—Te concedo los honores.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué yo? ¿Por ser mujer?
—Soy tu jefe y puedo darte órdenes.
Ruedo los ojos.
—Acordamos separar lo personal de lo laboral, así que no puedes usar esa carta aquí. No es horario laboral y no estamos en la oficina.
Suspira, resignado.
¿Tan arrogante es creyendo que puede usar su puesto como el gran jefe para obtener lo que desea? Bueno, conmigo se equivoca.
Me parece bien que no mezclemos lo laboral con lo personal, pero eso debe ser siempre así y no cuando a él le parezca o le convenga.
—Hay que hacer algo para que deje de llorar. Yo la levanté y lloró más fuerte.
—Claro, si la levantaste como si fuera bomba radioactiva.
—No sé como agarrar a un bebé y menos cuando están llorando y pateando.
No puedo culparlo porque no soy mejor que él en esto de la cuestión de bebés. Es verdad que yo puedo tomarla en brazos, pero cuando llora se pone histérica y su pasatiempo favorito es patear y tirar el cabello.
Elena no deja de llorar y sabemos que necesita un cambio de pañal. Odio escucharla llorar y me siento muy impotente por no hacer nada y verla en la cuna.
—Okay, vi a mi hermana una vez cambiarle el pañal.
—Buscaré un tutorial en YouTube. Tú la levantas, pues parece que contigo no llora tanto.
No llevamos ni un día con Elena y ya estamos en pánico.
Es verdad que se calmó cuando la tomé en brazos y es posible que sea porque sintió el olor al perfume de su madre, el cual es el mismo que mío. Es la única explicación que encuentro.
Estuvo tranquila hasta que comenzó a llorar y nos dimos cuenta de que necesitaba un cambio de pañal.
Jesse tuvo la intención de huir inventando algo del trabajo y no lo permití. Él aceptó esta responsabilidad y tendrá que aguantarse, le guste o no.
Me acerco a mi sobrina, quien llora a todo pulmón, y le pido que se calme. Claro que no me hace caso porque no le importa lo que yo quiera.
Comienzo a sacarle la ropa intentando ignorar su llanto que me hace sentir culpable y peleo con sus piernitas que no dejan de moverse.
—Elena, ¿quieres colaborar con tus tíos? Te prometo que te sentirás mejor cuando estés limpia.
Ella deja de llorar por un momento, pero vuelve a arrancar.
—Acá lo tengo—dice Jesse—. Primero hay que sacar el pañal sucio.
—Gracias por decirlo. No se me ocurrió que debía sacarle el sucio para ponerle el limpio.
—Ignoraré el sarcasmo. Una vez que le quitamos el pañal sucio, limpiamos con toallas húmedas. Si tiene irritación, se le coloca crema, luego el talco, si no hay irritación, solo el talco y luego el pañal limpio.
—Ve a buscar las cosas—señalo el mueble—. Ahí debe estar todo lo necesario.
Mientras él hace lo que le pido, yo me preparo mentalmente para enfrentarme con el pañal sucio.
Espero no vomitar porque no tengo vocación de bulímica.
Desprendo las cintas de los costados y abro el pañal. Controlo las náuseas haciendo ejercicios de respiración e intentando respirar solo cuando es necesario. ¿Qué le dieron de comer a la niña en este tiempo? No recuerdo que oliera tan mal la vez que mi hermana le cambió el pañal.
Jesse se para a mi lado y observa con asco.
—¿No podemos contratar a alguien que se encargue de cambiarle el pañal? Ni quiero imaginar si tenemos que bañarla… ¿Tenemos que bañarla?
Suspiro.
—En algún momento.
—Rayos.
—No pensemos en eso hoy. Un paso a la vez.
Me acerco y procuro sacar el pañal con cuidado para no ensuciar nada. Lo hago un bollo y se lo paso a Jesse que se queda congelado.
—¿Por qué no lo tiraste a la basura? —dice dándose la vuelta para tirarlo.
Agarro las toallas húmedas que trajo Jesse y saco varias. No tengo idea cuantas usar, pero yo termino usando la mitad del paquete porque Elena no deja de moverse y sus piernas terminan sucias también.
Al menos ya no está llorando a todo pulmón.
—Yo sostengo las piernas y tú échale el talco. —le pido a Jesse.
Él enarca una ceja.
—No me siento cómodo echándole el talco. Es algo muy íntimo.
—¿Acaso me das a decir que te atraen los bebés?
—No, pero es niña. Si fuera un niño…
—Bueno, sostén sus piernas para que yo le eche el talco.
Él hace lo que pido y le echo talco. Tampoco sé la cantidad, pero le pongo bastante y lo distribuyo lo mejor que puedo. Luego Jesse levanta las piernas y puedo ponerle el pañal limpio.
—Está al revés. —dice Jesse.
—¿Cómo sabes?
—Porque tiene dibujitos y estos deben ir para adelante. Lo decía el tutorial.