Peligroso Ángel

2

Aquellos que nacen de la riqueza y que tienen los medios para satisfacer cada deseo, no conocen la verdadera felicidad. (Alejandro Dumas).

 

 

—Tú...

...—Yo —su gran carcajada resonó en el cuarto. ¿Dónde carajos me metí? Espera, ¡era a la derecha!.— Lo del café fue planeado por lo que veo.

—De que demonios hablas yo... tengo que salir de aquí.— Me di la vuelta dispuesta a salir del cuarto de Mr Playboy pero una mano me lo impidió.

—No tan rápido loca, que no hemos terminado. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo burlarse la seguridad?

—Lo que me faltaba... mira genio no te seguí ni me interesa saber lo que hagas. Sólo me equivoqué de puerta pero si me sueltas... — en mi intento por alejarme mi mano quedó sobre su pecho. Estaba húmedo, brillaba y tenia una fina cantidad de bello como para no lucir muy metrosexual. Mi vista no dejó ese punto por un momento.

—¿Te gusta lo que ves?

— ¿En serio?.

Estuvo cerca, mantén la calma y no notará que tanto te afectó verlo así. No necesita engordar su ego este cretino.
—¿y luego de eso debo caer rendida? No lo creo.

Con cuidado de no rozarlo demás me solté de su agarre. Al salir lo sentí detrás pero no quería girar para ver su cara de suficiencia. Recuerda a que viniste. Es una pena que un hombre como el Sr. Anibal viva con semejante tipo.

—¿Eres la nueva chica del servicio?, por que tengo un par de cosas sucias aquí.

No tardó en regodearse el imbecil, pero un día me las pagará.

—Oh vamos ¿adónde vas?, podría mandarte sacar pero hoy estoy generoso y no despediré al inepto que te dejó entrar.

«paciencia, paciencia».

—Dime ¿quién fue?. Oh, seguro eres amiguita del jardinero... ustedes los pobres socializan tan...

Bien, una cosa es ser educada y otra permitir que un niñato me ofenda. Te metiste con la persona equivocada. Ahora si te parto tu ...

—Padre. Llegaste temprano, no te esperaba hasta la cena.

De inmediato busque con la mirada a quien se dirigía el idota. La que me parió.

— Lo mismo diría yo. No sabia que estabas en casa, imagine que te vería mañana en almuerzo. Veo que ya conociste a al Srta. Rojas. La sentí demorar y vine a buscarla. Lamento que se haya perdido. —lo último dirigido a mi me hizo salir de mi estupor.

Mi nuevo jefe se había quitado el saco y lucia sus antebrazos gracias al remangue en su camisa. Algo hice muy bien en esta vida o en otra para trabajar con Anibal Moore. Sus manos grandes parecían las de alguien que no temia ensuciarselas, sin tenerlas descuidadas claro. Firmes.

Concéntrate. No eres esa clase de persona. Recuerdar porque estás haciendo esto. Recuerda el objetivo. Que no es admirar el físico de nadie.

Atendí la voz de mi perseguidor, que por el momento era lo apremiante.

—Miguel Ángel Moore —me extendió su mano como si nada hubiera pasado. La sonrisa cínica no desaparecía de su cara, si que sabe actuar el cretino. Pero se ha equivocado conmigo. No soy actriz, pero dos podemos jugar este juego.
—Anastasia Rojas, para servirle.—estreche su mano, y a diferencia de él mi expresión era serena y cordial. — ruego me disculpe. No acostumbro entrar sin tocar pero cuidaré que nuestra convivencia sea mejor de ahora en adelante.

—No tengo la menor duda de eso.

Sus ojos me prometían mentiras y su rostro en sí, una maldad pulcramente oculta. Se que hay en él algo más que un niño mimado, y se también que no me gustará averiguarlo. Pensar que me pueda hacer si me meto en su camino me estremece como pocas cosas lo hacen. Pero si interfiere en mi trabajo no me dejará otra salida.

—Anastasia acompáñeme a mi despacho.

Como providencia, la voz de mi jefe me trajo de nuevo a un terreno seguro.

—Claro que sí Sr. Aníbal, solo dígame dónde.

Seguí sus pasos detrás de él de vuelta por el pasillo. Antes de marcharme cruce mirada con Miguel, ya había dejado de fingir y volvió a mirarme cómo la primera vez.

Seguí al Sr. Aníbal hasta otro pasillo, si no fuera porque ya estuve en uno diría que son los mismos.

Abrió la puerta del fondo «que si se encontraba a la derecha del pasillo, tonta» y me permitió el paso. El despacho era bastante extenso y ordenado, su gran escritorio cubría el 20% de los muebles sin contar los gabinetes y demás objetos de relleno.

A paso lento caminé sobre el piso de madera, y siendo sincera estaba un tanto nerviosa de tumbar o aun peor, partir algo que fuera preciado para el Sr Anibal.

—¿Por qué tan nerviosa Ana? —soltó Aníbal sentado en su escritorio —tome asiento para empezar a trabajar, es tarde y estamos retrasados.

Senti bullirr la vergüenza dentro de mi. Trate de no mostrar lo agradable que me resultó que me llamara Ana. Su tono era profesional pero afable y yo aquí pensando en los pajaritos preñados.

Apenada me acerco al sillón para tomar asiento junto a él. Cuido que mi distancia sea prudente y no crea que quiero tirarmele encima o por el contrario que piense que quiero evitar cualquier contacto como si tuviera el Coronavirus. Mi gesto le causó algo de gracia pues soltó una risilla sin dejar de mirarme.

Sentí calor en mis mejillas. Garraspeo para recuperar el control de la situación. O al menos lo intenté por que «mujer» , estamos hablando del CEO de Murk; el hombre más adinerado del Estado, una clase de hombre diferente. Que no se limita únicamente al plano económico para impresionar por que sólo con verlo sabes que no podrás olvidarlo.

Trágame tierra.

—Puede empezar con programarme las citas de la semana desde los proveedores más importantes hacia abajo, inmediatamente termines allí me organizas los documentos contables y para terminar por hoy le echas un vistazo a mi correo por si hay una nueva novedad.

Asentí a todas las ordenes de Aníbal, procurando no olvidar ninguna.

Lo primero que hice fue agendar las citas; dos reuniones el martes con unos potenciales compradores Japoneses y Árabes, el miércoles una visita al hotel principal de la cadena Murk y el viernes tres reuniones con empresarios holandeses, tailandeses y españoles fuera de la cuidad.



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En el texto hay: misterio, mentiras, romance

Editado: 25.06.2021

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