Nos alejamos del centro de la cuidad, llegando al norte de esta, donde la casas eran igual de majestuosas pero un poco más, sencillas.
—John
— Dime
— ¿Cómo es ella?
— Es alta, como tu mamá, elegante y muy inteligente, es buena persona, noble y gentil, es apasionada y con un espíritu libre y brivante. Tiene el cabello de un rojizo marrón muy llamativo, sus ojos son casi como llamas de fuego y su piel es como la nieve, sus mejillas están ligeramente sonrojadas y sus labios... Sus labios... Bueno... — me mira y se encuentra con mi mirada hasta, ponerse de todos los colores y comienza a toser.
— Dirías que tiene una sonrisa muy bonita, verdad.
—Si,si, tu tía es muy hermosa, como tú.
— ¿Cómo se llama?
— Corinne, se llama Corinne.
— Corinne ¿Que edad tiene?
Sonrie
— La misma edad que tu madre niña, treinta y cinco años.
—Cierto, perdón.
Después de eso, observo por la ventana que vamos dejando atrás, el ambiente de la cuidad y acercando nos a las fueras de esta.
—¿John?
—Tu tía, vive y trabaja a las afueras de Londres, en una casa grande y majestuosa. Donde tendrás tu propio cuarto.
— ¡Hemos llegado! — anuncian afuera
—Recuerda no llamar la atención y ser discreta, amable y respetuosa con todas ¿Si? No hay que juzgar a nadie por su vocación, cada trabajo es honrado ¿De acuerdo?
Solo asiento con la cabeza y él toma mi mano para bajar y salir del coche.
Le dice al cochero que espere, y yo me giro para despedirme diciendo le adiós con la mano y mismo acto que me corresponde.
— Se agradecida siempre, ayuda en todo, aprende cosas nuevas. Toma todas tus comidas a las horas establecidas y no te quedes mucho tiempo despierta, duerme temprano y levántate alba.
John hablaba mientras caminábamos hacia la entrada de la imponente casa, pintada con un rojo brillante y columnas blancass que la mostraban hermosa ante nosotros.
— No rompas nada y ... — Se detiene al subir los pequeños escalones, llama a la puerta — No hables con muchachos, ni hombres mayores a menos — vuelve a llamar a la puerta — que alguno de estos, tenga una buena posición económica.
— ¿Y como sabré eso, si tú no quieres que me acerque a ellos?
Sonrie secamente
— Quiera o no, estoy seguro que ellas, te enseñaran muchas cosas.
Y antes que pueda preguntar, la puerta se abre dejando ver a una mujer alta y robusta, de cabellos castaños oscuros, sus ojos pequeños y negros nos miraban con atención absoluta. O mejor dicho me miraban.
— Deja de verla, la pondras nerviosa — dice John y la mujer lo mira
—¿Celos mi amor? Es inevitable no mirarla, si es hermosa — tenía un ligero asento extranjero, y su voz era suave pero de tono alto — Pasen .
Se hace a un lado y entramos; una araña cuelga del techo, candelabros de oro puro, jarrones de todos los colores y paisajes, velas , una escalera y sin fin, que llevaba a los pisos de arriba.
El olor a perfume, tabaco y cerveza, inundaba el lugar, risas suaves y estrepitosas, voces masculinas y femeninas se escuchaban venir de un salón, a la izquierda.
—¡Permiso! — gritan y pasan a nuestro lado, dos mujeres con tocados de plumas y joyas; una con vestido rojo y la otra con un morado con encaje negro.
Los zapatos resuenan y yo me quedo pasmada viéndolas, con el escote pronunciado, pintura en el rostro y joyas adornando sus cuellos, orejas y manos.
Una de ellas me mira y se detiene, me observa de arriba a abajo y sonríe.
— ¿Nueva compañera, Alicia? Es muy...
La mujer que nos abrió la puerta y la que deduzco se llama Alicia, aplaude y niega con la cabeza, echando las de ahí.
— No es asunto tuyo, Eva. Ve, tienes clientes que atender y ganar mucho dinero está noche. Ya.
La mujer de nombre Eva, sonrie y me dice adiós con la mano, sonriendo.
Me quedo simplemente mirándola, lo que parece confundirla.
—Ves, cariño, es demasiado hermosa para no llamar la atención.
Alicia se encoje de hombros y la miro
— Vas a asustarla — dice John por lo bajo y casi susurrando — Corinne, llevanos con Corinne.
Alicia rie y me toma de la mano, haciendo que John suspiré.
Subimos las escaleras, voy tocando el grabado que están tienen, sintiendo lo suave y viendo lo elegante de cada piso, hasta que llegamos a uno y caminamos hasta el final del pasillo, llegando a una puerta verde, de un verde tan claro, que desentona con el rojo y el blanco del resto de la casa.
— A ella le gusta los colores llamativos y poco comunes — me guiña un ojo y abre la puerta — señora, tiene usted visita — hace una tonta reverencia y me jala hacia adentro, dónde ahogo un suspiro y la mujer que me daba la espalda se gira.
Dejándome sin aire
Es como ver a mi madre, un poco más alta y más elegante, con porte y un ego por los cielos.
Sus ojos son felinos, y grandes, su cabello castaño rojizo, su piel tan blanca y su vestido pegado a su cuerpo, resaltando sus curvas y belleza en un azul imperial.
Lleva un collar de corazón blanco, guantes, anillos en sus largos y finos dedos y pendientes largos de rubí.
Sonrie
— Ella — mira a Alicia
— Hermosa sin duda; pelinegra, ojos color jade, porte y belleza, digna herencia de sus padres ¿Verdad, señora?
Corinne sonríe, mirando a la puerta
—Enojaras a John, Alicia. — Hace una pausa mirándonos — sube té y galletas, una cerveza y algo de comida.
Observo la habitación, un escritorio de madera de roble fino, un sofá pegado a la ventana con estampado floral, cortinas blancas y paredes verdes, como el color de la puerta.
La cual se cierra al salir Alicia, miro a John tomar asiento en el sofá y me encuentro con la mirada de Corinne.
—Hola — dice, suave y despacio
— Hola — respondo, bajo tan bajito que creo que no me escucho
Inclina la cabeza
— Te pareces a tu padre, pero tienes la belleza genuina de tu madre. La irradias, con solo verte.