro que si lo enfureces morderá, y ladrará, pero a más no llega. Le está costando adaptarse, me lo acaba de decir.

—No está en condiciones de jugar —Él asiente —¿A dónde vamos?

—Al norte de Bulgaria hay fábricas abandonadas, mis hombres lo han comprobado, iremos, pero no quiero a tu esposa en esto. Ya bastantes problemas tenemos que resolver para tener que rescatarla

—Tú fuiste el que quiso que regresara —Indico

—Descubrirás que es mejor tener un pie fuere y otro dentro que ninguno hermano

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f2d71496c47777955504a585436513d3d2d313033393230313430362e313838316436643131363564356136643337323332383431323635312e706e67

Nicolás, Paulina, Maritza, Estaban, Cronos, Henry, Rouses y yo vamos en un avión a Bulgaria. Al llegar nos dirigimos a casa no muy lejos de nuestro objetivo, donde Milo, él hombre de Cronos, nos entrega armas. Cuando estamos listos subimos a los autos, me detengo frente a Rouses que se abraza así misma y beso su mejilla.

—Volveré con él —Asiente —Espérame

—Ten cuidado, por favor —Asiento y salgo

Henry conduce hasta estar unas millas de distancia, vamos a pie y nos detenemos al ver a los que hacen guardia. Es Paulina quien saca fusil de francotirador y se tira al suelo y empieza a derribarlos uno por uno. Cuando el camino está libre, avanzamos. La entrada no es difícil y eso me inquieta, una vez dentro nos detenemos de golpe, nos estaban esperando.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.