Passione

Alessio

Hoy era el día libre de Alessio, después de una semana demasiado dura donde no solo descubrió que la hija de su jefe de la una vez estuvo muy obsesionado y un poco enamorado cuando tenía ocho era una asesina; aparte de las constantes peleas con Liza, quería dejarlo por la paz, pero no tenía a nadie más con quien desahogarse, a ella no debía darle explicaciones y eso estaba bien, además después estaba su padre y su extraña relación, estaba molesto que con la llegada de Tomi “quería afianzar lazos” como él los llamo.

 

—Hoy disfrutaremos y nos haremos pedazos —Grito Pedro

El centro comercial estaba lleno de personas que los miraban raro, pero a ninguno le importaba en realidad.

—Ahí va —Grito alguien desde lo lejos, los pasaron empujando —La princesa 

Él miró a lo lejos una chica corriendo, intentando huir, se perdió entre la multitud, la vio salir del otro lado y los fotógrafos por el otro; tomo con maestría un abrigo de uno de los comensales sin que este se diera cuenta, se amaró el cabello y boto lo que parecía ser una peluca, se sentó en uno de los banquillos.

—Vámonos Alessio —Él miró al grupo de sus amigos, y volvió a verla a ella, se supone que estaría en casa, recuerda que cuando era pequeño la observaba, y aún lo hacía, a veces la miraba por la ventana mientras estudiaba o se reía con sus nanas —Vamos a festejar 

Liza pasó su brazo por su espalda

—Debo regresar al trabajo —Mintió —Al parecer me necesitan

—Podrías decir que estás ocupado o tirarte a la princesa a ver si te da el día libre, dicen que es una dulzura, un manjar entre los manjares —dijo Pedro

—Debe ser fea para no salir, no creen —dijo Maritza

—O solo quiere privarnos de su hermosura —dijo Fabio

Si supieran quien es, los mismos que hablaron estaban embelesados con la hermosura de Achilles, claro que también estaban enojados al saber quien era.

—No lo sé, no la conozco —Volvió a mentir él

Se despidió de todos y comenzó a caminar a donde estaba esa chica, aún seguía ahí mirando a los alrededores, se sentó frente a ella, cuando ella lo miro se sorprendió; le quito la gorra y su cabello cayó por sus hombros. Tenía los ojos más hermosos que había visto y sus labios, eran carnosos; desde que se la volvió a topar y hablar con ella deseaba morderlos, eran perfectos y rosados. Lo sabía porque nunca le había visto con una pisca de maquillaje, estaba creciendo, sus pechos comenzaban a notarse, su figura se estaba definida en un perfecto reloj arena.

—¿Qué haces aquí niña? 

Ella odiaba que él la llamara así, Alessio se creía su hermano mayor, uno muy guapo, en realidad; el trabajo en el palacio le había hecho asentar músculos en sus brazos, además que un par de veces al voltear por la ventana en una de sus clases lo había visto sin camisa. Tenía su abdomen de lavadero, su piel estaba broceada por el sol, que contrastaba con su cabello claro y sus ojos color miel.

—Alessio —dijo ella —¿Qué haces aquí? Pensé que era tu día libre

—Lo es —dijo él, mirándola, tenía una blusa muy fina —¿Escapando otra vez?

—Algo así —dijo

—¿No deberías estar en clases?

—¿No deberías estar con tus amigos? —Pregunto mirando a ver si los fotógrafos regresaban —Creo que debo irme —Él la detuvo

—El abrigo —Lo miro y se lo saco —¿A que no puedes devolverlo? 

Ella lo miro y sonrió, se puso de pie y camino hasta la mesa donde la tomo y lo dejo caer, el hombre regreso a ver y ella recogió el abrigo, el hombre le agradeció por recogerlo y ella regresó.

—¿Algo más Alessio?

—¿Cómo vas a regresar?

—Le pediré a alguien que me lleve, no están difícil —dijo ella sonriente, sabia de sus habilidades, las escuchaba, además que más de uno querían experimentarlas en el campamento

—Las nanas saben que no estas

—Saben que estoy con Ángelo y él sabe que estoy en casa —él la miro dudoso —Estaba haciendo una de mis jugarretas —dijo al fin —Feliz, debo irme 

Se puso de pie y se acomodó la ropa, él la siguió hasta que ella divisó a los fotógrafos, se ocultó tras una columna y la cubrió con su cuerpo; permitiendo que ambos respiraran la fragancia del otro. Para él fue una dulce combinación de coco, vainilla y canela o manzanilla, para ella era fertilizante, tierra, sudor, un perfume caro que no recordaba el nombre, recuerda que su tía le regalo algo en las navidades pasadas.

—Se fueron —dijo ella separándose y caminando hasta las gradas eléctricas, pero no para su mala suerte, ellos subían por el otro lado, quería devolverse, pero había mucha gente, miro para todos lados buscando una salida

—Sabes una cosa —Sé voltio —Las muestras de afecto incomodan a las personas 

Se acercó a ella y la beso, grave error, el solo roce hizo que quisiera más y más de aquellos labios, que parecían haber sido creados para que él los besara, cuando sus pulmones no pudieron más, él se separó, la miro, ella estaba roja, muy roja, él no entendía por qué.

Él la había besado, Dios no sabía si lo hizo bien, era la primera vez que besaba a alguien, sentía sus mejillas rojas, realmente no era su primera vez, la primera vez de ambos fue en el patio del palacio, él le robo un beso antes de irse y no volverle hablar. 

Ella se precipitó a bajar, ya que la gente no los miraba, él la siguió, cuando salieron ella comenzó a caminar esperando encontrar a alguien que la llevara hasta casa o podría llamar a Beyno y decirle que la lleve o ¿Qué otro amigo tenía? Todos estaban de viaje al ser mayores, ella aún seguía estando bajo la tutela de sus dos nanas.

—¿Qué piensas hacer? —dijo él para romper el silencio y que ella se detuviera

—Encontrar alguien que me lleve —Se rascó el cuello, el calor le estaba provocando salpullido por el sudor de su cuello, se amaró el cabello en un moño dejando a la vista su cuello y se puso la gorra

—¿Qué te pararás y pedirás un aventón? —Ella asintió




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