“Mark”
—Lo siento mucho Mark—dice el capitán Wilson con el ceño fruncido, casi tan confundido como yo—mientras no tengamos una pista de quien y por qué se filtro tu información, no puedes seguir en servicio.
Cierro el puño tratando de contener entre mis dedos, la ira que corre por mis venas.
—¿Por cuanto tiempo? —insisto sin atreverme a mirarlo, sé que él no tiene la culpa, nadie aquí la tiene solo paso o al menos esa es la explicación que me da todo el mundo.
—Como te dije, no lo sé, pero en cuanto tenga noticias te las haré saber—expresa, más sé bien que es mentira, pero entiendo que lo hace por el bien de mi familia, aunque dudo mucho que eso sea cierto.
—¿Qué haré mientras tanto?—me animo a decir.
—En tu caso, existen dos opciones—indica soltando un suspiro. Tengo noción de cuál es la primera opción, pero no de la segunda—la primera es que mantengas un perfil bajo, se te asignará una nueva identidad, un nuevo domicilio y podrás cobrar tu sueldo tal y como lo habías hecho antes del incidente y la segunda opción es que se te reasigne un nuevo puesto.
Pienso inmediatamente en mi familia, lo molesta que se pondrá Julie cuando lo sepa, lo tristes que estarán las niñas cuando deba decirles que debemos mudarnos. No puedo ni quiero hacerles esto, no después de todo lo que han tenido que sufrir por mi culpa, no cuando nuestra familia finalmente encontró estabilidad.
—¿Que tendría que hacer?—preguntó un tanto exceptico.
—Bueno, después del tratado de protección para políticos extranjeros, el FBI ha estado reclutando a los mejores para proteger sus traseros...
—¿Guardaespaldas? —cuestiono mientras oprimo con más fuerza el puño.
—Si eso parece—expresa mientras juguetea con un bolígrafo en sus manos. Alza la mirada y me mira fijamente esperando mi respuesta, pero él bien sabe cual es.
—No—digo dejando caer mi espalda contra el respaldo con tal fuerza que por poco de alzan las patas de la silla— soy un teniente de primera clase. ¿Cómo pueden degradarme de esa forma?
—Nadie te esta degradando—explica, pero ambos sabemos que es una mentira, son las mismas mentiras que yo suelo decirle a mis hombres, hombres que ya no volvere a ver—esto es solo temporal, hasta que sepamos que no van a atacar a tu familia o a las de los hombres que de igual forma su información fue filtrada.
Me levanto de mi sitio, no quiero seguir escuchando esta zarta de mentiras.
—Disculpame Robert—tomo mi sombrero y lo coloco por debajo de mi brazo para después extenderle la mano—pero sea cierto o no, puede que nunca regrese así que prefiero quedarme en casa con mi familia que cuidar los traseros de políticos extranjeros que no hacen nada por mi país.
Robert frunce el ceño, pero asiente y finalmente sonríe.
—Era de esperarse—se levanta y me da la mano—si eso es lo que quieres, adelante, pero si prefieres seguir en acción, llámame, este programa es solo para los mejores.
Suelto una pequeña carcajada, no puedo creer que tenga la decencia para decirme eso, pero asiento con la cabeza.
—Nos vemos después Capitán—me despido, tomo mis documentos para salir de ahí y salgo de su oficina.
Mientras camino, algunos soldados se detienen a saludarme aunque no me conocen, pero miran el emblema de mi uniforme y con ello saben que he salvado mas vidas de las que sus madres han parido, que he ido a incontables misiones de las que puedo recordar, que mi trasero ha estado en peligro tantas veces que esta estupidez no es nada para mi, pero representa un peligro para mi familia.
Al llegar a la salida, sacó mi teléfono y busco el numero de Julie, pienso en llamarle y explicarle por qué llegare un mes antes de lo que había planeado, pero mi consciencia me lo impide y pienso que no es la mejor opción para comunicarle tal noticia.
Bloqueo la pantalla y optó por dirigirme a mi auto. Una vez adentro, miro la carpeta de color rojo que tiene la palabra “Secreto” escrita, al darle una primera hojeada, observo con desánimo, las nuevas identidades de mi familia, la dirección de la nueva casa y los certificados de inscripción de las niñas para la nueva escuela. Todo está pagado a nombre de un tal Scott Logan, un extraño nombre para alguien que dice provenir de Texas.
Los papeles no me convencen, pero trato de asimilarlo para poder persuadir a mi familia. Después de diez minutos finalmente dejo los documentos en el asiento del copiloto y emprendo un viaje de dos horas hasta casa.
Me preocupa lo que dirá mi familia, lo que dirán los padres de Julie, lo difícil que será adaptarse a una nueva ciudad y claro, el tener que abstenernos a regresar al nuestro.
Mi mente vaga mientras conduzco a una velocidad media, no tengo prisa por llegar. Así que mientras miro el camino, de pronto recuerdo lo que sucedió antes del ataque cibernetico a los sistemas de la defensa nacional, antes de que el mundo supiera mi nombre.
Me veo a mi liderar un pequeño grupo de diez hombres, vestimos de blanco para atravesar un campo nevado. Nuestro pasos crujen bajo la espesa nieve debajo nuestros pies.
El uniforme no es lo suficientemente abrigado para soportar el frío, pero no somos personas comunes, fuimos entrenados para soportar fríos infernales y despiadados desiertos.
De pronto el sonido de un claxon me de vuelve a la realidad, me doy cuenta de que he manejado sin ver el camino, por suerte no he atropellado a nadie, pero ahora estoy en un embotellamientos extenso que dura hasta el atardecer.
Cuando logro salir de ahí, la noche ya ha caído, así que aceleró para llegar a cenar con mi familia, pero antes, me detengo en un minimercado para comprar una flores y un par de dulces para mis hijas, sé que será lo primero que me pidan así que no escatimó en consentirlas.
Luego de otra media hora conduciendo, doy vuelta sobre una esquina y veo mi casa, pero conforme me aproximó veo un auto azul estacionado junto a la Minivan de mi esposa.
#7397 en Novela romántica
#1754 en Chick lit
peleas romance peligro secretos y sexo, peligro amigos politica, peligro y muerte al acecho
Editado: 02.08.2024