Pecados capitales

12

Nube seguía sentada en el parque, sumergida en sus pensamientos. En su cabeza resonaban las palabras de Stephanie, cuando, de repente, escuchó el aullido de un perro.

Y, alzando la vista, diviso a los dos perros que la habían protegido de Amy en una ocasión, que se dirigían hacia ella, eso solo significaba una cosa... Ónix.

Realmente no tenía ganas de ver a Ónix. Se sentía triste, traicionada, engañada y con sentimientos que ni ella misma podía describir.

Sin dudar comenzó a alejarse del lugar, sin mirar atrás, pero había un pequeño problema, aquellos perros se la llevarían con su amo como fuera. Ambos perros en un abrir y cerrar de ojos alcanzaron a Nube, quién los intentaba ahuyentar; siendo en vano.

—No quiere cooperar ¿Qué procede? —cuestionó Sombra a Colmillo.

—Ni de broma regreso con el amo sin nada. Así que, lo llevaremos si o si —respondió Colmillo.

—Solo recuerda no lastimarla, porque si no, el amo nos matará con sus propias manos.

—Lo sé, lo sé, no soy ningún estúpido. A llevarla contra su voluntad.

Mientras discutían los perros, Nube caminó. Metros más adelante, Nube comenzó a escuchar unos ladridos acercándose, y de manera instintiva corrió.

Nube era perseguida por ambos perros, quienes de un abrir y cerrar de ojos la alcanzaron. Ante el jalón de parte de Sombra, Nube cayó al suelo, la cual fue arrastrada por sus cazadores hasta el lado oscuro.

—Suéltenme perros del demonio —ordenaba Nube mientras intentaba zafarse.

De pronto, un escalofrío recorrió toda su espalda, y de un momento a otro ya estaba en su casa. Nube observaba a su alrededor confundida, sin saber ¿Cómo? Y ¿En qué momento habían llegado hasta su casa?

—¿Estás bien? —inquirió asustado Ónix.

—Obvio —replico Nube cruzándose de brazos y dándole la espalda da Ónix.

Ónix ordenó a Sombra y Colmillo que regresarán al Inframundo, obedeciendo los perros de inmediato.

—Nube, quiero aclarar que...

—¿Qué te andabas besuqueando con esa? —interrumpió Nube —. ¿Qué la amas a ella? ¿Qué solo fui algo pasajero? ¿Qué realmente nunca me amaste? —reclamaba Nube con lágrimas rodando por sus mejillas.

—Pero ¿De dónde sacaste eso?

—¿Sabes? Nunca pensé que me arrepentiría de haber tomado ese libro, de no entregárselo a ese tipo, de aceptar las condiciones de tenerlo, pero, sobre todo de elegirte —desvío la mirada.

—¿Escuchas las tonterías que estás diciendo? —resoplo Ónix con los ojos acuosos —. ¿Sabes lo mucho que tus estúpidas palabras me están lastimando?

—¿Acaso tú pensaste en lo mucho que me lastimarías, al mandarme al carajo por ella?

—¡Yo nunca tuve algo que ver con ella, mientras estaba contigo! —alzo la voz Ónix molestó.

—Si, claro. ¡Aquel beso solo fue cosa mía!

—No diré que fue cosa tuya, porque sucedió. Pero, paso porque estaba distraído y Stephanie aprovechó eso.

Nube solo se limitó a reír, para después continuar.

—Si tú lo dices. Ahora tú y yo nunca nos acostamos —añadió de manera sarcástica.

—¡Hablo en serio Nube! Ella y yo nunca hemos tenido algo que ver. Siempre te he respetado porque te amo.

—¡Deja de mentir! —grita irritada —. Odio el estúpido día en que te conocí, el momento en que te vi, en qué pensé que era buena idea el elegirte a ti... Cuando me enamoré de ti.

Dicho esto, en el lugar reino el silencio. Nube se mantenía cegada por los celos y enojó, mientras que el demonio se encontraba asimilando todo lo que su pequeño algodón de azúcar le había dicho.

Su pecho dolía como mil dagas siendo encajadas en su corazón, agachando la mirada.

—Yo, te amo —tartamudeo Ónix con la voz entrecortada.

—¡Por favor, deja de mentir! Tan solo admite que la amas a ella.

Nube no se había percatado de aquellos ojos acuosos que veían al suelo, como si lo más interesante del mundo fuera ese silencio.

—Debí hacerle caso a la advertencia de Damián, de no confiar en ti. En este momento tan solo desearía no tener nada que ver contigo.

Ónix levantó la vista, observando borrosa la silueta de Nube frente a él, dándole la espalda. De nuevo el silencio domino el ambiente, y sin darse cuenta Ónix, aquellas lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, sin poder detenerlas.

—Bien. Esta vez no hay vuelta atrás Nube —sentenció Ónix.

Ante el comentario de Ónix, Nube volteo. Observó aquellos ojos oscuros como la noche que, horas atrás, reflejaban alegría.

Pero, en ese momento, se encontraban con lágrimas, llenos de dolor y tristeza. Nube quedó inmutada, al ver tan débil y quebrado a aquel demonio que siempre aparentaba ser fuerte y frío. Ónix chasqueo los dedos, apareciendo el contrato.

—Solo firma el contrato y me largaré. No volveré a involucrarme en tu vida ni apareceré en ella.

En la garganta de Nube se había formado un nudo, que le impedía pronunciar palabra alguna. Ónix se limpió las lágrimas de manera brusca.

—Solo firma. Te dije que está vez no habría vuelta atrás —advirtió.

Nube tomó la pluma que había aparecido a lado del contrato, y dirigiendo su mano temblorosa hacia la línea, volteo a ver a Ónix, quién mantenía un semblante frio, pero en su interior estaba roto.

—Solo firma ¡Ya!

Nube asintió. En ese momento la pluma chocó con el contrato, dejando el rastro de tinta que formó su firma. De nuevo Ónix chasqueo los dedos, desapareciendo el contrato.

—Joven Nube, fue un placer haberle servido —hizo una leve reverencia —. Espero que logré ser feliz —se reincorpora y la observa —. Yo me retiro.

Ónix abrió un portal, dirigiéndole una última mirada a Nube, y antes de que ella lo detuviera, desapareció.

—¿Quizás fue lo mejor? —suspiro de manera pesada, mientras analizaba la situación —. Su mirada se veía diferente, no era la del típico Ónix, serio mezclada con perversión, amor y alegría.

De repente, apareció otro demonio frente a ella, asustándola un poco.

—¿Amor? Lo que viste fue a Ónix destrozado. No creí que lo volvería a ver en ese estado, aunque se veía peor que la última vez.




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