Miro mi reloj. La manecilla más grande marca las diez de la mañana con nueve minutos, los segundos pasan y entonces la puerta de la oficina se abre después de cuarenta minutos de espera.
—¿Señor Douglas? —cuestiona una mujer de mediana edad, entre unos cuarenta o cincuenta años. Lleva puesto un traje color negro, con zapatos de tacón bajo. Supongo que debe ser difícil mantener el paso a un trabajo tan agitado como este.
—Mi nombre es Gina Mckee, comisionada de seguridad de las embajadas en nuestra nación.
Me levanto de mi lugar y le extiendo la mano. La mujer me mira de arriba abajo y asiente, luego se acomoda un par de gafas qué, la base de su nariz sostienen por ella.
La comisionada ingresa a su oficina mientras mira un tablón con varias hojas, las cuales, supongo se tratan de mi currículum. La mujer rodea un gran escritorio de cristal grande, posteriormente se sienta y me indica con la mirada hacer lo mismo justo sobre la silla frente a ella.
—Veo que ha estado en diferentes lugares teniente Douglas—me elogia la mujer, aunque por el tono tan seco que utiliza, supongo que solo quiere corroborar la información que ya esta sobre sus manos.
—Así es—me muestro sumiso y obediente, cosa que no me cuesta, puesto que en mis cargos anteriores la disciplina y obediencia eran indispensables.
La mujer continúa leyendo las hojas frente a ella, sin decir nada y sin mostrar una sola expresión favorable qué me animé a creer que he conseguido el empleo. Se comporta como si fuera a resguardar el maldito trasero del presidente.
—¿Hay algún problema? —me animo a preguntar, entonces la mujer alza la vista hacia mí.
—Ninguno—sonríe mas su sonrisa me parece forzada—solo me impresiona su experiencia laboral, parece que está más que calificado para el puesto. Dígame. ¿Por qué aplicó? Creo que ambos sabemos que ser guardaespaldas de un embajador extranjero es poco para lo que usted sabe hacer. De hecho, a mi parecer debería estar en las oficinas del servicio secreto, no aquí.
Intento no darle la razón con ningún gesto, aunque la tiene. No debería estar aquí, pero prefiero esto a quedarme en ese estúpido departamento donde no hay nadie esperándome, aunque tal vez eso no es lo que me molesta, sino el hecho de que viví tanto años con Julie de esta forma y si lo hizo una vez ¿Cuantas otras veces no habrá ocurrido antes?
Me duele pensar en ello porque, suelo sobre pensar las cosas, llego a conclusiones a las que no debería llegar. Pienso cosas de Julie qué tal vez no son ciertas, pero a estas alturas ya no puedo confiar en ella.
—El capitán Wilson insistió mucho en que tomará el puesto—miento o al menos en cierto modo lo hago.
La mujer me sonríe y asiente, parece que le ha complacido mi respuesta.
—Me alegra mucho que se una a nuestra filas, señor Douglas—dice levantándose de su asiento para extenderme la mano como si fuese un gran honor—este es el itinerario de la embajadora mexicana Alicia García, usted fue asignado como jefe de seguridad de su equipo, por favor estúdielo, pero antes de irse pase a la oficina de armamento para que lo den de alta y le otorguen el equipo necesario para la protección de su embajadora.
—Muchas gracias—me veo forzado a decir. Entonces salgo de la oficina, la comisionada parece ser una persona bastante ocupada. Vuelvo por el mismo pasillo qué me trajo hasta aquí, el lugar es bastante silencioso, justo el tipo de lugar que he tratado de evitar durante años, odio el trabajo de oficina.
Vuelvo a la planta baja para pedir información para poder ingresar a la oficina de armamento y la recepcionista, amablemente le pide a un guardia que me lleve a aquella área restringida, el cual me lleva hacia el sótano donde usualmente estas agencias tienen su bodega de armamento.
La última vez que entre a un sitio como este fue hace un par de meses, antes de que toda esta mierda de la filtración de datos comenzará.
El guardia me lleva justo a una oficina, la cual tiene una ventanilla de cristal. Ahí se encuentra un hombre de mediana edad que enseguida me pide un número de identificación y mi firma, asi que le entrego un código de cuatro dígitos qué viene adjuntado en los documentos que la comisionada me proporcionó.
Cuando el hombre me entrega una hoja, la cual especifica el tipo de arma que es, así como una carta de responsiva en caso de perderla o usarla de forma inadecuada. El modelo es tipo glock, una de las pocas armas permitidas por los departamentos de policía de los estados unidos. Como servicio de seguridad, no puedo usar más que la que me es asignada, pero he escuchado que los autos de seguridad que usan muchos politicos, tienen más armamento en caso de un ataque, aunque también se me asigna un porta cartuchos doble con giro de 360° y tres cartuchos con municiones completas.
En ese momento mi teléfono móvil vibra en el bolsillo de mi chaqueta, pero debido al tipo de seguridad de este lugar me limitó a tomar mi equipo y entregar los documentos pertinentes. El guardia me sigue cuando finalizó mis trámites y salgo de ahí. Después de volver a la primera planta, salgo del edificio y solo cuando llego a mi auto, reviso las notificaciones.
Tengo una llamada perdida del número de mi ex-esposa, suelto un suspiro y marco el número para después colocar el auricular en mi odio. Después de tres tonos perdidos, finalmente responde:
—Hola, tesoro...—digo y enseguida me arrepiento, tantos años la llamé por ese apodo, qué aún hoy en día es difícil hacerme a la idea.
—¿Mark? —escucho la voz de Julie, se le escucha alegre y no entiendo por qué me duele que no sufra, qué no este arrepentida y este conforme con el divorcio.
—¿Qué sucede? —digo esta vez en tono severo con la intención de disimular mi terrible error.
—Perdón qué te llame, pero necesito un favor—expone con la misma alegria con la cual siempre respondia mis llamadas, lo hace como si nada hubiese pasado.—las niñas fueron a una excursión con su clase, pero al parecer el autobús se descompuso. Ahora mismo estoy ocupada y no puedo ir por ellas. ¿Crees poder apoyarme en esto?
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Editado: 02.08.2024