1800 Castle Combe, a dos horas de Londres...
Mamá murió cuando yo tenía quince años, me sentía sola y desprotegida ¿Lo gracioso? Es que estaba sola y desprotegida, realmente.
— Si hubiera sido varón, tendría una herencia, un status y una casa propia.
— ¿Si fueras varón? Tienes casa, status y una herencia ¿De que hablas?
Sonrió
— ¿Tu de que hablas? Mi madre acaba de morir y no tengo nada de eso — digo mirando por la ventana, la oscura noche estrellada.
Escucho la suave brisa, los perros ladrar, a las personas caminar y hablar, todos siguen su vida como si nada, hacen sus rutinas diarias, aman, ríen y disfrutan de su vida, con su familia.
Ajenos de que yo acabo de perder a toda mi familia, a mi pequeña familia.
—Status si, soy la bastarda del heredero de los Greyson ¿ A eso te refieres con status, Lucinda?
La señora suspira, sus cabellos blancos me hacen sonreír, su vestido morado y costuras negras, está sucio de tanto limpiar y cocinar.
—Niña...
—¡Soy la bastarda de los Greyson! — Grito alejándome de la ventana, salgo de la sala y me dirijo a la entrada — ¡ Soy la primogénita de Eliot Greyson, su bastarda! Status ¿No? — digo sintiendo los ojos llorosos, y el corazón latiendo a mil.
— Mi niña... Tu madre...
—Mi madre está muerta, Lucinda muerta, enterrada tres metros bajo tierra. Y nada cambiará eso.
Miro al techo rojizo, las paredes verdes como el color de las hojas.
Las ventanas dejan entrar la brisa que hace que las cortinas bailen a su ritmo, como mi corazón al sentir que no sé, que hare con mi vida.
Y apenas tengo quince años
Tenía quince años...
La puerta se abre de repente, Lucinda suspira y yo veo al hombre que entra con su ropa, gastada, pero limpia e impecable, sus zapatos llenos de barro, y sus ojos marrones turbios y angustiados.
—John, hijo — Lucinda mira a su hijo, pero este solo le da una rápida mirada y luego vuelve a verme a mi, se alborota el cabello oscuro y suspira.
— Te mudas a Londres hoy mismo.
Abro los ojos con sorpresa, miro a Lucinda y luego hacia la cocina donde la esposa de John sale, con un trapo de cocina en la mano, otro en la cabeza, y el rostro lleno de harina.
Susana es la mujer más bella que he conocido, aparte de mi madre, sus ojos brillantes como la noche, su cabello negro y su piel; oscura, la hacen una belleza.
— ¿Londres? ¿Vamos a mudarnos a Londres, cariño?
Susana mira a su esposo y este le devuelve la mirada, si hay un matrimonio que siempre admire y quise, fue el de ellos; se miraban con amor y devoción pura y genuina.
— Nosotros no mi cielo, la niña si.
— La niña — exclaman ambas
— ¿Yo?
John se acerca a mi quedando frente a frente, me da un tierno beso en la frente y sus ojos marrones me sonríen con tristeza.
— Te mudaras a Londres, con la hermana de tu madre...
— Con esa mujer ¿ John hijo, has perdido la cabeza?
—Madre, es la única familia que le queda, solo se tienen una a la otra, deben de estar juntas.
— Pero esa mujer, tiene ese trabajo tan... Tan... De moral cuestionable...
— Lucinda, es su tía y a pesar de todo es una buena mujer...
— Pero es que...
Mientras suegra y nuera discutían, John me explicaba el porque de su decisión.
— Mírame y no las escuches ¿ Si? — Asiento con la cabeza — Tu padre regresará a esta casa, pero no vendrá solo, lo hará con su esposa y sus hijos, y por órdenes de ella, todo aquel que viva aquí, como sirviente, tendrá que servirle a ella. Absolutamente todos.
Miro a ese hombre, que me cuido, me enseñó de la vida y me amo como un padre a una hija, me crío y me dio todo el amor, que mi verdadero padre no quiso darme.
— ¿Significa que yo tendría que servirle a mi propio padre? — El cierra los ojos y se que la respuesta, es un si.
— Si, pero por eso te irás a Londres, con tu tía, allá no le servirás a nadie tendrás tu propia habitación y no pasarás penas, ni miserias, y no tendrás que humillar te por nada, ni por nadie.
Dice esto último, mirando me a los ojos, tomando mi rostro entre sus manos y yo temblando, de dolor y tristeza, porque tendré que abandonar mi casa, dónde crecí y fui tan feliz.
— Pero John, ella tendrá que trabajar como esas mujeres sin moral, en cambio aquí — Lucinda aparta a John de mi, y mira con sus ojos, llenos de amor — aquí tendrás amor, respeto y a tu familia que somos nosotros y a tu padre, mi niña, por fin estarás con él.
— Como su sirvienta madre, no como su hija.
—John hijo, no digas eso el, …
— Él nunca va a reconocer me, Lucinda, soy una mancha para su apellido lleno de honor y prestigio, soy su bastarda, su error de vida y él jamás va a reconocer me. Porque perdería todo, solo por mi.
— Eres su hija, Paulette, su primogénita, no esos mocosos.
— Madre, esos mocosos llegarán aqui, en tres días — John, mira a su esposa — Mañana temprano tendrán que levantarse todos a limpiar y ordenar está casa, no tiene que quedar rastro alguno de Amanda o Paulette.
Lucinda ahoga un grito y Susana me mira con tristeza, mientras yo miraba, como mi vida y mundo cambiaban en un minuto.
— Ve por tus cosas niña — Lo miro — llévate todo aquello que tenga valor para ti, y lo que no, lo quemaremos nosotros. Sube y hazlo rápido, tenemos que partir hoy mismo.
Sali corriendo a mi habitación, con las lágrimas derramando se por mis mejillas, mientras escuchaba a Lucinda reclamarle a su hijo, lo que hacia, mientras esté le decía que no dejaría que la esposa de mi padre me humillara, mucho menos él.
Una promesa que le había hecho a mi madre.
Al entrar en mi habitación, solo tome mi maleta, y metí mis vestidos viejos, esos que me ponía cuando ayudaba a Lu o Susana, con las tareas de la casa, metí un par de zapatos, las pocas joyas que tenía y lo más importante, una foto de mi madre, dónde se mostraba su belleza y su brillo mucho antes de enfermar y morir.