El reloj marcaba las 7:00 am sobre mi mesita de noche y junto a él me encontraba yo, profundamente dormida escondida entre todas las cobijas, es más que obvio que no me daba cuenta de que la alarma del reloj llevaba ya más de 10 minutos sonando sin parar.
— Valerie, por el amor de Dios levántate ya — Mi dulce madre entró a la habitación con una taza de café en las manos. Yo solo me removí un poco y lentamente fui abriendo los ojos.
—Me trajiste café — dije con una gran sonrisa después de haber despertado por completo y de incorporarme sobre la cama, estiré mis manos tratando de alcanzar la taza que mi madre tenía entre sus manos.
—No, este café es mío —contestó alejando la taza, mientras salía de la recámara. — ¡Y apaga esa alarma, lleva horas sonando! — Gritó mamá ya desde la planta baja.
Di gran resoplido y me dejé caer nuevamente en la cama y apagué la alarma. Fue ahí cuando me di cuenta de que, como en los últimos meses, se me había hecho tarde para llegar a clases. Así que me levanté de golpe y rápidamente me metí al baño para tomar una ducha y arreglarme lo más pronto posible puesto que, no podía llegar tarde, no ese día. Y es que no era un día cualquiera, era el día de mi presentación de tesis y del resultado de ello dependía el conseguir mi título.
Claro que era una chica ingeniosa, creativa y con una capacidad intelectual mayor a cualquiera de sus compañeros. "Una chica dotada de una inteligencia impresionante", me decían constantemente todos mis profesores, pero claro no todo en la vida es color de rosa, así que bueno yo era igualmente, distraída, perezosa y desafiante, lo cual me ocasionaba muchos problemas constantemente.
—Mamá ¿y las llaves del auto? — pregunté casi gritando, mientras corría de un lado a otro buscando mis estúpidas llaves y desordenado todo a mi paso.
—¿Quieres calmarte niña? — Mi madre iba saliendo de la cocina con mis llaves tintineando en sus manos — Aquí están, anoche las dejaste en el desayunador cariño.
— ¡Oh por Dios! ¡Te amo! — Corrí hacia mamá, tomando las llaves que me extendía, atrapándola en un abrazo.
—Todo saldrá bien, pequeña. Confío en ti, has trabajado en ese proyecto por años, lo conoces a la perfección y te aseguro que todos lo amarán — Mamá me tomó por los hombros y me dio un gran abrazo. Después de unos segundos nos separaron y sin perder más tiempo emprendí el camino hacia la facultad, contaba con unos escasos 50 minutos para llegar y el camino era largo, debía manejar rápido o no llegaría a tiempo.
La carretera tenía con un hermoso paisaje del cual solía disfrutar todos los días mientras manejaba. Había grandes montañas y prados llenos de flores de diferentes colores, mis favoritas era siempre las que crecían a la orilla del camino, unos lindos racimos de pequeñas florecillas rojas, amarillas y blancas. En algunas partes se podían observar también cultivos de diferentes verduras como chayote, papa y maíz, también había varios árboles frutales mis favoritos eran los de durazno. Respecto al clima, ese día era mi preferido, un poco de viento, nublado y fresco.
La música dentro de mi auto completaba lo que, en otra ocasión, fuese mi día perfecto. Pero claro en esos momentos en lo único que podía pensar era en la presentación de mi tesis y en el hecho de que contaba con tan solo 20 minutos para llegar y aún me faltaba la mitad del camino.
—No llegaré a tiempo, necesito retrasar a los jueces — dije para mí misma, como acostumbraba siempre que estaba sola. — Miranda, te toca—. Tomé mi teléfono y marqué el número de mi mejor amiga.
—¿Dónde diablos estás, enana? —contestó Miranda con claro tono de enojo en su voz. —Tu presentación es menos de 20 minutos y no te veo por ningún lado, los jueces están llegando, pigmeo.
—Lo sé, lo sé, por eso te llamo retrásalos por favor.
—¿Cómo se supone que lo haga?
—No lo sé, monta un drama épico, finge demencia y que confundes a los jueces con violadores en potencia—. Dije mientras entraba a la ciudad, lo que significaba que aún me quedaban alrededor de unos 30 minutos de camino.
—La reina del drama eres tú, Valerie—. Logré escuchar como suspiró al otro lado de la línea y agregó — veré qué puedo hacer, pero date prisa.
—Te amo Miri, lo juro.
El tráfico en la ciudad estaba bastante tranquilo para mi suerte. Sin embargo, eso no lograba calmar mi ansiedad, sus manos sudaban y sentía un ligero mareo, en verdad deseaba que aprobaran mi tesis. Con solo 18 años estaba ya en el último paso para concluir mis estudios universitarios y recibir mi título como psicóloga, mientras que todos a esa edad estaban por comenzar la universidad. Me sentía segura de mi trabajo, sabía que era un proyecto perfectamente estructurado y con gran potencial, lo cual le sumaba muchos puntos. Pero, el retraso podría ocasionar que ni siquiera pudiese presentar mi tesis.