Passione

64

Rouses

Íbamos en silencio, un silencio muy incómodo, al llegar al hotel, entramos directo al ascensor, los primeros en bajarse fueron Tomás y su novia, seguidos de Rachel y Paulina. Estábamos llegando al piso de Nicolás y Alessio; y quedaríamos Maritza, Esteban y yo.

Las puertas se abrieron, Nicolás salió, pero Alessio se volteó y me miro, se acercó y me jalo con él fuera, las puertas se cerraron, y quedamos los tres en el pasillo.

—Pero ¿qué rayos te pasa? —No me respondió

Pasamos por a lado de Nicolás, me hizo entrar a su habitación, intente salir por las mismas, pero no me dejo, me bloque el paso.

—Hablemos

—¿De qué? No tenemos nada de que hablar —Respondí a la defensiva —Has demostrado que te importaba poco lo que teníamos

—Yo no he demostrado nada 

—¿No?

—No

—No te vasto ni dos días para volver con ella, no soy idiota Alessio

—No salimos, no hacemos nada, no hemos hecho nada 

—No te creo

—Pues hazlo, crees que estaría con ella aún estado contigo 

—No estamos juntos —Pude notar como su cuerpo se trenzó —Ya no

—Rouses mira yo… —Lo miré —Yo sé que debía contarte lo que estaba pasando, pero es que no quería involucrarte en esa mierda, al final sé resolvió 

—¿Sí? ¿Pensabas contármelo en algún momento o te lo ibas a guardar?

—No

—Pero si se lo dijiste a Rachel, y pediste su ayuda, y no aceptaste la mía, eso es lo que más me duele, ahora hazte a un lado que quiero irme a mi habitación

—Soy un idiota, si lo soy, debí aceptar tu ayuda, pero es que no quiero depender de ti para solucionar mis problemas, no quiero que digan que consigo cosas porque salgo contigo 

Lo miré un rato y retrocedí, cerré los ojos, viendo que no había una salida fácil, yo esperaba que gritara, que me dirá la contraria y se excusara como siempre, que se cerrara en que lo que había hecho estaba bien, pero esto no era lo que esperaba.

—Ya es tarde —hable muy bajo pero me escucho 

—¿Para qué?

—Para esto, no puedo Alessio, no puedo esperar que en un problema me hagas de lado o luchar constantemente día a día con el mundo, para defender esto, ya no puedo, ya no puedo amarte

—Sé que es complicado y deberemos luchar, que habrá días oscuros y que será difícil, pero es así

—Necesito estabilidad, y tú y yo carecemos de eso en muchos sentidos

—Entonces, ¿Qué vamos a hacer, salir de nuevo a buscar personas, qué intendente complementarnos? La posibilidad de que estés con otra persona me está matando, no podría soportar que te toque como yo lo hice, o que tú lo mires con esa sonrisa en los labios, con la que me alegras todos los días. Soy un egoista, lo sé. Quiero que seas solo para mí, que solo me mires a mí, que solo me toques a mí. Yo te necesito.

—No lo entiendes —No sabía qué hacer, no sabía qué decirle para que me dejara ir

—Explícalo entonces, porque esto lo podemos solucionar, solo debemos comunicarnos más y…

—Es que ya no te amo —Lo corte no podía escucharlo más, no podía ya —Pensé que esto era amor —Nos señale —Pero no es así, no es amor, solo un intento de no sentirme sola, lo siento. Lo entendí ahora, al darme cuanta que no quiero una relación como la que teníamos, quiero algo más que una relación de niños

Nos quedamos mirando, hasta que se quitó de la puerta, no dijo nada, pero quería que dijese algo, al menos un te odio serviría. Pero qué masoquista era. 

—No puedo seguir trabajando para ti —Eso me rompió —Si nos vamos a separar de verdad debemos hacerlo bien 

—Está bien

—¿Esto es lo que quieres? ¿O es que acaso hay algo que está encima de nuevo?

—Que importa lo que yo quiera, ¿Qué me asegura que lo nuestro durara?

—Bien —Se acercó a la puerta y la abrió —Princesa

Salí, y caminé hasta el elevador, subí hasta mi piso y entre a la habitación, metí en la maleta lo poco que saque bajo la mirada de Esteban y Maritza.

—El avión nos espera —Escuche a Esteban 

—Estaré lista en poco 

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Pasaban mi proclamación por televisión y repitiendo la frase que había dicho con diecisiete años. 

“Por Italia, con Dios y mi pueblo, hasta mi último aliento”.

Cookie arreglaba los últimos detalles de mi vestido mientras me ponían la capa que media unos dos metros, cuando estuve lista partimos hasta la iglesia, el camino se me hizo corto, al llegar el sonido me ensordeció. A dentro las trompetas sonaron anunciado mi llegada, mientras hacía mi camino hasta el altar, el coro cantaba una canción muy antigua dándole más teatralidad.

Sentía que volaba, no podía creérmelo, había mucha gente, entre mandatarios de otros reinos, presidentes y empresarios. 

Me quitaron la capa y me pusieron una especie de túnica, dorada mientras repetían unas palabras, me hicieron sentarse en el trono que estaba ahí, que solo se utilizaba para este tipo de ceremonia. 

El padre siguió con la ceremonia, y cuando llego el gran momento las trompetas volvieron a sonar, me quede en blanco, solo tome aire y actúe en automático, hice lo que repase toda la semana, repetí la frase, que había repetido unas veinte veces atrás.

El padre hizo una pequeña cruz en la frente, en la boca y en el pecho, cuando otro de los padres le acerco la corona, la mire con miedo, recelo, el resto del mundo estaba de pie, mire arriba, mi abuela me miraba junto a Máximo, quien sostenía una pequeña corona en sus manos. 




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