P.D. No me odies.

Mala casualidad.

Mi amiga me reveló que había estado visitando con frecuencia la escuela ya que su hermano mayor se graduó el año pasado. Así conoció a varios estudiantes de grados superiores y a algunos profesores. En especial señaló a los nuevos y viejos alumnos con los que "compartió" en las innumerables fiestas que organizan los estudiantes cada fin de semana. Incluso se ofreció voluntaria, con nuestro profesor encargado, para ser mi guía.

Las horas habían transcurrido con rapidez y, ya en la noche, tenía todas mis cosas desempacadas y bien organizadas. El cuarto había adquirido un poco de color con los afiches kawaii de Maya, los pósteres de mi boyband favorita, algunos ornamentos aesthetic y cuadros con fotos familiares, nuestras y con los amigos. La habitación perdió completamente el aspecto que tenía cuando llegué, ahora transmitía una impresión más acogedora y personal.

Recibí una llamada de Michael, y como dijo, dejó todos los asuntos que tuviesen que ver conmigo claros y en orden. Después de hablar con él revisé el chat grupal. Ángela aún no había visto mis mensajes así que decidí hablar un rato con los mellizos y Diego.

Tuve que posponer la conversación ya que los tres debían de estar en sus clases de inglés. ¡Maldita sea la diferencia horaria! Mis padres no se comunicaron conmigo, y aunque no quise darle importancia, si me entristeció un poco saber que no les importaba ni lo más mínimo. Con quien más hable fue Jared.

-Trataré de visitarte a ti también. -Prometió.

-No te preocupes, sé q ue papá te tiene hecho un lío. -Suspiré. -Asegúrate de no faltar a ninguna de las visitas ¿Vale? Aún no me puedo creer que vayan a estar tan lejos de casa, solos. -Volví a suspirar. -¿Cómo están los diablillos?

-Tristes. -El corazón se me oprimió en el pecho al pensar en mis hermanitos. -Ariel no sale de su habitación, Diego está demasiado tranquilo para mi gusto y en cuanto a Arlet, Nana se encarga de mantenerla distraída. Es la que mejor se lo está tomando.

-No me cabe en la cabeza, ¿cómo un padre puede mandar a sus hijos lejos?

-Ángela, tú y yo sabemos, más que nadie, que Haston es capaz de todo. -Me recordó. -Nunca entenderé la forma de pensar de Haston. -Confesó.

-Yo menos. -Concordé.

-Le pregunté el motivo de su decisión. -Apreté los labios, a mi padre no le gusta que cuestionen sus decisiones. Oí a mi hermano soltar aire.

-Fue una conversación difícil, me imagino.

-Sí. Me habló sobre un nuevo negocio que quiere iniciar en Europa. -Hizo una pausa. -También hablé con mamá. Ella quiere abrir algunas otras sucursales y necesita estar un tiempo más de viaje para ello.

-No son motivos suficientes para alejarnos de casa. No hay excusa para algo así. Nuestra presencia allí no es ningún inconveniente para sus negocios. -Pronuncié la última palabra con desdén. -Además, ¿por qué nos mandan a diferentes países? Eso es una estupidez.

-Lo sé. Papá dijo algo sobre que deben independizarse o algo así.

-Nos hubiese matriculado en diferentes escuelas y listo.

-No sé por qué te mandó tan lejos, ni a Ángela, no encuentro una explicación lógica. Pero los mellizos están en Londres porque es donde mamá pasa más tiempo.

-Puf... Haston debería saber que es en vano tratar de imponerle a Luisa las obligaciones como madre, que nunca ha cumplido. Si cree que por poner a los niños cerca de ella renacerá el amor maternal, está totalmente equivocado.

-Em... Isa, debes saber algo. -Izo una pausa. –Mamá no sabe nada de los internados y papá me ordenó no decirle.

-¡Qué!

-Fue la condición que impuso para cambiar el destino de Arlet y Ariel.

-No puedo creerlo.

-No digas nada. ¿Ok? -Quise protestar pero me detuve al oír a Jared ahogar un grito.

-¿Qué pasó? -Pregunté preocupada mientras me incorporaba en la cama.

-Se me hace tarde, tengo que terminar un montón de papeles y tareas de la escuela antes de ir al trabajo. Y hay un montón de reuniones en la tarde. -Con alivio me volví a dejar caer en la cama. -Debo irme. Para colmo mañana debo estar antes de las seis en la empresa, papá dará una junta... En fin, te llamaré luego. ¿Vale?

-Vale. -La tristeza salió a relucir en mi voz.

-También te extraño. -Sus palabras me sacaron una sonrisa. -Te quiero.

-Y yo a ti... Adiós.

-Hasta luego, Isa... Hasta pronto. -Colgó.

Triste por no poder hablar con mis otros hermanos, tomé mi neceser y arrastré los pies hasta el cuarto de baño. La habitación era espaciosa, moderna pero sencilla, completamente cubierta por los colores blanco y gris. Unos días más aquí y me sentiré personaje de una de esas viejas películas mudas.

Tomé una ducha de agua caliente y alargué el proceso de aseo lo máximo posible. Estaba lista para salir cuando un estruendo hizo que pegase un brinco, alejándome de la puerta. Me tomó pocos segundos caer en cuenta de que se trataba de mi ruidosa amiga. Ella me recordaba el motivo por el cual era imposible que estuviese en una película muda.

Salí del baño y la encontré recogiendo del suelo todos los libros del estante. No eran tantos, pero la mayoría me pertenecían. Estaban regados por toda la moqueta y el corazón se me estrujó cuando vi mi primera edición de "Pride and Prejudice" y mis álbumes de música tirados bajo mi cama.

Si le digo cuánto cuesta cada libro, infarta. Pensé y me abstuve de preguntar cómo se cayeron todas mis cosas. Caminé hacia mi escritorio, rodeando todo el desastre, y dejé el neceser en uno de los cajones para regresar a ayudarla, no sin antes recoger del suelo a mis bebés.




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