Peligroso Ángel

3

Todo el mundo tiene secretos. La única cuestión es encontrar donde están. (Stieg Larsson).

 

Frente a mi el edificio principal del grupo Murk se alza como el primer día.
Sombrío y elegante.
Y yo me creí ajena al mundo que este ofrece.

Eran las 7:00 am menos 15, y caminé a todo lo que daban mis zapatillas nuevas. Las manos llenas de documentos y una agenda llena son la receta perfecta para empezar un empleo.

Preparaba mi costado izquierdo para empujar la puerta de cristal pero olvide que esta se abre en automático. Así que como buen augurio casi me voy de boca. Casi.

—¡Ey , ey! Cuidado kamikase. Necesitarás dientes nuevos si sigues caminando así cariño.

—¡Esteban! —quiero abrazarlo, además de ser quien me ha recomendado ha sido un gran amigo que siempre ha estado para mi. Y yo para él. En especial durante estos últimos años. —Gracias, has salvado mi vida. Te besaria pero como verás no puedo y quiero llegar viva a la boda.

Esteban Ramírez trabaja desde hace un año aquí. Es un cerebrito y un mago con los números. Así que a nadie sorprendió que varias empresas le ofrecieran trabajo incluso antes de graduarse.
Y por supuesto, escogió la más cercana al Estado donde vive actualmente junto a su prometida. Puedo decir que no le fue nada mal.

—En cinco segundos debe parecer que hablamos de cosas muy importantes.

—¿Qué?

Puedo percibir que una o más bien varias personas se acercan así que tengo que confiar.
¿Qué sería bueno...?

—Si Lic. Ramírez, la fluctuación del mercado nos ha tomado desprevenidos...

—Por supuesto Srta. Rojas, y ya que usted planea invertir en la bolsa yo le recomiendo que... —lo miro girar la cabeza a los lados y con una sonrisa continua: — siga ahorrado en su marranito y se hará millonaria pronto.

—Tonto.

—¡Auch! ¡Calmate, no me pegues que me arrugas la camisa!

—Deja de llorar y dime en que piso está Recursos Humanos, tengo que ir a firmar unas cosas y ya voy tarde.

Con una curiosa reverencia me señala el elevador pero ha olvidado un detalle.

—Ejem.

—Oh si, si . —el amor... a algunos los hace gordos y a otros tontos. Le paso con cuidado unos documentos importantes.

—Vaya vaya, has traído una amiguita al trabajo?.

Esa voz hace a Estaban tensarse. Es una despampanante mujer que luce tan bella como amenazante. Su mentón se alza por instantes como un reflejo y por sus gestos sospecho que no seremos amigas.

Sin embargo una chica menuda y rubia interrumpe lo que parecía ser su presentación de chica mala con una sonrisa incómoda.

De inmediato el semblante de la pelirroja cambia, pestañea rápido como si no lo pudiera creer pero al mismo tiempo lo anhelara. Y tras relamerse los labios, (usa indeleble por lo que veo) y ajustarse el escote camina con un andar estudiado hacia el elevador tal como se acercó; sin saludar o despedirse. No , no ,no, no, no.

—No, alto ahí loca. Ese es mi elevador.— la veo entrar en él a la muy cínica. Y lo que más me prende es su sonrisa y el ' idoita' que gesticula.

A mi lado mi amigo solo suspira y me mira con tranquilidad.

—No pasa nada. Lo tomaremos ahora que baje. - la rubia parece alcanzarlos y se pone a mi lado .

—Hola chica nueva. ¿Departamento?

¿Ah? La miro y noto que sus grandes y oscuros ojos me estudian. Con una curiosidad genuina, pero lo hacen.

—Yo...

— ...Pues aquí como la ves es la nueva secretaria del jefe. ¿A qué no es valiente? —dijo mi amigo.

—¡Esteban!

—ok , ok. Lo siento, tu dile. —su sonrisa daba fé de lo poco que lo sentía realmente.
Y mientras tocaba insistente el botón, le sonreí a la chica. 
Pero ella veía con un destello de calidez en los ojos la figura de mi amigo. Podría engañar a cualquiera menos a mí.

—Ella no debe asustarte nueva, la mayoría de las veces sólo ladra. El que si debe hacerlo es el gran Jefe. No ha encontrado secretaria que le aguante el paso. —Su sonrisa amable se amplía al ver la mueca burlesca de mi amigo... ay Bethany, lo tienes bastante mal. —Tranquila, te adaptaras pronto. Bienvenida

—Yo... sí gracias.— No hará daño que piensen que sólo organizaré su agenda.

—Por cierto mi nombre es Bethany. Puedes decirme Beth. —Comenta una vez estamos en el ascensor junto al menos 4 personas más.

Una de ella interrumpió la sutil atmósfera musical para decir:

—¿Hey Beth que tal? Ya sabes de la nueva víctima de Presidencia. Eh oído que apostaron que no termina el mes. Pero yo creo que estará lista para correr antes de que termine la semana...

—Roger— le habla seria, pero él esta bastante emocionado haciéndo cuentas y planes de lo que hará cuando gane la apuesta. Incluso me pide ayudarle a sacar cuanto necesita para irse un fin a la playa. Pero esto no hace gracia a la rubia que repite.—Roger, es ella— lo dice señalandome con la cabeza.

Pobre chico.
Le sonrió para restarle importancia al asunto.

Pero, ¡Madre del amor hermoso! Si ganara esa apuesta podría darles a mis papás una buena cantidad y saldar el préstamo de la universidad.
Pero irme ahora no es una opción.

Eso ronda en mi cabeza una vez salimos del reducido espacio y me despido de mis muy asombrados y nuevos compañeros.

_____________

Una vez he firmado en la última página, me dirigí a la oficina del señor Moore. Según su agenda hoy no tiene reuniones fuera o dentro de Murk.

El protocolo me exige tocar pero nadie responde.

Toco de nuevo y sin respuesta alguna.
...

Luego de que parecen unos eternos diez minutos me tomo el atrevimiento de girar la perilla. Quizás tiene algún problema cardíaco y puede estar muriendo.

Y entro. 
Pero no encuentro un hombre agonizante. 
No hay nadie.

Su escritorio está repleto de documentos y un montón de facturas. Además abajo de una carpeta hay un par de sobres manila.
Como el sobre que estaba buscando Miguel



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En el texto hay: misterio, mentiras, romance

Editado: 25.06.2021

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