Passione

72

El avión aterrizó en Svalbard, Noruega, un auto nos esperaba en la pista, subimos a él y nos dirigió a nuestro destino, que eran dos horas a pie después de llegar. La caminata se hacía pesada por los abrigos y botas que utilizábamos, a la cabeza iban Esteban, junto a Ángelo y Maritza, yo iba con Alessandro, estaba callado y no es que hablara mucho, pero parecía más pensativo de lo usual.

—¿La has visto? —Me miro —A Ángela —Aclare —¿La has visto?

—Sé que se casó, tiene lo que siempre quiso una familia, cumplirá cuarenta y dos este año, su hijo debe tener síes, tal vez cinco

—¿Te arrepientes? —Negó

—Yo nunca había podido darle esa vida a ella, la casa, el jardín, los hijos —Estaba condenado al infierno hasta que llegaste y te convertiste en mi ángel, me enseñaste que hay muchas formas de amar y la única forma que podía hacerlo es como padre

—Aún sigo molesta contigo —Sonrió

—No esperaba menos

—Pero ya no quiero estarlo —Me detuve —Necesito a mi padre, a ambos padres

—Ya los tienes y no nos iremos

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Llegamos a una casa entre la nieve y montañas, más bien era un tipo de búnker para no morir de frío, al llegar todos me miraron. Camine hasta la puerta, pero no fue necesario tocar, esta se abrió y un hombre de barba y con cabello largo abrió, él solo me miro de pies a cabeza y después cerro la puerta, regrese a ver a los demás.

—¿Dejarás que nos congelemos? —Pregunto Maritza

—Bruno abre la puerta —Nada —Por favor es importante

—Te dije que nunca vinieras si no era sola Rouses —Hablo —Te dije que no quería regresar y es lo qué quiere que regrese, vete no pienso salir de aquí

—Por favor es urgente, eres el único que puede ayudarme, no conozco a nadie más tan inteligente y que pueda hacerlo

—Apuesto que puedes hacerlo tú 

—Pero yo no soy neurocirujano —Aclare —Por favor —La puerta se abrió y él me miro

—¿Tienes algún tumor o estás embarazada?

—No a las dos preguntas —Explique, le extendí la carpeta, él la miro y la tomo —¿Podemos pasar? —Asintió

El lugar estaba impecable, muy ordenado y aseado, era una maravilla.

—Este lugar es increíble —Puntualizo Maritza

—Bruno —Mencionaron Alessandro y Ángelo al entrar

—Maldita sea, ¿son inmortales o algo por el estilo? —Pregunto sentándose y mirando los documentos dentro de la carpeta

—¿Cómo conoces a este tipo?

—Es una larga historia —Le dije a Maritza

—La resumida

—Me caí de un acantilado a los cuatro años, pensaron que moriría, es neurocirujano, pediatra, es un buen tipo —Miro el lugar

—¿Por qué está aquí?

—La vida le quito lo que más amaba en este mundo —Mencione, ella me miro. —A su hija, era mayor para mí, fue al mismo tiempo, a ella la arrollo un carro y yo caí, me salvo a mí, pero no pudo salvarla a ella, era mi doctor de cabecera cuando era pequeña hasta que cumplí los diez y lo ayudé a escapar del mundo, su esposa es la doctora Gerald

—Espera…

—Está divorciado —Asintió

—Ha vivido con esa bala por tres años —Asentí —El mismo tiempo que te fuiste

—Mi cerebro no quería recordar —Él me miro

—¿Cómo sé que aún hay más?

—Lo hay 

—Maldición

—Solo opéralo y puedes regresar, hacer mi ermitaño favorito

—¿Tendré que ver a Martha? —Negué —Bien, porque no quiero hacerlo, casarse con mi mejor amigo —Sonrió —Vaya

—Aunque sea avanzo —Susurro Alessandro —No se oculta en una cueva como un oso

—Tan crudo como siempre —expreso Bruno, debían tener la misma edad

—¿Lo harás? —Miro la carpeta

—Si viniste es porque tenías que llevarme, ¿no? —Sonreí —Sabes que no me gusta que me manipules, pero lo haré, el problema es que no he practicado hace mucho

—Lo harás bien, una vez me dijiste que era como andar en bici, recuerdas

—Debí estar ebrio

—Claro, ebrio con una niña de seis —Sonrió

—Eres como una droga, causa una felicidad efímera, pero como una droga es adictiva, tú lo eres, sé la magia que tienes y sabes, no quiero acostumbrarme

—No estaré cerca —Informe

—Bien, nos iremos mañana —Todos me miraron —Al menos que quieras morir de frío

—Pensé que sería más difícil —Declaro Esteban

—Esta niña sabe cuáles son mis debilidades —Expuso

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El dolor de cabeza me azotó cuando íbamos de regreso, me dolía hasta abrir los ojos, pero no lo comente, no hasta que estuvimos en el avión rumbo a Francia. Tenia miedo que se me comenzaran a olvidar las cosas de nuevo, mire a Maritza y Esteban y entendieron, tome la medicina y espere que al despertar mi cabeza no estuviera en blanco de nuevo. Mierda

—No lo recuerdo —Informe al aterrizar en Francia

—No te esfuerces —Expreso Esteban —Solo déjalo




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