Pecados capitales

19

Me encontraba entrenando, preparándome para la futura guerra entre los ‘seres perfectos’. Ash, de tan solo pensar en ellos me hierve la sangre, ¿Cómo pueden existir seres que se crean perfectos? Si todos sabemos que los demonios somos los seres más inalcanzables sobre la faz de la tierra.

Estaba tan sumergido en mi entrenamiento, cuando, de repente, mi vista poco a poco se comenzó a nublar, hasta que todo se convirtió en una profunda oscuridad, apareciendo en mi subconsciente.

¿Qué hago aquí? Empecé a recorrer el lugar, esperando que no fuera un plan de mi lado demoníaco, o de Ónub, porque al serlo así los mata…

—¡Te estamos hablando! —interrumpió Ónub con su peculiar carácter, dándome un golpe certero.

—¡Por un carajo, Ónub! —respondo mientras me pongo en posición de pelea —. Estaba distraído, ahora sí te mato —desafíe.

—Lo dudo. Sí me matas a mí, mueres tú también —hizo una breve pausa para después continuar —. No creo que te convenga eso, ya que al morir no podrás salvar a tu querida familia. Pensándolo bien, no me importa —carcajeo.

—¡Par de imbéciles! —regañó Ónnix —. No es momento de pelear entre nosotros. Ónix, te trajimos con dificultad, ya que aquí solo pueden estar dos.

—Sí ¿Y? —apelo con el más mínimo desinterés.

—Por alguna razón las premoniciones no te han podido llegar —guardó silencio Ónnix y continuo —. Es algo confuso, aún no sabemos el por qué. Están siendo bloqueadas para ti, pero a nosotros si nos llegan —informó mi lado demoníaco.

—¿Qué han visto? —cuestionó preocupado.

Ante dicha pregunta, ambos lados oscuros se miraron el uno al otro, decidiendo quién me iba a dar la noticia. Segundos después, Ónub me volteo a ver de manera seria.

—De verdad deben tener cuidado en la guerra, o dos miembros de la familia morirán.

Al escuchar aquella visión, sentí como mi corazón se partía a la mitad, y mi sangre se iba a los talones. ¿Cómo era posible, que esos seres tan arrogantes iban a matar a dos personas de mi familia? Estaba tan sumergido en mis pensamientos, que de nuevo fueron interrumpidos por Ónub.

—Es obvio que a mí no me importan. Ambos saben que, sin piedad ni remordimiento, en pocas palabras sin sentimiento alguno.

—Pero nosotros no somos iguales a Ónub —replicó Ónnix —. Así que debemos proteger a nuestra familia a toda costa, a menos que quieras perder a dos miembros de la familia.

—¿Saben alguna solución? —preguntó Ónix.

—No la hay —respondió Ónub —. Lo único que evitaría la guerra es entregarles lo que quieren. ¡Y no haremos eso! Sería una humillación no dar pelea como los demonios guerreros que somos, y si no lo hacemos, significaría la destrucción del Inframundo —sentenció.

—Esta situación es difícil, y nuestra estrategia no servirá de mucho. Así que debes avisarles a Aksala, Jack, Luke y Damián —añadió Ónnix.

—¿Saben cuándo iniciará todo esto?

De nuevo, ambos lados oscuros se vieron, para después Ónnix decirme con sus dedos que, en dos días, a lo que, mi sangre empezó a hervir de la cólera que sentía. ¿Cómo demonios me podré preparar en tan solo dos días? ¿Acaso no me pudieron avisar en ese mismo día? —nótese mi sarcasmo en la última pregunta —.

Tanto Ónnix como Ónub me observaban con el ceño fruncido. En mi subconsciente reinaba un silencio sepulcral, más que en el reino, siendo este interrumpido por Ónub.

—Perdone, amo. El problema es que tardamos en lograr traerte aquí, sin que alguno de los dos saliera.

—¡Imbécil! Cuida el tono con el que me estás hablando. No creas que hablas con un demonio que se quedará de brazos cruzados escuchando.

—¿Sabes algo? Quizás tú no deberías estar a cargo. Simplemente no sabes que hacer, ni siquiera logras proteger a tu familia ¿Por qué adivina qué? Dos terminarán muriendo.

A tal argumento no pude discutir ya que Ónub tenía razón. No tengo la más mínima idea de qué hacer. ¿Y si no soy lo suficientemente bueno para protegerlos?

—¡Ónub, cállate! Y Ónix dejen de pelear —regañó Ónix.

—¿Sabes qué, Ónub? ¡Vete al carajo! Si no hubiese sido por salvar a Nube, nunca habría llegado a un trato contigo —contraataque —. Les diré algo ¡Me importa un carajo si muero! ¡No me importa, que me maten! ¿Qué más da si muero?

Dicho esto, salí de mi subconsciente aún con la sangre hirviendo, pero antes de que me marchará Ónnix me detuvo.

—Ónix, tenemos que poner los tres de nuestra parte, sino nada funcionará.

—¡Que se vaya al carajo! —vociferó Ónub.

El último comentario de mi lado demoníaco decidí no escucharlo, así que comencé a caminar por mi subconsciente. —Tengo demasiadas cosas que pensar. Tal vez debería dejar a cargo a uno de ellos —.

***

Ónix caminaba en su subconsciente sin rumbo fijo, mientras contemplaba la inmensa oscuridad que reinaba.

«¿Y que si muero? No soy capaz de reinar bien. No sé qué hacer con eso de la guerra. No valgo nada», pensaba Ónix cabizbajo.

—Si tú no vales nada, tampoco nosotros —respondió Ónub, interrumpiendo los pensamientos de Ónix.

—¡Olvídense de mí! ¡Así que largo! Y de una vez les digo que se pongan de acuerdo quien tendrá el control —sentenció Ónix.

—Ónix, ¿En serio crees que no importa si mueres? —cuestionó Ónnix enarcando una ceja.

—Si muero, puede que el reino tenga un rey mucho mejor que yo —apeló Ónix.

Mientras tanto en la habitación de entrenamiento, Nube se encontraba llorando, porque Ónix no respondía a su llamado. Cuando de pronto, el rey demonio salió de su trance, alegrando a Nube.

—Ónix, no vuelvas a preocuparme así. Pensé que estabas muerto —comentó Nube, secándose las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

—Lo siento Nubecita —esbozo una sonrisa, mientras la abrazaba.

Ante el comentario de Nube de que él se encontraba muerto, Ónix se limitó a carcajear.

—Es imposible que estuviera muerto. No hay forma que me maten, a menos que atraviesen mis siete corazones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.