Passione

51

La noche en París nos cobijaba, llegamos al lugar donde se supone que estaría el objetivo, pero no había nadie.

—Esto no me gusta —Hablo Esteban por el comunicador

—¿Seguro que era aquí? 

—Si

—Claro que era aquí, solo que con sorpresas

Una luz más potente, me cegó, de la nada aparecieron más hombres rodeándonos.

—Buenas noches, princesa

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Esteban

No la veía por ningún lado, la luz había sido muy fuerte que me cegó por minutos.

—¿Dónde está? —El primero en preguntar fue Alessio

—Está encerada, no podrá salir, te pagaré Nicolás, pero me quedaré con tu linda Achilles

—Suéltala 

—No lo haré, lo siento

—Maldito, quieres morir, es eso 

—No, mira Nicolás, tienes muchos traidores a tu lado, como crees que me entere de que vendrías

—Te mataré y al que lo dijo

De repente el suelo comenzó a temblar

—Pero qué demonios

Una lata pasó a gran velocidad cortando la cabeza.

—Ups, creo que me pasé

Las venas del rostro se les marcaban todas de negro, como si estuvieran llenas de brea. Mire a Maritza, ella también estaba sorprendida.

—¿Quién sigue? 

Nadie pudo hacer nada, los que dieron un paso al frente terminaron muertos.

—El dinero, ahora 

Un tipo escuálido salió corriendo y dejo el dinero frente a Nicolás

—Bien podemos largarnos

Nadie se movió, salimos de nuestro letargo, Tomás tomo la bolsa y la seguimos.

Cuando llegamos a los autos, la vi, estaba vomitando, me acerque a ella, pero levanto la mano alejándome, nos quedamos parados lejos, a unos veinte pasos.

—¿Rouses? 

Se incorporó, los ojos estaban rojos, y las venas parecían palpitar.

—Había mucha sangre 

No entendía lo que decía, comenzó hablar entre dientes, hasta que se desplomó en el suelo, su respiración era irregular, me acerque de nuevo, su respiración era irregular, no sabía que debía hacer.

—Hay alguien que debo recordar o estaremos jodidos —Me miro

—¿De quién hablas?

—No lo sé, lo que se es que algo debo recordar con urgencia

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Rouses

Hay traidores a tu lado, las palabras del tipo estaban en mi cabeza, no recordaba mucho de lo que hice en ese estado, pero por la cara de todos supuse que fue algo muy horrible. 

El hotel en el que estábamos era muy lujoso, me había dado cuenta de que eran muy comunes cuando Dalia estaba, y sabía por Paulina que no era solo por su embarazo, la esposa de Nicolás siempre pedía lo mejor, no importa el costo. 

La amante de Nicolás me quedo mirando por unos minutos, ella no se quedaba atarás, las bolsas que vi en el sillón eran de tiendas exclusivas y de diseñador; claro que Nicolás parecía no hacerle mucho caso, ella siempre estaba a su lado, los había visto dos veces besándose, a lado de Dalia, eran muy raros.

—Bebida

Me estaba ofreciendo un vaso de jugo, lo tomé, cuando me di cuenta todos tenían uno en su mano, ella se alejó cuando la detuve hice que Dalia botara el suyo.

—¿Pero qué te pasa?

—Sabes que cuando mezclas arsénico con jugo de papaya, este tiende a cambiar el color, y su olor

—No sé dé que me hablas 

—Pues tomate este jugo 

Le ofrecí mi vaso, y se separó de mí cambiando hasta donde Nicolás, el me miro y después a ella la empujo para que quedara en medio.

—Solo tres vasos tienen veneno, el mío, el de Dalia, y ese de la encimera, que por una extraña razón dejaste descartado

—Por si no te mironas perra —Sonreí

—¿Querías matarme? —Dalia se acercó a ella —¿Con qué derecho te atreves a atentar contra mi vida y la de mi hijo?

—Porque solo eres un obstáculo en mi camino, al igual que ella, las dos lo son

La miré, ella no había estado el día que fueron a verme en Roma.

—Dime el plan de delatarnos fue solo tuyo ¿O hay alguna otra mente maestra? —Se quedó estupefacta cuando lo dije, sonreí porque acerté

—Se supone que debías quedar en esa fosa 

—Sí, si como sea —Me acerque a ella —Vuélvete a meter en mi camino, y te mato —Mire a Nicolás —Controla a tu puta, o yo lo haré Nicolás, y yo no doy palmadas, si no pregúntaselo a Rachel —La miré —Crees que no lo recordaría —Tembló, que se notó —Tú y yo tenemos algo pendiente

—He cumplido con lo ofrecido al pie de la letra

—Eso está por verse

—Tú no me puedes tocar, porque estoy embarazada

—¿Qué dijiste?

—Mierda —Paulina se levantó 

—¿Que no conoces los condones?

—Mi hijo vivirá 

—¿Sí? No si yo lo impido —Dalia, la tomo del cabello —Mátala, Nicolás, ahora

—Nuestro hijo está aquí Nicolás —Se tocó el vientre plano —Yo solo lo protegía de ellas




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