Peligroso Ángel

5

El amor es la única decepción programada, la única desgraciada previsible que deseamos repetir. (Fréderic Beigbeder).

 

 

 


Entro sin tocar, hojeando los informes de las oficinas del norte. Ya ocho meses han pasado desde mi primer encuentro con Aníbal. 
Unas cuentas no me cuadra. A simple vista parece estar todo en orden, debo mostrárselo a Anibal.

—Señor...

En tanto pisé la alfombra negra de su oficina me veo siendo arrastrada a la pared y el sonido de la puerta cerrándose me da un indicio de lo que está por ocurrir a continuación.

Manos sujetando con fuerza mis caderas, abriendome las piernas (al menos lo que permite mi falda de tubo) y acunandose en medio. Mientras los labios de un amante sobrado de experiencia prueban, comen y besan mi boca. Sofoca mis quejas con el placer que le da a mi cavidad su lengua, protestas que nunca fueron más falsas que ahora.

Se como terminará esto.
Su mano acaricia la curva de mi espalda y juega con el cierre que impide rozarnos de una forma más íntima, dándome la premisa de un acto incansable que adoro.

Que anhelo.

—Aaaa —lo siento apretarse a mí, en tanto reparte por mi cuello lo que deberían ser besos pero terminan siendo mordiscos y succiones. Con mi voluntad abandonada en algún rincón de este espacio, mi cuerpo inconsciente se arquea en busca de más—. Aníbal!

Oh no... oh sii.

Verlo besando con ternura el inicio de mi escote me inmoviliza :

–No sabes cuánto te extrañé.

—Mentiroso, si nos vimos esta mañana.

Despeinado, con la boca roja e inflamada por nuestros ardorosos intercambios me llena de un sentimiento desconocido hasta hace poco.
Luce tan joven, y me enloquece pensar que yo tuve algo que ver detrás de ese nuevo aspecto.

Sonrió de solo pensarlo.

—Sí, tiene razón Srta. Pero olvida que no me dio ni un beso. Así no se puede trabajar. Usted será la responsable si mis negocios empiezan a ir mal. ¿Me aceptará como mantenido?

Durante estos meses he descubierto que Anibal puede ser serio e irresistiblemente divertido cuando se lo propone.

Trato de mostrar mi mejor cara de profesional, vamos que un poco de cordura no nos caería mal.

—Claro, será mi culpa. Debería despedirme por arruinarlo Sr Anibal.

Lo intenté. 
Pero en serio no puedo con él. Y más cuándo...

—Ya te he dicho cómo me excita que me digas Sr.

—Si no mal recuerdo, decías que no te gustaba.

—Por eso no me gustaba. Ahora, ¿puedo seguir besándote o me dirás a qué has venido?.

Para este momento me siento tan avergonzada de haber olvidado dónde dejé el informe que traía y notar que estamos sentados en el sofá. No voy a quejarme de estar sentada en sus piernas, que alguna ventaja debia tener salir con el Jefe.

Sí, luego de conocer el lugar "secreto" de Anibal y su intensa declaración hemos entablado una relación discreta. Por consideración a mí, por supuesto.

No tememos a los posibles rumores, pero siendo una figura pública, no deseo robarles la tranquilidad a mis padres. 
Mi madre ha respondido bien al tratamiento y mi padre ya ve mejorías gracias a las terapias.

Todavía no.

Es lo que le digo a Anibal, cuándo hiperactivo declara:

—Cenamos hoy en Hill.

—No.

Esa cara ofuscada no tiene precio.

—Ya sabes que odio esos sitios ponposos.

—Pero ya tengo reservación.

—¿Paparazzi y gente estirada?, no gracias.

—Eso dolió... ¿Te avergüenza salir con un viejo?

—Sabes que no, solo no quiero llamar la atención. Esos lugares me parecen tan... Impersonales. —trato de suavizar esa arruga que se le forma cuando algo no sale como quiere. Otra cosa más que he aprendido de él–. Me has llevado a suficientes lugares elegantes. Por qué no nos quedamos en tu casa.

—Casa— mis caricias funcionan por qué puedo jurar que sus ojos brillan al decir: —... algún día esa será nuestra casa. Podría serlo desde ya pero gustas de hacerme sufrir, mujer cruel. Hasta que llegue ese día, esta bien... 
Cenaremos en casa.

Un beso más tarde, demasiado largo debo decir, al lado de la puerta me permití mirarlo a mi gusto.
Acomodándose el traje no era el hombre con más poder en este lado de la costa, solo era un hombre y era Mío.

Se bien que este dulce idilio tiene fecha de caducidad, por qué dos personas tan diferentes y tan heridas no pueden pedirle más a la vida que estos pequeños momentos de felicidad.

Estamos aquí juntos y por ahora solo eso importa, también...

—No tenías ninguna reservación en el Hill, ¿verdad?

Sonrie con descaro y responde:

—Pero podría tenerla, si tu quieres .

Sonrío por lo bajo y hago un gesto de diversión, durante todo este tiempo Aníbal no ha perdido su sentido de humor y me ha demostrado siempre estar allí para mí cuando más lo necesito.

Aunque no he logrado descifrar los secretos que esconde la familia Moore trato de dudar al mínimo de Aníbal, a pesar de que la llegada de sus dos hijos modificó en cierta medida las cosas en la mansión se podría decir que no han ido del todo bien.

Sin desestimar el caso particular que es su "pequeña".Tengo la sensación de que Rosa los manipula, los controla a su gusto.
Tal vez sea porque es la única chica de la casa y por ello su padre y hermanos se dejen manipular para complacerla en todo.

—¿Aníbal, algún día planeas decirle a tus hijos lo que ocurre entre nosotros? —dije sin darle mucha importancia.

Lo observo formar una leve línea con sus labios.

—Habíamos quedado de que aún no es el momento, pero si has cambiado de opinión lo puedo hacer hoy mismo, nada me haría más feliz que decirle a mis hijos cuanto te amo.

Woow, si por un segundo dudé de lo que Aníbal sentía por mí esa duda se esfumó al escuchar estas últimas palabras.



#10109 en Thriller
#4021 en Suspenso
#5754 en Misterio

En el texto hay: misterio, mentiras, romance

Editado: 25.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.