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Algunos que conocían a Pedro, dirían que ya nació siendo envidioso, pero en realidad... Fue un rasgo que sumó a su carácter al crecer en un hogar bastante humilde, y no tener las mismas oportunidades en origen, que muchos de sus compañeros de clase. Eso le sirvió para autoexigirse más que los demás, logró prosperar como pequeño emprendedor gracias a esa envidia que le carcomía por dentro; al observar como los demás con mucho menos trabajo alcanzaban su nivel con la mitad de esfuerzo.
Su pequeña empresa, tenía la ventaja de ser la única que proveía de los materiales necesarios para trabajar a otras bastantes más importantes de algunos de sus excompañeros de estudios, muchos de los cuales, le felicitaron por hacerse con los contactos que a ellos les fue imposible conseguir, de los importadores al planeta de los elementos básicos para la fabricación de sus productos.
Pedro pese a haber obtenido un gran éxito que muchos a la vez le envidiaban de forma sana, e intentaban imitar para triunfar igual que él. Nunca terminó de conformarse, lo que le llevó a planear lo que supondría la base, sobre la que se apoya todo lo que le empezó a ir mal desde entonces... En lo que fue un plan compulsivo, rápido, a la vez bien estudiado que concibió ya harto de según él, no lograr alcanzar sus objetivos en la vida. Convenció a los consejos directivos de las diferentes empresas que le molestaban, para asistir a una reunión en la estación espacial, para tratar temas de vital importancia. El ardid le salió perfecto y eliminó a toda su competencia en lo que todo el mundo creyó un accidente, incluso el mismo tuvo que ser hospitalizado para ser tratado por la ingesta del gas tóxico; aunque claramente menos afectado al tomar un antídoto indetectable por los médicos, que le permitió sobrevivir, poniendo como excusa factible que logró ponerse una mascarilla antigás a tiempo al tenerlas más cerca que los demás ocupantes de la sala.
La policía cerró la investigación al demostrar los informes técnicos, que todo se debió a un fallo del equipo. Pese a sospecharse en un principio de él, al salir claramente beneficiado por esas muertes, le permitiría expandirse empresarialmente sin ningún obstáculo que lo frene.
Aparentemente, la suerte le sonrió desde entonces de cara al resto de la población del planeta, pero su vida personal empezó a empeorar; conoció a su pareja Liliana, con la que contrajo matrimonio tras conocerse ambos durante algún tiempo, tuvieron su primer hijo Víctor, a los pocos meses, al que siguió una hija Gloria, un año después. Esa fase medio idílica de su relación, se truncó al ir creciendo los niños, su mujer empezó a no esconder el flirteo con otros hombres y se volvió una completa interesada con él. No tardó en ponerle los cuernos y tras un infierno de varios años, consiguieron llegar a un acuerdo que pese a ser más beneficioso para ella... Finalmente, dio por bueno para escapar del calvario en el que vivía, se quedó con las empresas que en su día arrebató mediante malas artes en el pasado con aquel "accidente", volviendo a quedarse tan solo con la que originalmente había fundado por su cuenta. Liliana contrajo matrimonio con otro hombre que conoció, y pasaron a gestionarlas.
Por cerca de un lustro, logró preservar los contactos que le permitió mantener el negocio en marcha, hasta que finalmente... Incluso eso se lo arrebatan al lograr su ex-esposa con su marido, el lograr que les sirvan directamente sin pasar por él como intermediario. Por lo que cerró la suya, compensando a los empleados económicamente.
Hasta que le llegara el momento de disfrutar de su jubilación, se vio obligado a tragarse su orgullo y trabajar para una empresa de su mujer... ¡Haber llegado a fundar un monopolio y ahora verme así!, aunque si miro hacia el pasado, ahora puedo ver que igual mi infortunio fue al confiarme tras mi planificada estrategia para adueñarse del mercado a nivel planetario. Pensó al rememorar su pasado.
Afortunadamente, fueron pocos años los que se vio forzado a aceptar lo que consideraba mendicidad por parte de su ex-familia, que salvó su hija y de forma discreta, todavía había mantenido un contacto en cuanto le era posible con él. Al no querer enemistarse con su madre o hermano, su ex, fiel a sus costumbres... Fue cambiando de marido habitualmente, a los que compensaba económicamente con los beneficios de las que fueran sus empresas, sin ceder ningún porcentaje en los divorcios.
Transcurridos los diez años necesarios para jubilarse, pudo al fin dejar el trabajo, lo cual complació a su antigua pareja e hijo; que tan solo se lo proporcionaron por considerarse obligados moralmente y no porque aún lo siguieran apreciando. Su hija, que era la única que aún le quería, falleció en un accidente de un crucero espacial vacacional, cuatro años antes. Ese hecho terminó de hundirlo, al no serle posible el estar presente en la ceremonia que para ella se organizó de despedida.
Ya jubilado, sin amigos o familia, subsiste con la pensión que cobraba mes a mes, hasta que le llegó la hora y solo en el cuarto del hospital; se percató que una figura se le apareció en la silla cercana.
¿Eres el diablo?, ¡no es que me sorprenda de verte!... ¡Merezco ir al infierno! –dijo a la figura luminosa que lo observaba.
Soy la muerte, me encargaré de llevar tu alma a donde estés destinado. No me corresponde a mí decidir en dónde es –le respondió al agonizante hombre– Aunque por tu historial, es muy probable que acabes allí –matizó al final.
Supongo que me lo merezco de sobras, al eludir pagar por mi crimen en vida por la vía penal. Algo que el karma después, ¡se ocupó de compensar con creces! –observó nada complacido por como había vivido- ¡La envidia fue mi perdición! –termino diciendo con pesar.