2Meses después...
Sabía que no terminaría bien. Tenía el corazón en la boca y aquel chico solo sabía pisar el acelerador. Me aferraba con fuerza al brazo de un molesto Alex, que no dejaba de discutir con su nuevo "conocido" por la actitud de su amigo.
-Brother, desacelera un poco ¿no?- Le pidió Ernesto al conductor.
-Déjame en paz Nesto. -Habló por primera vez, dejando notar un marcado acento distinto al del trigueño.
Se carcajeó con fuerza mientras tomaba una curva. El movimiento fue tan drástico que Alex y yo casi aplastamos a Beatriz contra la ventanilla, Ernesto se sujetó de su asiento y los mellizos quedaron en una posición muy similar a al nuestra.
-¿Quieres matarnos imbécil? -Grité enojada.
El volvió a reír mirándome a través del espejo retrovisor. Su mirada me escaneó detenidamente antes de decir con un falso tono de sorpresa:
-¿Tienes miedo? PAJARITA. -Pude oír la burla en la última palabra.
Inflé mis mejillas sintiendo como el calor se iba apoderando de mi rostro y casi sufrí un infarto cuando el sonido de una sirena de policía llegó a nuestros oídos.
-¡Pero! ¿Qué te hemos hecho psicópata? ¿Por qué nos haces esto? ¿Cuál es tu maldito problema? -Reclamé llena de furia.
-Lo siento. De verdad lo siento. ¡No sé qué le pasa! -El mexicano se veía culpable y a la vez preocupado. -¡No eres así idiota! ¡Para! ¡Ellos no tienen la culpa de nada! -Exigió enojado.
-¡Cállate! -Vociferó el forastero, dejando el auto en total silencio por varios segundos.
-¡Detengan el auto! -Demandó a través de un megáfono una voz conocida.
-¡Oh no! -Dijimos mis amigos y yo al unísono.
Entre risas de complacencia, el muy **** fue reduciendo la velocidad hasta detener el vehículo por completo. No sabía que era mejor: detenernos y afrontar a la persona que venía tras nosotros; o pedirle al imbécil de ojos azules que acelerara lo más posible. Una cosa sabía con certeza: ambas opciones traerían un mal final para mí.
-¡Tu padre! -Anunció Zaday con horror.
Me estremecí y comencé a temblar del miedo al sentir los autos estacionándose cerca de la VAN.
-¡Oh vaya! -El chico de ojos azules se volteó lentamente dejándome ver parte de su fisionomía.
Y ¡Un infierno! si el maldito no era atractivo como los dioses. Aunque la luz era escasa distinguí una amplia y maliciosa sonrisa que dejaba al descubierto una hilera de perfectos dientes blancos. Su cabello castaño claro casi rubio caía desordenadamente sobre su frente haciendo resaltar más su mirada electrizante.
-Creo que estas en problemas. -Su insolencia fue la gota que colmó el vaso.
-Te voy a matar. ¡Lo juró! -Me precipité hacia al frente en un intento de cumplir mi promesa pero Alex me retuvo sujetándome por la cintura.
-Te mataré. -De seguro lo habría hecho allí mismo y en aquel instante, si no fuese yo la que estuviese a punto de sucumbir a manos de Haston Minaeva.
Me desperté agitada. Cada vez que soñaba o recordaba lo que pasó, la imagen de aquellos ojos no salía de mi mente por unas cuantas horas. Por culpa de aquel **** mi padre caviló lo peor y luego de haberme dado una buena reprimenda en público, continuó con mis amigos y por último con los forasteros.
Al muy desgraciado no le importó un pepino lo que dijo mi padre. El único que se excusó fue Ernesto, al pobre, se le quería caer la cara de vergüenza. Posteriormente, terminado su sermón, Haston me llevó a casa y continuó dándome su larga lista de regaños y escarmientos.
A Ángela le quitaron el auto por un mes por ser partícipe en mi delito. A mí me aislaron de toda forma humanamente posible por dos meses: nada de vacaciones, ordenador, internet o celular.
Mis amigos no sufrieron consecuencias mayores gracias al importante viaje que debía realizar papá. De Ernesto y el HP solo supe, por mi hermana, que habían salido ilesos ya que solo hicieron lo que les pedimos. El imbécil tuvo que pagar una fianza cuantiosa por conducir borracho pero, al parecer, el dinero no era un problema para él.
Me levanté con pesar de mi cómoda cama y miré el hermoso almanaque colgado en una de las paredes de mi habitación. Una pieza enorme de papel adornada con hermosas flores y llena de números. Mis hermanos menores, Ariel y Arlet, me lo habían regalado cuando se enteraron de que estaría castigada por dos meses.

-Ten hermanita, le preguntamos a Diego cual sería el mejor regalo para hacerte feliz y nos recomendó esto. -Lo acepté feliz por sus buenas intenciones, pero en mi mente ya estaba maquinando una forma de pagarle la broma a ese chiquillo.
Pasé una mano con delicadeza sobre la superficie del calendario hecho a mano. Estoy segura de que Diego lo hizo, a ese diablillo le encanta pintar. Diego es mi otro hermano menor y, a diferencia de Ariel y Arlet, es un adolescente rebelde y difícil. Siempre abusa de la ingenuidad de los mellizos para obtener lo que quiere y gastar sus bromas pesadas. (Y sí, al igual que Daniel y Zaday, Ariel y Arlet también son mellizos.) Le importa un rábano lo que mi padre piense de él y adora a nuestra madre.
Tomé un marcador de mi escritorio y tracé un círculo sobre el número que indica el día del mes. Hoy por fin concluirá mi castigo.
Con felicidad fui a arreglarme para bajar a desayunar. Quince minutos fue lo que me demoré para estar lista. Si hay algo que he aprendido desde pequeña, es a estar lista lo más rápido posible, ya que es una regla de la casa no salir de tu habitación sin estar presentable. Creo que esa es la más fácil de todas las normas que nos imponen en este lugar denominado HOGAR.