Paternidad inesperada

Capítulo 7: Brooklyn

Jesse no regresa y yo siento que me voy a volver loca. Ya no sé como entretener a Elena y no quiere volver a dormir.

Ahora está llorando, de nuevo.

La mujer de servicios infantiles no va a sacar a la nena cuando vea lo fracasados que somos como tutores y no quiero ser una fracasada. No quiero rendirme y entregar a Elena a desconocidos que no se ve como la van a tener… aunque yo tampoco estoy siendo buena opción.

¿Qué hacía mi hermana para llamar la atención?

—Ya sé, Elena, las canciones de la granja. Recuerdo que tu madre te las colocaba porque una vez me fui en el auto cantando el pollito pio—Elena se refriega con la mano la nariz y se calma un poco—. De seguro te importa dos pepinos lo que digo.

Enciendo el televisor, coloco YouTube y pongo la granja. Por suerte no debo buscar mucho porque está en favoritos, así que solo le doy play y comienza a sonar una canción de unos conejos que saltan y hacen lo mismo. Sin embargo, da igual porque Elena deja de llorar y mira a los tontos conejos animados.

Una hora después, estoy saltando y cantando las canciones. Elena ríe e imagino que le parece divertido que haga el ridículo, aunque eso no me afecta.

La burla de los demás no te puede afectar si te burlas primero de ti mismo.

Cuando Jesse regresa, me encuentra a mí agarrando las manos de Elena y haciéndola saltar al ritmo de la canción de la vaca Lola. Claro que soy un desastre porque me puse ropa deportiva para tener más comodidad para moverme y recogí mi cabello en una coleta despeinada.

—Y yo creí que me recibirías a los gritos por tardarme más de la cuenta.

Acomodo a Elena en la cadera y me acerco a Jesse.

—No gastaré energías en eso, al menos volviste al mediodía y no a la noche—le pongo la nena en brazos—. Toda tuya.

—¿Vas a cocinar?

Enarco una ceja.

—¿Me ves como una mujer que cocina? Mi amor, quemo la cocina con solo mirarla… Hay no, no me digas que eres de esos machistas que creen que las mujeres deben cocinar o no se casaran.

—No, pero vives sola y dudo que tengas el presupuesto para pedir comida siempre.

—Se puede a vivir a sándwiches de atún, tomate y aguacate. Tú no cocinas. Hasta donde sé, tienes a alguien que te prepara viandas saludables para toda la semana.

—Tengo el dinero para eso. No cocino porque no tengo tiempo.

—¿Sabes?

Elena se desesperar por bajarse, Jesse la coloca en el piso y ella se aferra a sus manos buscando caminar.

—¿Qué quieres?

—Que bailes con ella las canciones de la granja.

—Yo no bailo nada. Lo siento, Elena, la tía Brook puede bailar contigo. Tengo que ir a buscar unos papeles al auto…

—Yo los busco, tú quédate con ella. Necesito aire, aunque sea solo ir a hasta tu auto.

—Pero…

—Saldré cinco minutos, no cuatro horas. Solo mueve tus manos para que ella pueda moverse y saltar. Luego calentaré la comida que trajo la vecina.

Agarro las llaves del auto de Jesse, salgo de la cocina, espabilando mi cerebro descompuesto y me apresuro a llegar al auto en busca de los papeles. No sabía que tenía tanta hambre hasta que pensé en comida.

Saco la enorme bolsa blanca y cierro el auto.

—Hola.

Volteo al costado y me encuentro con la vecina del frente, la chismosa que supuestamente se acostó con el marido de otra vecina. Esta parece muy interesada en Jesse.

Espero a que llegue a mí y le sonrío.

—Hola, vecina. ¿Se te ofrece algo?

—Solo quería saludarme y presentarte mi pésame por tu hermana. ¿Cuándo será el funeral?

Oh, carajo, el funeral. Ni pensé en eso. Era algo que tenía que hacer esta mañana.

—Te avisaré.

—Sí, por favor. Si tu novio y tú necesitan algo…

—¿Mi qué?

—Tu novio. El guapísimo hombre de ojos azules que conocí ayer—abro los ojos con demasía—. ¿O no es tu novio?

¿Jesse le dijo que soy su novia? O tal vez ella piensa que él es mi novio y quiere corroborarlo.

Parece que cocina bien y me serviría usar a Jesse para obtener comida casera; no obstante, no conozco mucho a esta mujer, tiene cara de esas que se obsesionan con los hombres y hacen un altar con muñecos vudús.

Jesse no termina por caerme bien, pero no merece ser acosado y menos cuando yo estoy viviendo con él y mi sueldo depende de él.

—Oh, te refieres a Jesse. Sí, es mi novio. No me acostumbro al título porque comenzamos a vernos cuando nos conocimos en un club de orgías y ambos vimos que no era nuestro estilo, así que nos fuimos y comenzamos a salir—asiento—. Hablando de él, debo regresar porque me está esperando para almorzar. Gracias por la lasaña y te avisaré cuando sea el funeral.

—Claro.

Me doy la vuelta y regreso al interior de la casa. Jesse está dando saltos con Elena, quien está riendo.




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