Siendo las ocho de la noche, finalmente vuelvo a casa. Más no a mi antiguo hogar con Julie y las niñas, no, sino a una departamento que apenas queda a un par de cuadras de la oficina central. La parada del autobús esta enfrente así que no necesito usar mi auto.
Es extraño volver temprano y claro, llegar a un mismo lugar que no sea un cuartel militar o una oficina. Entiendo que esa es la razón por la que Julie decidió que no tenía por qué seguir soportando mi ausencia.
Mi departamento es pequeño, tiene dos habitaciones, aunque aún no termino de decorar la otra, esa es para mis hijas, para cuando se determine mi situación legal con ellas, obviamente yo no pido la custodia total, eso sería muy doloroso para ellas, ya ha sido difícil ver a sus padres separados, así que eso ni siquiera es una opción, ademas de que mi empleo me lo impediría, sin embargo, deseo convivir con ellas de la forma correcta en que debe hacerlo un padre.
Lo primero que hago es ir a la cocina y sacar de la nevera un par de cervezas, las tomo y mientras me cambio el traje y me pongo algo más holgado, me termino las primeras tres. Mi mente, ahora relajada comienza a pensar en mis hijas, pienso en llamarlas e invitarlas este fin de semana a un parque temático o simplemente a comer un helado, así que tomo el teléfono y marco el número fijo de la casa.
—¿Casa de la familia Baker?—escucho una voz masculina. Entrecierro los ojos y miro la pantalla de mi teléfono, claramente marqué el número correcto, pero no es la voz de Julie, sin embargo, al rememorar que dijo Baker en lugar de Douglas, sospecho de quien se trata.
—Con Julie, por favor— digo y mi voz suena áspera y fría, aun recuerdo aquella noche en que los descubrí, no puedo cree su descaro para meterlo a mi casa, cuando apenas ha pasado un mes.
Sospecho que él reconoce mi voz, así que con el auricular escucho sus pasos y a lo lejos, los gritos y risas de mis hijas, hasta que escucho algo inaudible y finalmente alguien dice algo.
—¿Mark?— pregunta Julie quizás confirmando que se trata de mí, pero al darme cuenta de que oprimo con fuerza la lata de cerveza, sé que no estoy en condiciones de hablar con ella.
—¿Podrías pasarme a mí hijas?— ordeno o mejor dicho exijo, pero al igual que antes, mi voz suena bastante rigurosa y la verdad creo que es lo menos que se merece.
—Ya es su hora de dormir—expresa dándome a entender que ni siquiera quiere hacer eso, quizás no por mí, sino por sus propias hijas.
—Solo será un minuto—insisto, esta vez tratando de relajar mi voz— solo quiero desearles buenas noches.
—Yo se las daré por ti— intenta evitarlo y aunque tengo ganas de gritarle todo lo que se merece, creo que esta llamada podría usarla en mi contra, para que ni siquiera tenga derecho de ver o hablar con mis hijas. Me llevo la mano a la cara y trato de controlarme, bebiendo un trago de cerveza.
—Julie— digo— ¿Podemos tener una conversación adulta normal?
La escucho soltar un suspiro y ya puedo imaginármela cruzando los brazos como solía hacerlo cuando se enfadaba conmigo. Claramente, quiere alejarme de mí hijas lo más que se pueda, quizás para no tener que soportar verme, no porque tenga algo contra mí, sino por su vergüenza.
—Eso mismo te pregunto yo— me responde con cierto aire arrogante— no puedes marcar a la casa cuando se te plazca.
—¿Por qué no?—cuestiono sorprendido e impactado por su nivel de cinismo— es mi casa, la casa de mis hijas y aún no nos hemos divorciado, incluso puedo ir en este instante a verlas si es que no quieres que hable por teléfono.
—Esta no es tu casa, nunca lo fue— grita y entonces miro la pantalla de mi teléfono, la escucho gritarme varias cosas, pero es mejor no oírlas, aunque si, se me ocurre grabar la llamada, solo en caso de ser necesario— para mis hijas eres un desconocido, Erick ha sido más padre para ellas que tú.
De pronto el líquido en el interior de la lata en mi mano se desparrama y caigo en cuenta que sin querer la he doblado y desparramado la cerveza en mi mano.
—Sea como sea, soy su padre biológico y legal, si quieres pretender jugar a la casita con Erick será mejor que lo hagas, pero en la suya y sin mis hijas, porque no voy a permitir que las expongas a un hombre que bien podría dañarlas— alzo la voz, esta vez con la paciencia al minino. ¿Quien diablos se cree?
—¿Acaso te has vuelto loco?— protesta Julie del otro lado.
—¿Vas a pasarme a mis hijas si o no?—grito esta vez exasperado, no me queda más opción que ser de esta forma si es que Julie no quiere ser una adulta cuerda y consciente que lo único que va a provocar es que tenga que sacarlos a patadas de mi casa.
Escucho silencio, pero la llamada aún continua, pasando algunos segundos y entonces vuelvo a escuchar una respiración.
—¿Papi?—escucho la voz de Lía y por un momento toda la rabia que sentía en contra de Julie desaparece al oír el tono de su voz—¿Donde estás? ¿Por qué no has venido a visitarnos?
—¿Es papi?—escucho la voz de Violet detrás de ella y posterior a eso la escucho pelear con su hermana, quizás por el teléfono para hablar conmigo. Cuando escucho un llanto supongo que en su pelea solo una ha salido victoriosa.
Pronto escucho a Julie sermoneando a mi hija menor por ser descortés con su hermana mayor, eso me obliga a sonreír, pero mi sonrisa es amarga . Esto me recuerda al pasado cuando estaba de servicio en Siria, cuando Lia a penas podía hablar y Violet era tan solo una bebe, escuchar sus voces me tranquilizaba y me hacía creer que lo que me cansaba y me frustraba no era tan malo como el estar separado de ellas.
—Violet me jalo el cabello— se acusa Lia y en su voz descubro que fue ella quien lloro.
—Iré a visitarlas pronto— le anuncio a mi hija—cuida mucho de tu hermana ¿De acuerdo?
—No, ella me pega—se queja mi hija mientras escucho a la distancia que Julie trata de consolar a Violet, solo espero que ese imbécil no se aproveche de mi ausencia para intentar acercarse a mis hijas o tendré que ajustar cuentas con él.
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Editado: 02.08.2024